
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.
No hay nada más antiestético y chabacano que un pelota. Todos los hemos visto y padecido, a todos alguna vez nos ha embargado esa sensación de vergüenza ajena que nos ha llevado a sonrojarnos por los que no se sonrojan, por los buitres castrados, por los lustradores de espaldas. Ellos asienten de manera hiperactiva como queriendo demostrar que es ligero el equipaje de sus cabezas, sonríen abriendo mucho la boca cual si alardearan de lo que pueden llegar a tragar, aplauden y se destrozan las palmas de las manos haciéndolo para borrar cualquier atisbo de verdad.
Minimizan los errores, magnifican los aciertos, caramelizan los oídos de las personas a las que entregan sus halagos de bazar. Critican las críticas y a los críticos, desprecian a los otros pelotas llamándoles pelotas. En las olimpiadas de la carroña se compite con el amor propio en bolas, con el sentido del ridículo dopado. Se acordarán de que en su clase estaba el pibe de las primeras filas que levantaba solemnemente la mano para preguntarle al profesor lo que acababa de explicar con el fin de mostrarle un interés contradictorio, ese que cruzaba los brazos y cuando la gente estaba de cachondeo, armando jaleo, mandaba a callar con alguna lindeza del tipo «hay algunos que queremos aprender» y miraba al maestro para cerciorarse de que había escuchado su defensa. Sí, sé que se acuerdan de él. Al igual que se acuerdan del que formaba parte del séquito del masca y lanzaba un insulto vestido de chiste para ver si se ganaba la carcajada y la aprobación de una tribu que en el fondo lo despreciaba.
No suelen ser originales los pelotas ya que, al entregarse al baile del agua, matan su personalidad. Aunque aquí en Sevilla, donde se chupan los culos de maravilla, tengan una de sus mecas, están por todos lados: en las oficinas, en las barras de los bares, en las redes sociales, en las redacciones, en las sedes, en los parlamentos. Están los pelotas de ‘bocación’, sí, con b, y luego están los que quieren ser líderes, la variante trepa. También están los líderes pelotas, que le hacen la rosca a su líder superior y a toda su parentela. Esos son los profesionales del doramiento de píldora.
La política y el periodismo son los hábitats predilectos de esta especie. Ahora, más acentuado que nunca, lo vemos todos los días. Desde las sesiones de fisioterapia pública de la masajista Intxaurrondo (Hincha-Urrondo) a la masturbación posverdadera del negro de Negre- FJL- con Albizum y el Hyperman de Amurrio, al que ahora los que antes le tocaban el bíceps diciéndole lo fuerte que estaba empiezan a llamarle cobarde y tibio. Nos lo vamos a pasar bien con esa guerra. Desde el culto verdulero a la reina de la fruta a las ovaciones de foca cateta, insultos incluidos, de la vicepresidenta secunda, MJ Mortero.
En realidad, no me preocupa que haya políticos pelotas, siempre los hubo, lo que me inquieta es que haya ciudadanos que le hagan la pelota a políticos pelotas, que esté en extinción el peatón insurrecto, crítico, leído, que no le gusta que le tomen el pelo. El problema no es que ellos traguen mierda, el problema es que les aplaudamos por tragar mierda. Quizás ese sea el verdadero fango del que hay que ocuparse.
