Pepe Moral resucita en la Maestranza
- El de Los Palacios vuelve a respirar tras una tarde muy completa en Sevilla. Miura lidia otro extraordinario "Tahonero" en 3er lugar.

Rechinaban las ruedecillas de las maletas por los adoquines de Adriano al alimón de unas caras de cansancio cuanto menos curiosas. El final estaba firmado y llevaba el sello de la leyenda sobre el papel: Miura iba a cerrar un ciclo que dará que hablar en las próximas semanas. Tenia la tarde una serie de trasfondos importantes. Venía a finiquitar una feria importante más Manuel Escribano, Pepe Moral salía del ostracismo para encontrarse entre lo más complicado del abono y Esaú venía a intentar reeditar el éxito de la pasada temporada. El de Los Palacios, resucitó.
Sembró el terror en la Maestranza el cárdeno que hizo segundo tras librar con temple Pepe Moral el tremendo compromiso que es irse recibir al miedo en toriles. Lo que ocurriría después hacía años que no pasaba en la plaza de toros de Sevilla. Brincó en la puerta de la antigua enfermería en el tendido ocho para acabar en el callejón y echar al ruedo a policías, picadores y demás personas del lugar. En el salto, el toro sufrió una notable lesión en la mano derecha que se sumaba a la cogerá extraña de la pata trasera arrastrada de salida. Con la temperatura del ambiente caldeada, aprovechó Pepe Moral para soplarle tres limpias verónicas y dejar aquello boca abajo del todo. Se pidió con fuerza la devolución a una presidencia que estimó dejarlo en el ruedo. El palaciego, con su humildad a cuestas, con la vida en la muleta, le cortó una meritoria oreja a este prenda con una obra cimentada en el medio muletazo, en la media arrancada de un toro afligido pero infinitamente más potable y toreable que el primero. Faltó ceñimiento y ajuste, pero qué se le va a pedir a alguien que ha estado enterrado en los sótanos del toreo y que en su currículum, sólo tiene una corrida toreada. La estocada, perpendicular y algo caída, sí pudo ser obstáculo para conceder el trofeo.
Si iba a respirar Pepe Moral con el trofeo del segundo, tras lo realizado en el quinto y con otra oreja en el esportón debía engrosar su empolvada lista de contratos notablemente. Venir a Sevilla con todo lo que ha tragado para matar una de Miura y salir del envite con dos orejas. Como para no crecer en 2025. Vuelos sueltos del capote, las verónicas en los terrenos del sol enardecieron los tendidos. Tenía el entrepelao unos arrancadas inciertas, pegando ciertos tornillazos en el primer tramo de la faena. El torero de Los Palacios fue paciente hasta ordenar los desagradecidos movimientos del animal. A base de ponérsela y quitársela, de nuevo en ese medio muletazo, creció la faena hasta convencer plenamente al toro. Al natural, con esa forma tan excepcional de echar los vuelos, brotaron los muletazos haciendo rugir por momentos a la Maestranza. Faltaba un final, un cebo al público para acabar la labor. Acabó resultando la estocada el estímulo para levantar al público de los asientos. Se pidió con mucha, muchísima fuerza la segunda oreja, pero Macarena de Pablo Romero aguantó correctamente el trago. Enorme Pepe Moral, que relanza su carrera en Sevilla.
Muy en Miura, altísimo, el escurridito primero le dio un fuerte pitonazo en la cara a Felipe Proenza cuando, al salir del trance de Escribano en chiqueros, intentó fijarlo en el burladero del tendido doce. Violentísimo el movimiento por encima de las tablas para llegar al rostro del banderillero portugués. El de Zahariche, amplio de sienes, cazaba moscas lanzando el cuello tanto en varas como en banderillas. Escribano pasó un trago para colocarlo en el caballo entre tanta huida. Su profesionalidad y eficacia tapó el sufrimiento que seguía sufriendo en banderillas mientras el toro echaba la cara arriba en el encuentro. Con la muleta, imposible. Pinchó el de Gerena numerosas veces por una única razón: no le dejaba ni asomarse al balcón para meter la mano. El derrote que tiraba era apabullante. Sonó un aviso y acabó echándose. Vaya rato se pasó en el tendido. Con el cuarto, más de lo mismo. El peligro en las dos puntas del Miura, que no pasaba del embroque. Con la espada, ídem de ídem. Se engallaba la estampa de toro antiguo para no dejar pasar a Manuel. Lote infumable para uno de los triunfadores de la feria.
«Tahonero», un sardito de reata ilustre y recuerdo nostálgico, salió para engrandecer el honor del hierro que llevaba en sus cuartos traseros. De bravura excepcional, embestida entregada y clase extraordinaria, marchó al desolladero con las orejas en su sitio y sin honores. Encadenábamos, con esta de Esaú, la tercera larga en los terrenos de chiqueros. Suave en sus idas y venidas, en cada trance de la lidia comenzó a recordar de verdad a aquel que abrió, en la plaza de Utrera, la página de toros indultados de Miura. La lidia de Juan José Domínguez, ejemplar. Planeando y de profundidad abismal, el torero de Camas, en sus formas poderosas aunque antiestéticas y ciertamente ventajistas, lo llevó toreado en tandas de poder aunque ayunas de ceñimiento. Se dedujo un error que normalmente no se comete con el bravo, que es torearlo en el tercio. En los medios crece la casta. Será eso. El caso es que allí, en los bajos del tres, siguió regalando clase y recorrido el toro así como entrega y categoría mientras la intermitencia en la labor del sevillano tomaba protagonismo. Tardó una eternidad en caer tras la media estocada. El toro marchó a su nuevo destino con una ovación cerrada. Esaú saludó la ovación. Con el quinto todo fueron tirones, aunque el toro no es que facilitara estar delante.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
16ª de abono. Feria de Abril.
Toros de Miura: Correctos de presentación y variado juego. Extraordinario el 3º. Interesantes 2º y 5º. Difíciles 1º, 4º y 6º.
Manuel Escribano: Silencio tras aviso y silencio.
Pepe Moral: Oreja y oreja con petición de la segunda.
Esaú Fernández: Ovación con saludos tras aviso y silencio.

Crítico taurino de El Pespunte