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Prisioneras y botín de los vencedores

Prisioneras y botín de los vencedores

Se estima que entre 20.000 y 50.000 mujeres fueron violadas en Bosnia-Herzegovina durante el conflicto de guerra acaecido en la antigua Yugoslavia. En Ruanda, durante la guerra civil, la cantidad citada de mujeres violadas se multiplicaría por cinco, <<una realidad que, sin embargo, no tuvo la misma repercusión mediática.>> Esta violencia sexual específica contra las mujeres también se llevó a cabo en zonas como Mozambique, Uganda y Zimbawe. Y decimos específica porque, como bien expone Irantzu Mendia Azkue en su trabajo titulado Aportes sobre el activismo de las mujeres por la paz <<…las mujeres sufren los efectos del conflicto armado y la violencia de formas muy diversas. Pese a que, al igual que los hombres, son asesinadas, heridas, torturadas, desaparecidas o desplazadas forzosamente, es hoy una evidencia ampliamente reconocida el hecho de que las mujeres son objeto de una violencia de género específica. En particular, el tipo de persecución más documentado que las mujeres sufren durante los conflictos armados es la violencia sexual. >>

Dos mujeres jóvenes corren por una calle de Sarajevo. Hablan entre ellas sin detener su carrera. No podemos saber lo que dicen. No podemos oír sus palabras. Resguardadas del frío por sus abrigos y bufandas, huyen de las bombas que caen sobre la capital. En cambio, sí podemos oír la conversación telefónica mantenida entre dos de los cientos de hombres que mantienen sitiada la ciudad. Mientras en la pantalla vemos a las mujeres huir calle arriba, Paul Mitchell, director del documental titulado La muerte de Yugoslavia. Las puertas del infierno, subraya este momento ofreciendo parte del audio original –con subtítulos al castellano– de esta conversación:

  • General Madlic aquí.
  • Sí, señor.
  • Que no cunda el pánico. ¿Cuál es su nombre?
  • Vukasinovic.
  • ¿Coronel Vukasinovic?
  • Sí, señor.
  • Bombardee la Presidencia y el Parlamento. Dispare a intervalos cortos hasta que le ordene parar.
  • Sí, señor.
  • Apunte a los barrios musulmanes. No viven muchos serbios por allí.
  • Sí, señor.
  • Bombardee hasta que estén a punto de volverse locos.

La mujer no aparta la mirada de la cámara mientras narra su historia –tras más de treinta años de silencio– para el documental titulado Sex in the Vietnam War, dirigido por Laura Verklan. <<Tenía dieciséis años, había dado a luz a mi hijo, y apenas si tenía para vivir. >> Antes y durante la guerra trabajó en el campo de arroz de su familia y vendiendo cigarrillos a los soldados americanos. Una tarde fue abordada por un soldado. <<El soldado americano viene con su dinero y me pregunta si lo quiero o no. Yo pensé que aquel hombre no podía hablar en serio, porque nadie pagaría tanto dinero por una joven que nunca ha tenido ninguna experiencia con los soldados americanos. >> Pero el soldado mantuvo el dinero en la mano. <<Prostitución era una palabra que nunca pensé que pudiera entrar en mi vida. Pero llegó la guerra, y nos lo quitaron todo. >> Cuatrocientos dólares por una noche de sexo con él y con uno de sus amigos. Dinero suficiente para mantener a su hijo pequeño y a su familia durante todo un año. Dinero suficiente para hacer frente a la enfermedad, la destrucción y la escasez de alimentos.

La obra se titula Las Troyanas, su autor es Eurípides, y fue representada en el año 415 a.C. Eurípides en esta obra muestra cómo los griegos, tras la caída de Troya, se entregan a toda clase de excesos y crueldad: matan, violan sobre los altares de los dioses o arrojan a los niños desde lo alto de las murallas. En su estudio sobre esta obra titulado Misoginia humanista. Un estudio político de las mujeres en la tragedia griega, Juan Dorado nos dice: <<En esta obra, cuya acción se desarrolla el día siguiente de la caída de Troya, predominan de manera abrumadora los personajes femeninos. El Coro –como en Los siete contra Tebas– está compuesto exclusivamente de mujeres troyanas, quienes  se lamentan amargamente de su suerte. La ciudad ha sido invadida, expoliada e incendiada; los hombres, asesinados sin contemplaciones; las mujeres, convertidas en prisioneras, en botín de los vencedores, se encuentran a la espera del sorteo que decidirá con cuál de los jefes griegos tendrán que partir como esclavas. >> En medio de esta masacre, Andrómaca, esposa de Héctor, el héroe troyano vencido por el griego Aquiles, lucha por alzar la voz ante el inminente asesinato de su hijo, pero es condenada al silencio: “Si dices algo que enoje al ejército, tu hijo no tendrá tumba ni funeral”.

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Abro el libro de la escritora Svetlana Aleksiévich​ (Premio Nobel de Literatura en 2015) titulado La guerra no tiene rostro de mujer, y en sus primeras líneas encuentro las siguientes palabras: <<A lo largo de dos años, más que hacer entrevistas y tomar notas, he estado pensando. Leyendo. ¿De qué hablará mi libro? Un libro más sobre la guerra… ¿Para qué? Ha habido miles de guerras, grandes y pequeñas, conocidas y desconocidas. Y los libros que hablan de las guerras son incontables. Sin embargo… siempre han sido hombres escribiendo sobre hombres, eso lo veo enseguida. Todo lo que sabemos de la guerra, lo sabemos por la «voz masculina». Todos somos prisioneros de las percepciones y sensaciones «masculinas». De las palabras «masculinas». Las mujeres mientras tanto guardan silencio. Es cierto, nadie le ha preguntado nada a mi abuela excepto yo. Ni a mi madre. Guardan silencio incluso las que estuvieron en la guerra. Y si de pronto se ponen a recordar, no relatan la guerra «femenina», sino la «masculina». Se adaptan al canon. Tan solo en casa, después de verter algunas lágrimas en compañía de sus amigas de armas, las mujeres comienzan a hablar de su guerra, de una guerra que yo desconozco. >>

Álvaro Jiménez Angulo

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