Quiero perder como Orestes

En esta patria podrida e infestada de politiquillos de tres al cuarto que están más preocupados de cobrar ayudas que de ayudar, en este país de tuiteros locos y carroñeros, en esta España gobernada por los dobles raseros y la hipocresía, aún hay hueco para la esperanza. Una esperanza sabia y verdadera que aparece cuando el sol se da su ducha naranja y las abuelas dejan sobre la mesa el ganchillo para encender la televisión. Una esperanza encarnada por dos estudiosos que han hecho del conocimiento una competición vibrante. Dos eruditos que se daban cita en los televisores de todos para liarse a trompadas con las palabras en un programa. Algo traspasa el terreno de lo bueno para convertirse en genial cuando su nombre primigenio desaparece y la gente lo rebautiza. Nadie te pregunta si has visto lo de Pasapalabra, en todo caso, la gente te dirá si has visto lo del Rosco.

Y espero que cuando te lo hayan preguntado hayas dicho que sí. Espero que no hayas pasado la semana enfrascado en vaguedades y hayas podido disfrutar del punto final de esa lucha de titanes entre Rafa y Orestes. Otros dos nombres que al pronunciarlos juntos parece que estuvieras hablando de tus dos amigos de toda la vida. Rafa, Orestes y tú. Han sido muchas las tardes, muchas las veces que te has visto sufriendo al ver que les quedaba poco tiempo y que solo les faltaba una que empezaba por la R y que era imposible. Quién coño va a saberse el nombre de un escritor finlandés que publicó tres obras bajo seudónimo y una con su nombre verdadero. Tú seguro que no, yo tampoco, pero si alguien puede saberlo, esos son ellos; Rafa y Orestes. Los Messi y Maradona del intelecto.

Ellos han conseguido una admiración unánime y sin fisuras, alejada de ideologías y carajotadas. Han patentado un respeto inédito por el saber. Uno con cabellera alocada, barba y mirada de no estar en ninguna parte. El otro rechoncho, bajito y con sonrisa de adolescente recién estrenado. Dos personas normales haciendo cosas extraordinarias, dos tipos con los que encontrarte en la cola de un supermercado a las ocho de la tarde. Dos enciclopedias andantes que este jueves nos han regalado el momento televisivo del año. Rafa consiguió la gesta y se embolsó un bote histórico, pero como él mismo dijo podría haber ganado Orestes. Fue emocionante ver cómo el uno se rendía ante el otro. El plató del Rosco me pareció la pista de Wimbledon, ellos eran Federer y Rafa deshaciéndose en elogios después de haber estado cinco horas intercambiando golpes. Orestes jodido pero contento por Rafa. Rafa exultante, pero alabando a Orestes.

Habrá esperanza mientras haya gente como Orestes y Rafa, personas anónimas pero elegantes, competitivas a la par que educadas, cultas y a la vez humildes. No estará todo perdido mientras la abuela siga dejando el ganchillo encima de la mesa y la tía se prenda otro cigarro, mientras el niño suelte el móvil y se entretenga aprendiendo. Tendremos un chance para creer en nosotros si somos capaces de buscarnos referentes en los que valga la pena mirarse, espejos como el de Rafa y Orestes. Gente que acierta fallando y que no se rinde hasta que no pinta de verde toda la circunferencia, que aplaude cuando otro ha sido mejor y se va de los sitios sonriendo. Quiero ganar como Rafa, quiero perder como Orestes.

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Santi Gigliotti
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