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Osuna y el Museo del Prado

Osuna y el Museo del Prado

El diecinueve de noviembre se cumplen dos siglos de la apertura al público del Real Museo de Pintura y Escultura, el mismo que décadas después pasó a llamarse Museo Nacional del Prado. Su apertura fue un logro de fuerzas ajenas a las clases conservadoras e incluso al país. El primero que intentó crear algo parecido en España fue José I, el rey francés. Durante su corto y accidentado reinado quiso imitar, aunque sin éxito, lo ya creado en Francia, donde estaba abierto el Louvre desde 1793. La otra fuerza fundamental vino de nuestros vecinos de poniente, los portugueses. María Isabel de Braganza, la segunda esposa de Fernando VII, sobrina carnal suya —era hija de Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey—, retomó la idea y puso todo su empeño para que al fin se consiguiera. Persona sensible e infeliz por lo desatendida que el rey la tenía, entonces joven y mujeriego, volcó su pasión y su talento en el proyecto. Curiosamente, por los mismos años, sus padres, reyes de Portugal y Brasil, trabajaban en la colonia portuguesa en la apertura de un museo en cierta forma equivalente, el Museu Nacional de Río de Janeiro, que abrió sus puertas en 1818 y, justo en el bicentenario, sufrió un incendio que destruyó el noventa por ciento de sus valiosas colecciones, sobre todo antropológicas. La memoria de la humanidad es frágil.

María Isabel de Braganza se rodeó de las personas que estimaba más capaces para la consecución de su proyecto en Madrid. Una de ellas fue el romano Luis Eusebi, a la sazón pintor de cámara sin sueldo, nombrado por la Reina en 1818 primer conserje del futuro museo; Eusebi tendría a su cargo la redacción de sus primeros catálogos. El pintor italiano había sido conocido de los duques de Osuna Pedro Téllez-Girón y Pacheco (†1807) y María Josefa Alonso-Pimentel y Téllez-Girón, padres del príncipe de Anglona y abuelos del célebre, por manirroto, Mariano Téllez-Girón. De ellos, y de Manuel Godoy, había recibido Eusebi encargos artísticos desde su establecimiento en Madrid, allá por 1795. Otro de los artífices del proyecto está aún más ligado a la casa de Osuna. Se trata del primer director del museo, José Gabriel de Silva-Bazán y Waldstein, marqués de Santa Cruz. El marqués de Santa Cruz, elegido para el puesto en 1817, tuvo a su cargo, plenamente ejecutivo, labores como la realización del primer inventario conocido de las colecciones de arte reales, la selección de las obras que iban a exponerse, la manera adecuada de trasladarlas desde los reales sitios y otras muchas cuestiones prácticas e imprescindibles. El marqués de Santa Cruz estaba casado con Joaquina Téllez-Girón y Alonso-Pimentel, hermana del X duque de Osuna, modelo para el célebre cuadro de Goya titulado La marquesa de Santa Cruz y futura aya de Isabel II y su hermana Luisa Fernanda.

El día de la inauguración, el museo ponía a disposición de los visitantes varios centenares de lienzos, todos de pintores españoles. Era un momento histórico, un día de gran significación cultural que no pudo vivir la reina María Isabel, fallecida un año antes en uno de los peligrosos partos de la época.

Meses después de la apertura del museo sobrevino por clamor popular el llamado Trienio Liberal, que comenzó siendo un proyecto ilusionante y acabó de manera traumática, como a menudo acontece con los cambios radicales de gobierno. En su inicio, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de Cádiz y se produjo el lógico relevo en los puestos altos de la administración. El marqués de Santa Cruz, a quien el Museo del Prado debe tanto, fue destinado a labores diplomáticas y su puesto al frente del museo pasó a ser ocupado en abril de 1820 por su cuñado Pedro Téllez-Girón y Alonso-Pimentel, príncipe de Anglona. Nuestro Téllez-Girón, hermano del inoperante y falto de empuje X duque de Osuna, ocupó el cargo hasta 1823, cuando tropas enviadas desde Francia restauraron a Fernando VII como rey absoluto. Anglona tuvo que huir al exilio y su cargo fue ocupado por José Idiáquez y Carvajal, marqués de Ariza y Estepa, de ideología también liberal pero no tan identificado con ella como el príncipe de Anglona, defensor público de la Constitución de Cádiz en las tribunas madrileñas.

Todos estos personajes, la mayoría cercanos a nuestro pueblo de una u otra manera, forman parte esencial del Museo del Prado. Está bien que se sepa, que se proclame incluso, aunque solo sea para reavivar el merecido prestigio de la marca Osuna.

Víctor Espuny

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Imagen: María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado. Bernardo López Piquer (1829).

 

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