
CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.
El otro día fui a visitar a un conocido de los que se hacen esperar. Su vivienda-despacho posee una salita provista de sillones cómodos y una mesa baja donde descansan magníficos libros de arte, la mayoría catálogos de exposiciones. Me senté a hojearlos. En la cubierta de uno figuraba la palabra ALFONSO en letras rojas, llamativas, sobre la foto en blanco y negro de una pavera rodeada de sus animales. Aquello prometía un viaje en el tiempo. Lo abrí. Pasaba las páginas despacio mientras admiraba la definición de las fotografías de las primeras décadas del siglo XX. Vi imágenes fascinantes, muchas de ellas célebres por ser de importantes personajes de la cultura española del primer tercio del siglo. Otras son menos conocidas porque representan personas anónimas de aquel Madrid. Eran las mismas que Pérez Galdós plasmó en sus novelas y sus obras de teatro, el mismo Galdós que Alfonso retrató ya anciano sentado en el poyo de un rincón formado por dos paredes de ladrillo, con su gorra, su purito en la mano izquierda y su mano derecha rodeando el cuello de un perro que se adivina noble, fuerte y leal. Otras fotografías salidas del objetivo de Alfonso y su taller, formado por Alfonso Sánchez García y sus hijos —Alfonso, Victoria, María, Luis y José Sánchez Portela—, están marcadas por el mismo afán de retratar a las clases humildes, a las personas que sostenían con su sacrificio la vida de lujos y placeres de los privilegiados. Alfonso y su primogénito documentaron con sus fotografías las matanzas sufridas por los soldaditos españoles en la Guerra de Marruecos y la extrema pobreza de los madrileños que rebuscaban en los basureros de la ciudad. También se conserva una fotografía, de 1910, de los lavaderos del Manzanares, imagen tomada desde la orilla opuesta del río. Esta, de gran valor artístico y documental, recoge largos tendederos —donde cuelgan las sábanas secándose al sol y al viento—, mujeres inclinadas sobre su faena y la fachada occidental del palacio de Oriente, que señorea todo desde las alturas. La imagen está llena de contrastes. La blancura de las sábanas se acentúa por tener como fondo el oscuro caserío de la ciudad y la dureza del trabajo de las mujeres por la ostentación de riqueza del palacio.
La visita acabó pronto y volví a mi casa para buscar información sobre Alfonso Sánchez García y su familia. Hallé varios blogs de interés, entre ellos uno localizado en fotogasteiz.com que posee información sobre la empresa formada por esta saga de fotógrafos. Fue allí donde encontré íntegra la célebre foto del poeta Antonio Machado. Es una versión poco conocida de la imagen. Se trata del interior de un café. El escritor está sentado a un velador de mármol blanco en el que brillan, agrupadas y cristalinas, jarras y copas de cristal llenas de un líquido transparente. Vestido de oscuro, con el sombrero puesto y las manos apoyadas en un bastón, el autor de Campos de Castilla mira al objetivo de la cámara, situado a su izquierda y a la altura de sus ojos. A su derecha, un teléfono fijado en la pared, y a su espalda dos espejos, uno de los cuales recoge el reflejo de un camarero situado en pie, vestido con camisa blanca y traje oscuro. Hasta ahí la imagen que hemos vista reproducida siempre, que sigue apareciendo así en muchos lugares. Pero la fotografía original era bien distinta, como puede verse en este artículo. En ella existe un tercer personaje que fue escamoteado a la posteridad. Según puede leerse en antiguoscafesdemadrid.com, la mujer joven, sonriente, ilusionada, que se sienta junto a Machado era Rosario del Olmo Almenta (1904-2000), periodista e intelectual. La imagen fue tomada en el Café de las Salesas el día ocho de diciembre de 1933 y publicada en La libertad en enero de 1934. Ilustraba un artículo de Rosario del Olmo titulado «Deberes del arte en el momento actual». Dejo al lector interesado la misión de imaginar por qué fue recortada esta fotografía de Alfonso. Me atrevo a suponer que cuando Antonio Machado, ya avanzada la posguerra, volvió a las antologías y a los libros de texto, la figura de Rosario del Olmo, persona claramente de izquierdas, deslumbrada por la Unión Soviética, como tantos que no llegaron a conocer el estalinismo de cerca, se volvió incómoda. En 1942, al salir de la cárcel —donde estuvo presa desde 1939—, sus huellas, muy marcadas en la vida cultural española durante los años veinte y treinta, se pierden por completo, como si no hubiera vuelto a publicar una línea hasta su fallecimiento, cincuenta y ocho años después. Ahí puede haber una historia triste, pero sin duda apasionante, que espera a los investigadores.

CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.