No te nos mueras nunca, carajo
Yo me asomé al mundo en un mes de abril de hace 21 años en este más acá llamado Andalucía. Yo tenía un carnet del Betis, un colegio de pago, una mesa camilla y una inevitable cara de culo de vaso. Yo tuve una sillita en el asiento de atrás de un Scenic plateado desde la que pedía que me pusieran “la del pirata”. De aquel rock que me entraba por las orejas como entra el agua fría en verano después llegar de la calle, se me quedó grabada una frase que, aunque no sabía lo que significaba, me sonaba a hallazgo de mapa del tesoro, a descubrimiento de una llave extraviada: “Si la vida se deja yo le meto mano”. Creo que mi primer gran dilema fue el de querer ser pirata antes que niño perdido, empatizar con ese Garfio que no era manco, sino cojo. Ahí te descubrí, y desde ese día hasta hoy.
Como dijo el otro causante de que yo dé la murga todos los sábados por la mañana en El Pespunte, llegaste a mí cuando la vida despierta y hace falta un gamberro que te invite a vivirla de una forma distinta de la que nos dijeron. Yo, mi, me crie, contigo, al calor de tu impostura. Tú y Juan Carlos me disteis de beber de la litrona de los clochards moribundos, me pusisteis en la mano el porro de la duda y me llevasteis, cuando tan solo era un niño con granos soñando con abrazar a Venus de Milo sin manos, por el sendero del cuestionamiento. Me convertí en el rojillo de la clase, en el alumno molesto. Descubrí que las verdades a veces pueden ser mentiras muy antiguas y propagadas.
Gracias a ti, aprendí que es mentira que sepamos lo que queremos, aunque todo el mundo tenga planes para nosotros, que no es cierto que no hayamos mentido, aunque haya adalides de la moral a cada dos pasos, que es falso que haya gente sin enemigos, que es un embuste que esos enemigos no tengan razón, que es una burda trola que haya que aceptar que el ombligo del mundo no somos nosotros. Me revelaste que no es verdad que sepan a vinagre los besos sin amor, que hay veces que es mejor contar media verdad al revés, que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Quizás por eso me decidí a escribir, para poder juguetear con las fantasías, para atraer lo deseado, para poder mentir en diferido.
Como no sabía a quién rezarle con tan poquita fe, me empapé de tu evangelio pagano. Me tumbé al raso de los días a ver como vuelan las aves de paso, le di un significado al ruido, comprendí que en él también podía haber música. Me enamoré de alguna Barbi Superestar, comprobé que al infierno se va por atajos, que en el Bulevar de los sueños rotos hay un tequila por cada duda pero que a las rondas no te invita nadie, que la vida es luchar porque gane el quiero la guerra del puedo, aunque también se puede ser feliz con dos latas en la nevera y un gramo de esperanza en lista de espera.
Por eso hoy te escribo a ti, al del corte de mangas al mundo, al ángel con alas negras, al de la dulce voz ronca, al hombre que consiguió capturar con sus canciones la amalgama universal de los sentimientos. Por eso, en este verano de buen vino y mala sombra, de confundir enanos con molinos, de viajar al abismo con alfombra, te dedico estas líneas, porque necesito que sean antes de que Afrodita requise la baraja de tu mano, porque sé que quieres que se le evite al fiambre el rip de la portera y el pariente, que el gori gori de la plañidera no tenga tu cuerpo tan presente. Y aunque sé que el traje de madera que estrenarás no está siquiera plantado, que el cura que ha de darte la extremaunción no es todavía monaguillo, lo hago para dejar escrito que cuando el destino te gaste la mayor de sus bromas macabras y te conviertas en inmortal, vengaré tu memoria a pedradas contra los cristales del tiempo, porque tú, Joaquín, has sido mi mal y mi bien, mi pan y mi vino, mi pecado, mi dios, mi asesino. No te nos vas a morir nunca, carajo.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.