Pedro Balín
Un periodista de la Vanguardia, al que nosotros llamaremos Pedro Balín, ha publicado esta semana el siguiente tuit en respuesta a un usuario: «Eres valenciano. Mete la cabeza en el wáter y tira de la cadena. Se llama ‘dana doméstica’. Lo vas a gozar». Así, y se quedó tan pancho, seguro que orgulloso de semejante derroche de ingenio. Sí, estas cabecitas funcionan de esta manera, creen que todas las mierdas que paren son geniales y transgresoras.
El problema vino cuando el comentario se viralizó y pudo comprobar que la gran mayoría de los mortales son tan paletos que, en vez de aplaudirle y alabarle su exquisito gusto, decidieron cagarse en toda su estirpe. Pobres analfabetos, debió pensar nuestro intelectual, que ya estaba montándose su estúpida coartada desde esa atalaya ficticia en la que pacen los líderes de opinión de la izquierda contemporánea de nuestro país. No obstante, por lo que fuera, llámenlo canguelo o vergüenza, decidió borrarlo. Pero claro, ya estaban circulando las pertinentes capturas con el original chascarrillo.
Miren, soy de los que piensa que un mal día lo puede tener cualquiera, que todos estamos expuestos a que la vanidad nos derrote, a que el orgullo nos pille en un renuncio, a que un cubata a destiempo nos nuble el juicio, nos suelte el dedo y la lengua y nos haga recitar burradas de las que nos arrepentimos en el mismo instante en el que las decimos. Todos hemos perdido los papeles alguna vez, nadie es infalible. Pero este caso es distinto porque estamos hablando de un cretino integral, un capullo reincidente de esos que se las dan de polémicos y no llegan ni a bocachanclas rasos. Un gafitas pregonao con ansias de protagonismo que va de enfant terrible y solo es un roedor jugando a hacerse el incorregible.
Pedro Balín es el típico esnob que no se entiende ni a sí mismo, un pedante que al mismo tiempo se disfraza de moderno y hace el indio pensándose revolucionario. Pedro Balín es ese tío que se creía especial por despotricar contra Rafa Nadal desde su cheslón en busca de un casito que inspiraba ternura, como un nenito consentido al que unos cuantos iluminados le ovacionan sus impertinencias. En su defensa dirán que es un hombre culto, muy leído y versado, pero nadie está poniendo eso en duda. La cultura no te exime de ser un tonto a las tres con balcones a la calle. Un personaje lamentable con más ego que razón, abonado a estupideces y ripios previsibles de gentuza de su calaña. Relata del de Manacor, pero a él también se le ve el cartón de lejos. Y así le luce el pelo.
Pedro Balín es tan soberbio que en lugar de pedir perdón y solapar sus labios, ha decidido adoptar una grotesca pose de héroe, cómo no, contra el recalcitrante y peligroso fascismo, encarnado, esta vez, por el perfil al que contestó: un bot con 1954 seguidores que tiene como avatar un dibujo de un loro con un parche pirata y que, para colmo, se hace llamar ‘Cotorra española’. Esos son los temibles nazis contra los que luchan nuestras brigadas antifascistas. Ayer mismo nos aclaraba muy serio el valeroso Balín que no se iba a poner el candado en su cuenta. Oh, Pedro. Gracias, Pedro. Alabado seas, Pedro.
Este figura es de esos especímenes que cuando meten la pata hasta el fondo, lejos de tratar de sacarla, siempre se las arreglan para darle a sus pifias una pátina de épica e insurrección que acaba por añadirle a todo un plus de bochorno. Y sí, este prohombre que va de incorrecto y que se trabaja el rollito de que no se casa con nadie, es el mismo que al primer silbido le mueve el rabito a Sánchez y va en busca de todos los palos que le tiran. Ahí hace pocas chanzas el muy bufón. Sujetos como Balín son los que van pregonando el salmo de la máquina del fango y repartiendo carnés de periodistas a los demás. Ya ven, él, que hace un mes y medio se rasgaba las vestiduras y exigía dimisiones (solo de políticos de derechas, claro) y que ahora, con la gente aun viviendo entre ruinas, se da el lujazo de manosear la catástrofe con su puto cacharro. Creo que no es muy complicado entender lo poco que le importaba a este indeseable el sufrimiento de los pueblos. Solo quería sacar tajada, rédito político, ser un destacado siervo de esa cohorte de palmeros entregados a la indignidad. Esos fanáticos que anteponen la ideología a la humanidad y el sentido común.
Por eso Balín es de los cortesanos que ven estupendo que tengamos a un Fiscal General del Estado que filtre secretos y borre pruebas, a los que les da lo mismo que el hedor de la corrupción sea irrespirable y que esté imputado ya hasta el apuntador. Ahí no tiene la lengua tan larga ni es tan sagaz como con lo de Valencia. Cómo va a serlo, si él también ha borrado el mensaje y le falta que dos desvergonzados más de la sincronizada decidan apoyarle públicamente para empezar a exigir que le pidamos disculpas por no valorar su magistral lección de humor negro. Que no entendemos la ironía he llegado a leer por ahí. Ajá.
Balín, que cada vez que diserta sobre algo cree que está disparando con ametralladora, es un simple botarate que porta un arma trucha, de aire comprimido. Pedro Balín es Pedro Vallín, un pobre hombre que nos haría un favor a todos si metiera su mollera debajo de la ducha fría y tirara de la cadena después de defecar las gilipolleces que salen de su boca. Nos lo gozaríamos nosotros y se lo gozaría él, que así por lo menos podría evitarse dejarle claro a toda España que no es más que un maldito imbécil.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.