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Fundado el 24 de noviembre de 2006 en Osuna (Sevilla).
Hay lugares que se recorren con los pies, y otros que se descubren con el alma. Sevilla es de los segundos. Y si estás planeando escaparte unos días al sur, lo único que necesitas es una buena maleta, tiempo para dejarte llevar… y uno de esos hoteles 4 estrellas Sevilla que te permitan vivir la ciudad sin prisas, pero con todos los sentidos. Porque Sevilla no se visita: se respira, se escucha, se saborea. Y cuando te atrapa, cuesta despedirse.
Entre plazas, callejones y mucho duende
El centro de Sevilla es como un escenario vivo. Lo mires por donde lo mires, todo tiene ritmo, color, olor. Y no hablamos solo de la Giralda o la Torre del Oro. Hablamos de ese cruce de calles donde suena una guitarra, de una plaza con naranjos que huele a flor y a café recién hecho.
El casco antiguo, un laberinto que siempre merece perderse
Si empiezas el día paseando por Santa Cruz, te das cuenta rápido de que el tiempo funciona distinto aquí. Cada callejón es una invitación a mirar arriba, a entrar en patios escondidos, a hacer una pausa. Desde allí, llegas en un suspiro a la Catedral, al Archivo de Indias, al Real Alcázar… pero también a esos bares de tapas donde lo mejor ni siquiera está en la carta.
Y cuando cae la tarde, cruzar el río y ver cómo el sol acaricia Triana es una de esas postales que no se olvidan. De vuelta, la ciudad parece cambiar de tono: se vuelve más íntima, más cálida, más mágica.
Una ciudad para saborear sin relojes
Sevilla no se come, se celebra. Hay algo en su cocina que hace que cualquier mesa parezca un reencuentro, aunque estés viajando solo.
Comer en Sevilla es mucho más que alimentarse
Aquí todo tiene su ritmo. Nada de comidas rápidas ni platos aburridos. Tapear en Sevilla es un ritual que mezcla tradición y sorpresa:
montaditos con historia y nombres que solo entienden los locales
vinos generosos que se sirven con confianza, como si ya fueras de la casa
salmorejo, croquetas, pescaíto… y ese aceite que parece oro líquido
Lo ideal es encontrar un rincón con sombra, dejar que el camarero recomiende y que el almuerzo se alargue más de la cuenta. Y después de una jornada de paseo y buen comer, alojarse en el Hotel Silken Al-Andalus en Sevilla es una forma perfecta de cerrar el día con calma y estilo. Su ubicación permite moverse por la ciudad sin complicaciones, pero también descansar lejos del bullicio.
Cuando el calor aprieta, la ciudad se adapta
En Sevilla, el verano se toma en serio. Por eso, elegir bien dónde dormir es parte del plan. Un hotel en Sevilla con piscina puede marcar la diferencia entre sobrevivir al calor o disfrutarlo como se debe: entre chapuzones, siestas a la sombra y paseos al caer el sol.
Porque Sevilla no necesita convencerte con eslóganes. Lo suyo no es el ruido, es el pellizco. Ese que te da por dentro cuando escuchas una guitarra en una plaza vacía, cuando pruebas algo que no sabías que te gustaba, o cuando miras atrás y piensas: “Aquí, en esta ciudad, se vive de otra manera”.
