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Pinceladas del árbol regado de la Cruz

Pinceladas del árbol regado de la Cruz

San Pedro, Cristo, Jesús…

Todas estas calles rebosaban agua dulce y áspera que calaron las entrañas.

Osuna casi acarició el tintineo de un palio que este año refulgía como nunca.

El tono rojizo del paso del Cristo hacía sonreír a esa camarera que quedó inmortalizada tiempo atrás en blanco y negro, sentada rezándole en silencio y plena armonía.

El cuerpo estilizado del Cristo de la Paz transforma la memoria en un quizás de aquellos que transitamos los breves callejones.

Todo en Él es refinado, hasta la agonía.

Me invitaste a mirar fijamente tu Cruz y la adoré, no como tu derrota, sino como un camino de reconciliación.

«Mirad, el árbol de la Cruz», porque el Viernes Santo en Osuna es el día de la Cruz. No hay cristianismo sin esa estaca que, en absoluto es inerte.

En la Victoria hay un atajo directo para llegar a Dios. Su uniforme es negro. Y el corazón ha de retumbar al escuchar tres sonoros golpes de llamador.

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Ojalá siempre quedase grabado este retablo andante de la armonía en slowmotion. La fervorosa letanía a esa mujer que parece que está en el hermoso patio del perdón de una casa rodeada de sus calas.

La Quinta Angustia nos deja una marca incluso donde nuestro entendimiento no llega.

¿Por qué, aun sin salir a la calle, vienes a mi encuentro?

Fotografías: Francisco Segovia, Carlos Bellido y Sergio y Clara.