Prejuicios y perjuicios de la edad

Últimamente me ha llamado la atención que en mi móvil no cesan de aparecer médicos y neurólogos hablando de lo beneficioso que es para la memoria y las facultades mentales hacer juegos: de cartas, crucigramas, Tetris… En concreto, con uno me han machacado. Se llama parecido a ese de la Dana de Valencia que comió en el Ventorro, Mayong o algo así.
El asunto es que me he hecho de ese club, me han convencido, me he puesto a jugar y ya voy por el nivel 37. Los tipos te felicitan cada vez que terminas uno, que consiste en emparejar cartas, dibujitos… y entonces desaparecen hasta que no queda ni uno.
He caído en que recuerdo a mi abuela haciendo solitarios con la baraja de cartas españolas cuando nos visitaba. Era una señora viuda, mayor y, claro, su hija, o sea, mi madre, atendía las tareas domésticas, por lo que ella podía dedicarse a semejante actividad ociosa.
También entran en mi móvil ofertas de audífonos, están empeñados en que me entere, aunque oigo bien. Pareciera que el tipo del móvil se ha enterado de mi edad y quiere colármela sin que me dé cuenta. Lo más desagradable es que también le ha dado por ofrecer seguros de decesos, y nunca se debe mentar ruina.
Pues el otro día, con mi nieto, para entretenerlo —ahora no hay tebeos, hay YouTube en la tele—, ofrecen todo tipo de dibujos animados y entretenimientos para los pequeños. Quien tenga a su cuidado peques de menos de 5 años seguro recurre a ellos.
Pues también intentan colarles sus mensajes sin que se den cuenta. Los hay bonitos y beneficiosos, pero otros son malos, malísimos, fomentando malos hábitos o el consumo de todo tipo de juguetes y artefactos inalcanzables para la mayoría. Mi esposa, abuela ejemplar en el cuidado de la alimentación y nutrición de nuestros peques, quedó —quedamos— escandalizados con una de las historietas que hacía promoción desmedida y descarada de chuches y todo tipo de golosinas nada recomendables en tan tierna edad.
El asunto que la ONU denomina “edadismo”, la discriminación por razón de edad, especialmente en personas mayores, es y ha sido una realidad, al igual que el edadismo en la infancia y juventud. En los extremos está más acentuado. En la pandemia hemos tenido edadismo generalizado y, en algunos casos, como en la Comunidad de Madrid, hasta explícito y por escrito. Además, cuanto mayor edad, mayor edadismo, mayor deterioro y mayor pobreza.
Para ser edadista, lo más importante es no tener la edad a la que se perjudica. Ahí está el ejemplo de la directora de Salud de la Junta de Castilla y León, Sonia Tamames, que ha dimitido después de decir que la pandemia de la COVID no ha sido tan grave, ya que afectó sobre todo a los mayores. Vaya, que como ya estaban cerca de morirse, que se adelantaran un poco no tenía tanta importancia.
Pues no. Los derechos humanos y el respeto son para todos y todas, y a todas las edades. Y tener una actitud crítica con lo que nos llega ha de estar siempre activada.
No me imagino lo que me fastidiaría, por ejemplo, si llego a los 120 años, y el Betis cada vez juega mejor al fútbol y llega a la final de la Champions League, y por una fatalidad me pusiera malo. Entonces, un edadista dijera: “Total, si ya le falta poco”, y no me echara la cuenta que cualquiera merece y me perdiera ese partidazo. Nunca se lo perdonaría y lo pondría como los trapos en el más allá.
