¿Pedir perdón el rey de España?
Una carta invitando a pedir perdón al rey y al papa por la conquista de América. Este parece ser el origen de la actual crisis diplomática entre México y España. El rey Felipe VI no contestó pidiendo disculpas por un hecho acontecido hace más de 500 años, a dos siglos de la Independencia de México en 1821. Una conquista realmente indigna de ser llamada colonización, pues dista a todos los niveles de las colonias inglesas, francesas y holandesas, dejando a España en un lugar moral y culturalmente más elevado en la historia universal, si tenemos en cuenta los parámetros culturales de la época.
Pero esta crisis diplomática no ha alcanzado a la Santa Sede. ¿Por qué? Amigo Sancho (entiéndase López Obrador), sepa usted que desde el año 2000 en adelante, 3 papas 3 han pedido perdón no solo por las ofensas de la Iglesia durante la conquista de América, sino también por los crímenes contra los pueblos originarios.
Todo comenzó con san Juan Pablo II, que propuso en el marco del Jubileo del año 2000 una purificación de la memoria, que consistió en un proceso de liberación de la conciencia personal y comunitaria de todas las culpas y resentimientos del pasado. Esta idea por la que hoy nos hacemos responsables de lo que pasó hace siglos se funda en la noción del pecado original: más allá de la responsabilidad personal, nuestros actos de desamor generan un mal en cadena que afecta a los demás, y que incluso se puede prolongar a través de generaciones que no mancharon sus manos, pero sí prolongan los efectos del mal; máxime si sobre ese acto de violencia o de egoísmo se fundan estructuras de sometimiento y opresión. La Iglesia se disculpó entonces por toda su leyenda negra. No dijo “esto no es mío”, “hoy no somos responsables de aquello”. Y, por si fuera poco, Benedicto XVI y el papa Francisco se han reiterado en esta idea en diferentes lugares y ocasiones.
“No, no pido perdón. Para qué, si me va a perdonar porque ya no le importa”, cantaba Sabina. No fue así con la Iglesia, envuelta a lo largo y ancho de Hispanoamérica en diferentes procesos de emancipación desde Bartolomé de las Casas o el astigitano Francisco Ximénez hasta la Teología de la Liberación, pasando por Chiapas. En efecto, “difícilmente hubiese sido posible la gesta zapatista sin la pastoral oficial de la diócesis cristobalense”, como sostiene Enrique Marroquín, Investigador del Centro de Estudios sobre las Revoluciones en México. Es más, hasta el mismísimo grito que desencadenó la Independencia mexicana lo dio el cura Miguel Hidalgo mientras repicaba la campana.
La Conferencia Episcopal mexicana solo tuvo que recordarle a López Obrador que ya iba tarde y que, claro, entendían que él no lo supiera porque no era mucho de leer al papa y eso. En fin, que todos amigos. La pregunta ahora es la siguiente: ¿No podemos hacer lo mismo en España? ¿O pedir perdón es solo cosa de curas? Y cuando digo pedir perdón no es sucumbir a chantajes diplomáticos, provocaciones oportunistas ni falsas polémicas populistas como la que actualmente vivimos. No. Me refiero a depurar nuestra memoria colectiva, purificarla. Me refiero a saber establecer las bases de un proceso, en primer lugar, de reconciliación nacional, y, en segundo lugar, de establecimiento de unas relaciones internacionales renovadas y libres de resentimiento, donde la memoria histórica no sea memoria del reproche y de la culpa, sino depuración de la conciencia de nuestro pueblo.
La Iglesia lo ha hecho y muchos dirán que no paran de tirarle a la cara trapos sucios de todos los colores y épocas. Hay cosas que, es cierto, no dependen de uno. Pero sí dependía de la Iglesia pacificar su memoria, aceptar su pecado, pedir perdón por su culpa y aprender de su experiencia. Y lo hizo cuando estrenamos el nuevo milenio. Muchos se negaron, pero Wojtyla hizo verdadera pedagogía de la fe para explicar el sentido profundo, transformador y liberador de este acto.
Por eso creo que, si la política no renunciara a su labor pedagógica, hoy la comunidad internacional sería más fuerte. No es imposible. El siglo XX fue testigo de una lista interminable de líderes que encabezaron procesos complejos porque fueron maestros del pueblo.Gandhi, Monnet, Churchill, De Gasperi, Adenauer, Schuman, Juan XXIII, Luther King, Mandela, de Klerk, monseñor Romero, Ellacuría, Rigoberta, Desmond Tutu… Hemos caminado entre auténticos gigantes. Hoy los necesitamos para continuar transitando por el camino de la reconciliación nacional y entre pueblos hermanos.
Hubo una persona que suscitará siempre divisiones políticas, pero nunca deberíamos poner en duda lo listísimo que era. Me refiero al comandante Fidel Castro, que sostuvo siempre que a España le interesaba más mirar a Hispanoamérica que a Europa. Hoy, sin salir del marco de la Unión Europea, a España le sigue interesando consolidar relaciones de confianza con los pueblos hermanos de la otra orilla, con quienes mantiene un vínculo histórico, lingüístico, cultural, religioso y de valores mucho más consolidados que los que hemos sido capaces de trabar, por mencionar algunos, con fineses y suecos. España podría ser la gran puerta cultural, comercial y energética del mundo hispano en Europa. Establecer acuerdos que favorezcan y simplifiquen el tránsito de personas, las transacciones comerciales, los proyectos de investigación o la colaboración universitaria, entre otras muchas áreas. No seremos menos europeos ni más bananeros por eso, ni mucho menos. ¡Qué torpeza!
¿Pedir perdón por los aspectos negativos de la conquista? La Iglesia lo hizo. Amigos biempensantes, ¿tendremos algo que aprender?
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.