Ná es eterno

Ná es eterno cantaba Camarón, ni se padece ni se fracasa para siempre. La clave está en no dejar de caminar, andar hasta que el destino ponga a las personas correctas en tu camino, embragar, acelerar y frenar hasta que los ojos anden y el pie vea. Sí, me he sacado por fin el carné de coche, a la tercera como dice el refrán. Toda la culpa de este demoledor triunfo la tiene Fernando, el Señor Miyagi de la automovilística, una persona capaz de convertir un desecho al volante en algo presentable, un potencial estampador de vehículos en alguien seguro, un despistado sin remedio en un conductor que entre a las glorietas vigilando el espejo. No hay malos alumnos sino profesores sin paciencia, no hay malos mentores sino pupilos sin constancia. Fernando me ha enseñado que la mejor docencia es la que hace de la conversación lección, que las personas interesantes son las más sabias, que es posible estacionar sin necesidad de darle amor a los de delante y atrás.

Resuelto el conocido como culebrón de la “L” (juro no volver a darles la brasa), aún andamos enfrascados en varios entuertos que permanecen abiertos. La absurda guerra de Djokovic parece que llega a su fin, al tenista número uno del mundo le ha salido mal su arrebato adolescente e inmaduro y parece que será deportado si no recurre. Cuando uno actúa como un quinceañero imberbe o como un deportista ególatra acostumbrado a que le rían las gracias, que viene a ser casi lo mismo, comete el error de solo mirarse el ombligo y pensar que el mundo entero confabula en su contra. Ese es el problema, que este tipo de personas ven más factible que el mundo entero ande sumido en un error que que por alguna remota casualidad sus divinas altezas hayan incurrido en una cagada. La vanidad, en dosis altas, es la más culpable de las ignorancias.

Por lo menos Novak se ha ganado su derecho a hacer el ridículo en el candelero público, no como algunos tiktokers, variante en auge del mundo influencer, que crean un contenido deplorable y chabacano dirigido a personas que ni siquiera han desarrollado su personalidad o que cumplida la veintena todavía siguen disfrutando con el culo, caca, teta, pis. En el universo TikTok, generalmente, triunfan personajes expertos en sembrarte la duda de si lo que están haciendo en la pantalla de tu móvil es impostado o si realmente se están mostrando tal y como son. Muchas veces, no sé lo que me preocuparía más. La plataforma es adictiva, y tiene mucho contenido interesante, pero alguno de los monstruos que ha creado son un verdadero peligro para una generación que se está criando haciendo scroll en la pantalla.

Esta semana, la plataforma se ha incendiado porque un tiktoker ha filtrado unas conversaciones de otro hablando con menores. El que acusa es un chaval con un tupé estudiadísimo que se dedica a polemizar con gente desde su cuarto, el acusado es un tipo de 27 años, adicto a las bebidas energéticas y con las neuronas justas para echar el día. El primero estaba tan preocupado porque el segundo le hablase a una menor, que no se le ocurrió ponerlo en conocimiento de la policía y prefirió colgarlo en una red social sometiéndolo a escarnio público, el otro defendió su inocencia en un directo dándose tortas en la cara cuando perdía los papeles. En fin, ná es eterno, excepto la estupidez, intenten alejar a sus chaveas de ella.

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Santi Gigliotti
Twitter: @santigigliotti
Fotografía: Unsplash.

 

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