Paredes sin gritos


No veo reflejada a la Semana Santa de Sevilla en la mayor parte de los carteles pictóricos que sobre ella se editan en las últimas décadas. Contemplo obras de arte más o menos afortunadas de artistas plásticos, en su inmensa mayoría de reconocido prestigio en ese ámbito y con una trayectoria relevante en el mundo del arte contemporáneo. Pero esas obras, por lo general, no logran hacerme una idea cabal que represente y anuncie lo que es nuestra Semana Santa. La fiesta de Dios en las calles, que se celebra en unas fechas concretas, según unos códigos y maneras depurados por siglos de historia alrededor de nuestras imágenes sagradas, en los que la devoción religiosa se entremezcla con la vivencia ciudadana y popular.
Sí la veo, sin embargo, en muchos de los carteles fotográficos que publican por estas fechas tertulias, colectivos y instituciones de todo tipo, aún en la modestia o sencillez de muchos de ellos. Tal es la capacidad de la fotografía de representar la realidad, de aunar y proyectar vivencias y sentimientos colectivos, y de evocar lo que muchos sabemos y vivimos y otros, a través de ella, pueden recibir como estímulo para acercarse a conocerla. Esta es, o debe ser, la misión primordial de un cartel que anuncie o difunda algo. Como a tantas cosas que rodean a la Semana Santa actual, no hay que pedirle mucho más.
En aras de la supuesta superioridad del arte de la pintura se ha preterido al arte fotográfico. Y ello a pesar de las grandes firmas que han plasmado auténticas obras de arte a través de sus objetivos, que nos han hecho vivir y recordar la Semana Santa en la distancia o en la intimidad. Pensemos en nombres antiguos como Serrano, Arenas, Gelán, Sánchez del Pando o Albarrán,…, hasta llegar a la pléyade actual de grandes fotógrafos que, a buen seguro, almacenan en sus discos duros espléndidos carteles non natus. Un ejemplo excelente y a la vez cercano lo tenemos en los veteranos y queridos Fernando Salazar y Ángel Bajuelo, que en las diecisiete ediciones de su revista “Cuaresma” -búsquenlas, no es difícil, y se sorprenderán- han ofrecido magistrales carteles fotográficos en sus portadas, y que sin necesitar palabras -esa es otra, las prolijas explicaciones que conllevan, en ocasiones, los carteles pictóricos- anuncian con emoción la llegada de una nueva Semana Santa y con exactitud lo que en ella se celebra y acontece.
Fotografías que, al verlas fijadas en gran formato en escaparates y establecimientos, o agolparse en la pequeñez de nuestros teléfonos móviles, son verdaderos gritos en la pared que las llenan en plenitud. Que nos llaman con fuerza a soñar, a revivir y a reconocer con facilidad la devoción religiosa de nuestras hermandades, familias y amigos, traducida en la belleza, la luz, los colores y las sensaciones que suponen las cofradías por las calles de Sevilla, frente a aquellos otros casos en que parece que las mismas paredes se quedan vacías, sin grito alguno que anuncie algo tan grande y tan de verdad como lo que en unas semanas va a suceder.
