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Panorama

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Las últimas semanas nos han dejado una publicación de gran interés. Se trata del número 22 de Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, revista de contenido seleccionado y elegante diseño. Este año, como en las entregas anteriores, encontramos en ella artículos de las más apreciadas firmas puestas al servicio de la investigación de la historia y del patrimonio artístico. No voy a citar nombres por temor a dejarme alguno en el tintero pero puedo asegurar que la mayoría pertenece a los mejores especialistas en las diferentes ramas de las humanidades, esas ciencias sin las cuales ninguno de nosotros sabría realmente de dónde viene ni podría interpretar la realidad. Monumentos, personalidades y objetos artísticos de Osuna, Estepa, Carmona, Écija, Sevilla, Cádiz, el norte de Marruecos, Madrid, Roma, París y La Habana, entre otros muchos lugares, aparecen estudiados, biografiados y explicados en los textos de esta entrega de Cuadernos. Es muy de agradecer a la asociación Amigos de los Museos de Osuna, y en especial al director de su revista, José María Rodríguez-Buzón, el esfuerzo que realiza cada año para poner a disposición de los lectores una publicación de semejante nivel, fiel a su cita aun en tiempos de pandemia.

Vamos con alguna efeméride. María de la O Lejárraga (1874-1974), conocida también como María Martínez Sierra —escritora de apabullante éxito en la persona de su marido—, nació un 28 de diciembre nada menos que en San Millán de la Cogolla. Esta población está considerada una de las cunas simbólicas del castellano y del vascuence desde el descubrimiento de las medievales glosas emilianenses, puestas en valor por Menéndez Pidal, valedor y amigo de Rodríguez Marín. Como el lector ya sabe, dichas glosas consisten en unas aclaraciones escritas al margen de un texto latino, clara señal de la pérdida del latín vulgar como lengua cotidiana e inteligible por todos, sustituida ya en el lenguaje de la calle por lo que hoy diríamos castellano y vascuence antiguos. La cuestión es un poco más compleja pero no creo que este sea el lugar de erudiciones filológicas. El caso es que esta muchacha riojana, de educación excepcionalmente progresista para una mujer de su época y de clase acomodada, casó con un escritor y, para evitar el rechazo que había percibido al firmar su primera obra, empezó a ocultar sus creaciones bajo el nombre de su marido. Así, María escribía obras de teatro y otros textos que el esposo firmaba tan ricamente y lo hacían célebre. El paso del tiempo, y la dignidad de Lejárraga como autora, sin embargo, pusieron las cosas en su sitio y hoy sabemos a quién atribuir los éxitos de Gregorio Martínez Sierra.

Durante esta semana, exactamente el último día del año, se ha cumplido el aniversario del fallecimiento de Miguel de Unamuno (1864-1936), maestro de maestros como Alfredo Malo, que tan buena semilla sembró en Osuna. Unamuno, hombre de carácter, solitario y gruñón como suelen ser las personas intelectuales, murió confinado en su casa de Salamanca, suspirando por una España que estaba siendo asolada por la sinrazón de los violentos. En aquella guerra, ahora lo sabemos, nadie venció ni convenció, todos perdimos, tanto que aún nos estamos lamiendo las heridas. Si alguien desea entender cómo era el Unamuno literato —del Unamuno comprometido o, mejor dicho, enzarzado políticamente tenemos suficientes muestras en los últimos tiempos en el cine o la televisión—, puede leer y disfrutar su novela La tía Tula, inspirada por la ternura y los mejores sentimientos.

Y, para acabar, una reflexión. Los habitantes de las poblaciones pequeñas miran con aprensión, a veces con miedo, a todo el que venga de fuera. Yo tengo mi grupo, en el que existen unos equilibrios de poder, y no quiero que estos resulten alterados. Es un impulso primitivo, originado cuando las comunidades eran de muy pocos individuos. Todos se conocían y de todos se sabía su origen, siempre cercano. La pregunta ¿y tú de quién eres?, tan corriente en boca de la gente de cierta edad en esas poblaciones pequeñas, obedece a una necesidad de origen ancestral, situar al interrogado en su lugar dentro de una árbol familiar conocido, propio, de aquí. Una vez colocado mentalmente el individuo en su sitio, la persona que pregunta sabe a qué atenerse. Pero he aquí que la historia no se entiende sin las migraciones, las migraciones son la historia. Desde que el primer hombre, o la primera  mujer, sintió la necesidad de horizontes nuevos, de una tierra donde prosperar por existir pocas oportunidades de hacerlo en la suya, millones de personas han atravesado mares, cruzado montañas, vadeado ríos hasta llegar a un lugar donde vivir en paz y progresar.

España ha sido a menudo tierra de acogida, de inmigración. Hoy día lo es, todos lo sabemos. Osuna lo ha sido durante toda su historia. Para limitarnos a los últimos siglos, en el XVIII, y según puede comprobarse en la Matrícula de extranjeros de 1791 conservada en Archivo Municipal, en la Villa Ducal había establecidos alemanes, malteses, italianos, portugueses y franceses en una cifra cercana al centenar. Los había comerciantes, artesanos, servidores domésticos y poseedores de oficios chocantes para los habitantes de las ciudades actuales, como castradores de cerdos. Muchos estaban perfectamente integrados, habían contraído matrimonio con mujeres de Osuna y eran padres de jóvenes ursaonenses, demostrando una vez más que la mejor forma de acabar con los prejuicios y los sentimientos xenófobos es hacer el amor, nunca la guerra. Cualquier posición cercana al nacionalismo, a señalamiento del venido de fuera porque viste de otra manera, habla otra lengua y creo que viene a quitarme algo, es un peligro para el bienestar de las sociedades, la antesala de los peores conflictos que ha conocido la historia. De aquí, del planeta Tierra, somos todos.

 

Imagen: San Millán de la Cogolla (turismodevino.com).

 

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Víctor Espuny

 

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