Navidad, dulce Navidad

A fuerza de calendario estamos ya inmersos en las antiguas saturnales, en la vorágine y en el trajín y ajetreo de las fiestas navideñas, es decir, comprando y comprando, que así es como celebramos en Occidente la Natividad del Señor en la Tierra, el nacimiento del Niño Jesús en Belén. La Navidad es un negocio redondo seudoreligioso y seudoespiritual, cuya idea abstracta responde al capitalismo salvaje de los norteamericanos y cuyo brazo ejecutor es el consumismo desaforado del mundo globalizado, que no es otro que el occidental. Hoy día el planeta del Niño Jesús está sometido a dos peligros, a dos miedos de naturalezas diferentes, pero que no dudan en mancharse las manos de sangre humana, a saber: el fanatismo económico y financiero de Occidente y el fanatismo religioso y descerebrado de Oriente. Occidente tiene encerrada la Estrella de Belén en la NASA y vende en serie la mula, el buey, san José con barba y cayado incluidos, las sayas de la Virgen, y canta villancicos al calor del dinero, que es el gran dios repudiado en las Sagradas Escrituras; el Becerro de Oro que tan seductor ponen en sus escaparates, para lampantes y pudientes, los grandes almacenes y los grandes centros comerciales. El niño Jesús no estaba en contra de la riqueza, sino de su abuso alienante y deshumanizado. La Navidad es una fiesta universal en la creencia del dinero que se tiene y se gasta sin pudor. Creyentes y no creyentes celebran las navidades, los creyentes porque no creen en el valor del dinero y por eso lo despilfarran, y los no creyentes porque adoran el valor del dinero y hacen virguerías para obtenerlo y gastarlo, y no mancillar así el espíritu navideño de Occidente. Actualmente la única epifanía y revelación de la Navidad son el marketing y la publicidad. Extraña mixtura de sensaciones y acontecimientos es la fiesta navideña: El sentido trascendental-gastronómico de la Nochebuena, el intrusismo del Tío Sam disfrazado de Papá Noel neoliberal, el paganismo furioso de Nochevieja y Año Nuevo y los Reyes Magos para cerrar la sangría económica; los Reyes de Oriente, que ya deben pasar de traernos incienso, mirra y otras resinas aromáticas, a nosotros lo que nos fascina es que le traigan oro, mucho oro al Niño Jesús, que ya nos encargamos nosotros de especular con él, y petróleo, mucho petróleo pérsico.

A Occidente le encanta la Navidad porque pretexta con un tierno bebé, el Niñodiós, perfecto y calladito, y en su nombre profana su mensaje espiritual y leyenda y monta una orgía consumista de órdago. A Occidente y sus ricos y potentados no le interesan que el Niño Jesús se haga mayor y revolucionario, tire por tierra la codicia y la propiedad privada desmesurada, se rodee de gente indigna y miserable y se dedique a desconcertar al personal marginado y oprimido con frases impertinentes: “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”. Ay, el Niño Jesús, que se hará mayor, porque soñaba con ser comandante en jefe de la legión de los lisiados por fuera y por dentro y disparar parábolas mortíferas contra las imposiciones sociales y morales.

A los occidentales civilizados y globalizados sólo nos gusta el Niño Jesús dormidito en el pesebre que está a la venta o con la cruz a cuestas, sin fuerzas, humillado, con el sello de la muerte en el valor de la esperanza y en la revolución de las conciencias, cuando ya no convence, ni subvierte, solamente conmueve. La historia de la humanidad es una locura, una locura sanguinaria a través de la cual hemos hecho algunos progresos interesantes, pero la historia del Niño Jesús es locura mayor. Aquel palestino apátrida en la paz; aquel nazareno, poeta practicante del amor. Un judío heterodoxo, profundo y diferente que hablaba de superar el odio y la ambición que nos conducen a destruir a nuestros semejantes. Un judío joven y atrevido que mataron al alimón el Estado Imperial y los sumos sacerdotes hebreos, cómo para salir vivo. Al Niño Jesús lo intentaron aniquilar y lo consiguieron las dos verdades más colosales y mentirosas de la Historia: el credo político y el dogma religioso. Los dos siniestros fanatismos que siguen matando a niños y a adultos, el fanatismo imperial y económico de Occidente y el fanatismo religioso de Oriente. Volvemos al principio. He aquí el misterio burdo del Hombre y del Hijo del Hombre. Volvemos a la mediocre revelación de nuestra condición. Es normal que nos atiborremos de mariscos, pata negra y mantecados y nos emborrachemos con cava y champán. No es extraño que el capitalismo y el neoliberalismo, aunque estén en crisis, nos narcoticen a base de buen comer y buen beber, total, si las ideas supremas y trascendentes ya estaban prostituidas y vueltas a prostituir. Supongo que el Niño Jesús ya se habrá dado cuenta de que el hombre no es un ente ideológico y ético, sino un animal acomodado y amaestrado por el consumismo y las multinacionales que velan por nuestras borracheras y cólicos nefríticos, que vuelven a casa por Navidad cantando: ¡Oh vamos Obama blues, que el mundo no parezca tan oscuro y negro, Tú tienes la respuesta, ya no está en el viento, oh vamos Obama blues!

Tenemos que celebrar la Navidad con todas nuestras ganas y galas, no podemos defraudar. A los ricos y poderosos de Occidente, Feliz Navidad y que el nuevo año 2010 siga siendo muy próspero. A los miserables y oprimidos del mundo, Feliz Natividad del Señor… Ojalá sea Jesucristo.

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Francis López Guerrero

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