Piedad aplicada
Al igual que en los saberes humanísticos o científicos, junto a los principios y teorías de los pensadores, científicos e investigadores, existe una rama dedicada a la aplicación de esos postulados a la aspectos prácticos y concretos de la vida real, lo que se denomina como conocimiento aplicado, tras la celebración del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular llega el momento de trasladar las grandes reflexiones surgidas en su seno a los lugares donde esa piedad popular se hace vida, o sea aplicarlas a la actividad interna y cotidiana de nuestras hermandades y cofradías.
Frente a las ideas que bebían del acervo común y ancho del cristianismo o de las últimas reflexiones de la Iglesia sobre la piedad popular –el terreno estaba bien abonado tanto por el magisterio del Papa Francisco como por la reciente y excelente Carta de los Obispos de Sur “María, Estrella de la Evangelización” –, han sobresalido en el Congreso algunas intervenciones que han puesto sobre la mesa planteamientos novedosos y estimulantes sobre este ámbito de la religiosidad.
Aquí entrarían la visión antropológica del filósofo francés Fabrice Hadjadj, que alertó del “desplazamiento de la religiosidad hacia formas de irreligión popular”; la mirada amplia e ilusionante para la autoestima de la piedad popular, “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia”, del profesor y teólogo argentino Carlos María Galli; y las esclarecedoras palabras del cardenal Farrell para las hermandades: “hay que evitar la frialdad de las relaciones”, que sucede “cuando se vuelven burocráticas y carentes de sinceridad”. Por ello, destacó la necesidad de que cada hermandad conserve una dimensión familiar, “para que siga siendo una casa”. En todas ellas, un alejamiento del cofradierismo formalista, cómodo y protocolario sin más que nos amenaza.
Y por supuesto, la ponencia de las Hermanas de la Cruz, por boca de la hermana María del Redentor de la Cruz, superiora de la Casa de Roma, que recibió aplausos unánimes y elogios encendidos. Aunque no hiciera más que recordar lo que se desprende del Evangelio y vive ejemplarmente el Instituto de las Hermanas de la Cruz. Importante aquí para el mundo cofrade, que a veces lo confunde, fue la distinción entre caridad, virtud teologal que “radica en la persona, no en las organizaciones, por lo que la misión de las hermandades es fomentar la caridad en los hermanos”; la solidaridad, virtud moral para “sentirse vinculados a las necesidades de los demás”; y la acción social, que “no es un fin es sí mismo, las hermandades no son entidades filantrópicas, es la manifestación externa del ejercicio de la caridad por parte de los hermanos y expresión de su solidaridad”.
Frente a una visión excesivamente cenital, ha quedado sin explorar, o si acaso solamente atisbado en alguna mesa redonda, el papel y la realidad de los laicos comprometidos en las hermandades y piedad popular, donde desde hace siglos son mayoritarios y desarrollan un papel predominante. Quedará para una próxima ocasión conocer el testimonio de primera mano, los afanes, las dificultades y los retos para el futuro de estos seglares –hombres y mujeres, y éstas cada vez más presentes– empeñados en mantener encendida la llama de la piedad popular y las hermandades, alrededor de los santuarios, en las grandes devociones, en este momento crucial de cambio de época, e intentando hacerlo con autenticidad, fidelidad a la Iglesia y a su propia historia y carisma que se plasma en cada imagen sagrada, en cada advocación, en cada lugar.
Entre las conclusiones del Congreso presentadas en la clausura por el Arzobispo Saiz Meneses bajo el alentador título ‘Una audaz renovación de la mirada’, figuran cuatro “líneas de fuerza” para las hermandades y cofradías y la piedad popular: “Encuentro, Reflexión, Contemplación y Compromiso”. Y, a la vez, siete conclusiones prácticas para llevarlas a cabo: “Encuentro con Dios y contemplación”, “Reflejo vivo de la comunión eclesial enraizada en Cristo”, “El misterio divino como fuente de la santificación”, “Fermento en medio del mundo, testimonio valiente del Evangelio en la sociedad contemporánea”, “Hacer presente el amor de Dios en medio de su pueblo”, “La formación cristiana, una prioridad en las hermandades” y, por último, “Creación de un observatorio sobre la piedad popular”.
Retos ambiciosos y de largo alcance para hacer descender desde la altura teórica de las palabras y reflexiones de este Congreso hasta traducirlos en la piedad popular aplicada y vivida dentro de cada hermandad, en la intimidad de cada devoción, en la expresión de cada manifestación de la fe de nuestro pueblo, por las que nos sentimos unidos a Jesús y María. Tras la siembra del Congreso, llega el tiempo de los frutos de que habla el Evangelio.
ANGOSTILLO
Marchena, 1967. Aficionado al periodismo, al arte y a la historia de nuestra tierra. En el mundo de las hermandades y la piedad popular desde hace muchos años. Lo que no se escribe, no queda.