Recogimiento y Devoción en la Tarde-Noche del Viernes Santo

El tiempo pasa de manera implacable, y así ocurre también en nuestra Semana Mayor. Hace 7 días, el Viernes de Dolores nos hacía reflexionar sobre los acontecimientos que se sucederían en adelante. Ayer, Viernes Santo, Cristo exhaló el Espiritu y murió en las calles de nuestra Villa Ducal. Y nuestro pueblo, lejos de abandonarlo, lo arropó con más fuerza que nunca.

A las 20:00 horas, la Cruz de Guía de la Hermandad de la Pax cruzaba la línea que separa el Templo de Consolación de su Barrio. Tras ella, un cortejo procesional elegantemente dibujado, profetizaba la salida de Jesús crucificado, el Santísimo Cristo de la Pax. Portado sobre su imponente paso, mostraba la talla maestra de sus respiraderos y sus guardabrisas que se movían según marcaba la voz de su nuevo capataz, Silverio Ortiz. Minutos después, el llanto de los fieles emocionados y la dulce cadencia de los varales acompañaron la muy difícil a la par que extraordinaria salida de su Madre Dolorosa, María Santísima del Mayor Dolor, excelentemente dirigida por la voz de Eduardo Rodriguez. Fueron los acordes de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario “Los Catalinos”, de Jerez de los Caballeros, Badajoz, y los de nuestra querida Banda Municipal los que acompañaron al Cristo y a la Virgen, respectivamente.

Una hora más tarde, sobre las 21:00 horas, Cristo era bajado de la Cruz y puesto en los brazos de su Madre. Y llevada a hombros, cruzó las puertas de la Iglesia de la Victoria. Así comenzó su Estación de Penitencia Nuestra Madre y Señora de la Quinta Angustia, que paseaba sobre un paso que bien puede ser considerado uno de los tesoros de nuestra Semana Santa. La campana de la Cruz de Guía, así como su llegada a la calle Gordillo siguiendo las directrices de Javier Mata, la música de capilla adornada con voces corales y la oscuridad que envuelve el momento empujaron a los fieles y devotos a un viaje medieval. La calle Hornillos fue, como siempre, el momento culmen de su recorrido, donde el reflejo de la luz de los cirios iluminaba con más dulzura que nunca la mirada de la Madre, que caminaba al ritmo del rachear de sus hijos, los hermanos costaleros.

Mientras tanto, el Santísimo Cristo de la Paz atravesaba impecablemente la estrechez de Tía Mariquita para alcanzar con una triunfante sobriedad la carrera oficial. Y detrás, su Madre, que en el año de su Centenario, recibió el cariño de los fieles que la esperaban. Idílica fue la estampa que pudo verse cuando el Mayor Dolor puso en pie la Plaza Mayor. Posteriormente, ambos titulares recorrieron los adoquines de la Carrera, Gordillo y Hornillos donde, nuevamente, se daba uno de los momentos más hermosos de nuestra tradición: el paso de la Hermandad de la Pax a través del arco de Hornillos.

Tras atravesar dicho encuadre, Nuestra Madre y Señora de la Quinta Angustia llegó a la carrera oficial donde lució la maravilla de su cortejo procesional. La solemnidad que la acompañó todo el recorrido se hizo, entonces, dueña de la Plaza Mayor. Y con ese saber hacer volvieron, como cariñosamente se dice en nuestro pueblo, “Carrera alante” hasta llegar y encerrarse sobre la medianoche en su bendito hogar, la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, con un entrada inigualable, tan cargada de sentimiento, respeto y belleza, que es tan complicada como fue hermosa.

Mientras la Hermandad de la Quinta Angustia se encerraba, la Hermandad de la Paz surcaba los maravillosos rincones de la calle Palomo, Molino y la Plaza del Duque, para enfilar Arcipreste Valderrama con los ojos puestos en la vuelta a casa. Momentos únicos los vividos cuando el Santísimo Cristo de la Pax y María Santísima del Mayor Dolor dejaron atrás la plaza de Consolación para entrar con una majestuosidad asombrosa en el Templo del mismo Nombre, pero comprensible cuando se admira el amor y la devoción de los hijos de su Barrio.

La de ayer, fue una tarde que quedará para el recuerdo cofrade, tanto por el buen hacer de ambas Hermandades en la calle, como por el cariño con que nuestro pueblo les acompañó. Si la Semana Santa de Osuna es una joya sin par, la Tarde-Noche del Viernes Santo es, sin lugar a dudas, uno de sus diamantes.

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¡Enhorabuena a la Hermandad de la Pax y a la Hermandad de la Quinta Angustia!

 

Manuel Jesús Rangel Torrejón

 
Fotografías: Javier Sánchez
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