Premiado el arquitecto estepeño Salvador Prieto en un concurso de rehabilitación en Mérida

Salvador Prieto Castro, arquitecto estepeño, ha conseguido el tercer premio con Mención de Honor en el concurso de rehabilitación del Convento de las Hermanas Concepcionistas de Mérida y espacios aledaños.

El estepeño ha obtenido la distinción junto a José Manuel Álvarez Barrena y Carlos Tapia Córdoba.

Memoria del proyecto premiado

A través de un elemento que apenas es un gran plano horizontal soportado por un bosque de soportes, con reminiscencias a las Salas Hipóstilas, se instituye en una reverberación del estado primigenio del convento. La liberación del jardín de arquitecturas de poco valor permite constituir un perímetro construido que recupere su lógica organizativa. Las trazas del edificio actual fijan la posición de los pilares vinculando la nueva intervención con lo existente. Mientras, se produce un diálogo entre el plano del suelo y el del techo, obligados a condensar las múltiples tensiones generadas por las diferentes alineaciones. En su vacío interior brota un jardín que ofrece un espacio de contemplación, descanso y disfrute. Se trata de una suerte de “Hortus Conclusus” en el que las Jaras, el Romero o la Lavanda acompañan a las gentes en este paseo por un trozo de dehesa presidida por unos alcornoques que se ofrecen para proporcionar sombra junto a sus troncos descorchados.

Esta estrategia proyectual es coherente con los mecanismos de evolución de la arquitectura monacal, donde las necesidades de crecimiento de los complejos se acometían generando nuevos vacíos conformados por cuerpos edificados que contactaban con los anteriores. En el tránsito bajo cubierta de la propuesta aparecen pequeños equipamientos como una cafetería, aseos públicos, mobiliario urbano o una acequia que recoge las aguas de escorrentía del jardín, delimita los accesos a su interior y ofrece lugares para refrescarse. La no coincidencia del plano de suelo con el de techo posibilita situaciones en las que bien la naturaleza del jardín se cobija bajo el perímetro construido o bien el visitante se adentra hacia la vegetación.

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Como en el cuento de Julio Cortázar “Casa Tomada” este nuevo proyecto se irradia para ir tomando, espacio a espacio el resto del edificio. El pavimento unifica toda la intervención, adentrándose como el espíritu del relato y salvando las barreras arquitectónicas anteriormente existentes. Ya en el Claustro este nuevo plano horizontal se convierte en una Plaza Salón que suma a las miradas cruzadas entre los deambulatorios la perspectiva de la nueva cota y un elemento construido que colmatada y regulariza el Claustro y alberga las comunicaciones verticales. La interconexión de todo el proyecto ofrece la posibilidad abierta de hacer un recorrido continuo que anteriormente estaba muy limitado.

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