Por qué viene Sánchez a Sevilla
Ibas tú a traicionarme y me cogiste de la mano. Qué guay lo del Congreso del PSOE en noviembre. Un detalle traer al sur pordiosero la coronación a la búlgara del Emperador de la mentira, toda una declaración de intenciones querer contentar a los súbditos paletos con el impagable honor de albergar la mayor convención de lamebotas de occidente. Pedro Sánchez ha elegido Sevilla para escenificar su blindaje, para apuntalar un búnker que se le había empezado a romper por lo insostenible de la situación: los cinco días de reflexión y epístola, el cafreo del prófugo, el sindiós de la amnistía, la ausencia de presupuestos, los negocios de la banda del BAH (Begoña, Ábalos y hermano) y ese cupo que ha habido que revestir de debate con enjundia para que Illa y su cara de estar de prestado en los sitios sea investido y el kíe entre los kíes pueda seguir haciendo mortales con doble tirabuzón para seguir roncando en La Moncloa.
Esto último fue la gota que colmó el vaso, o la garrafa, porque no hay vaso que soportase tanta cantidad, de la paciencia de algunos varones que decidieron, con bastante más miedo que ganas, decir que no les parecía bien esto de pegarle un martillazo a la caja común, que a ver cómo iban ellos a explicarles a la gente de sus comunidades que había que pasar por debajo de la mesa del futbolín. De ahí que el líder supremo se haya lanzado a reorganizar su Gobierno y su partido. Hay gente que no aplaudió a Begoña lo suficientemente fuerte o que no supo esconder su alivio cuando el teatrillo de que se najaba. Por eso ha empezado esta semana con su reestructuración circular, ecosostenible y democrática poniendo a José Luis Escrivá a dirigir el Banco de España. Un ministro. El último precedente de una cacicada así fue con Franco. Chúpate esa, Francisco. Otra vez te ha doblado la mano el PM (no son las siglas de primer ministro).
Tiene todo el sentido del mundo que Sánchez se traiga esta reunión de groupies a Sevilla. Son naturales de aquí los tres máximos representantes de su club de fans: Alfonso Gómez de Celis, Juan Espadas, alias Harakiri, que se ha dejado barba para ponerla a remojar, y María Jesús Mintieron, masterclass de cinismo, después de un verano de silencio y piruetas, la que dio en el Senado, solo le faltó soltar un: ‘No lo llames concierto, dejémoslo en bolo’. Cómo no iba a venir a Sevilla a autoproclamarse guardián de su muro imaginario si aquí nacieron tres de sus más fieles pelotas. Además, ahora que los ERES no existieron y que cierto líder venezolano, al que se niegan a condenar, ha adelantado la Navidad, lo mismo viene aquí y promete adelantar la Feria.
Yo, por si acaso, ese finde, recomendaría poner a salvo la Torre del Oro, a ver si se les va a haber antojado a los catalanes y, ya que estamos, sacaría a patrullar al del pickpocket. Sánchez se cree que somos tan wena gente como sus escuderos. Pero Hispalis no paga a traidores.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.