Noche de Halloween

Ya está aquí otra vez el otoño. Un año más vuelve a irrumpir por estas fechas la suave nostalgia emparentada con ciehalloweenrta tristeza para algunos. Estación de días grises, de ropas de entretiempo y mantas que transpiran olor de armario. Tiempos de charcos, catarros y mosquitos que se van. En otoño el mar se contempla desde la barrera, la naturaleza se muere poco a poco y nos ofrece colores pálidos en las calles y paisajes con hojas muertas. Presagio de nieves y lluvias estruendosas (Santa Bárbara bendita que en el cielo están escritas) que alejan los recuerdos del verano. En el cielo de otoño las estrellas juegan al escondite con una marabunta de oscuros nubarrones; negro fondo de escenario para rendir culto a los santos y a los muertos.

A toda festividad le antecede una víspera, en este caso representada en una mala escenografía. Hablo de la noche de Halloween (31 de octubre). Difícil de pronunciar pero se escribe así. Una invasión de terror que descubre la esencia del miedo del hombre por el adiós a la vida. Creencias tan ancestrales como la propia muerte. Noche de Halloween.Una fiesta pagana donde la iglesia metió mano por intereses propagandisticos. Por otra parte difícil de concebir (por contradictorio) que esta celebración sea beneficiosa para el cristianismo. Ritual satánico (antesala de la Navidad) que tampoco se para que sirve fuera del escaparate comercial exportado por la cultura yanqui. Noche de Halloween. Noche de fantasmas y misterios que se abre paso al oscurecer. Las calles de la ciudad se entregan a los espíritus fanáticos que vagan juntos con nosotros: los buenos y los malos, los físicos y los sobrenaturales. Noche de mal fario y brujas perturbadas que enmascaran la felicidad aparente y la irrealidad con que la Luna ilumina a diario nuestras calles. A una hora de la noche el contoneo solitario de una mujer se vende en la ciudad, no es esta la vida que soñó cuando niña. Pero esta noche será suya endemoniadamente. Es noche de Halloween. Ella cambiará el maquillaje que oculta su pena a diario por un disfraz y la diversión tétrica, se desnudará en el burdel del infierno por un plus espiritual y simulará su tristeza. Mañana las lágrimas seguirán alimentando las curvas de su cuerpo por un precio concretado y la conjura contra su desgracia le seguirá maldiciendo. En una guarida marginada de la ciudad un joven busca detener su vida a golpe de jeringuilla; experimenta el insensato lo que no le toca. Es la noche más paranoica para la desinhibición y éxtasis total. Es noche de Halloween. El atrape fantasioso traslada sus neuronas a los dominios macabros para inyectarse lo prohibido al ritmo que marca el «baile de la muerte”. Ignora que la euforia intravenosa le llevará una noche cualquiera a un mundo misterioso sin retorno. Es noche de Halloween. Por suerte sólo se quedará en eso, en una noche más de otoño, que como todas, tendrá su amanecer y brillará el sol. Al alba los jóvenes del mañana despertarán peleando por el mundo nuevo y limpio de maldad. Los adultos nos olvidaremos de tropiezos o desengaños del día a día y daremos rienda suelta a los deseos ilusos de tocar con la yema de los dedos la felicidad plena. Todos sabemos que la vida es bella, que existe el universo y, aunque solo sean por unas horas, no todos nos acostumbramos a vivir de espaldas a él.

Aquí están nuestras tradiciones y sus detractores que se acaloran en su contra también, claro que sí, pero son nuestras y no de la Conchinchina. No hay porqué aparcar a nuestros santos y difuntos, y si de lo que se trata es de asustarnos un poco esa noche, pues colocamos una foto de «Carmen de Mairena» en la mesita de noche. El otoño nunca viene solo. Éste como tantos otros alegran el estado del alma llenos de trenes economatos aparcados en vía muerta que me llevan al pasado: el ocaso del Sol en el horizonte de un mar de olivos y castañas de Marcial. Vivamos la vida sin olvidar. Hasta siempre Halloween.

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Antonio Moreno Pérez

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