Monumental estación de penitencia
Había ganas, y muchas, por volver a ver al Santísimo Cristo de la Misericordia por las calles de Osuna. Se presagió por la cantidad de fieles que acudieron a la misa que la Cofradía celebra a las 20:00 horas y que en esta ocasión presidió el sacerdote Ramón Valdivia, pregonero esta Semana Santa.
Segundos antes de las doce de la noche, la cruz que guía y marca el camino de un amplio cortejo traspasaba la puerta tras la que aguardaba una multitud que acompañó durante todo el recorrido a la talla gubiada por el gran Juan de Mesa hace 399 años.
Todo acompañó en una noche inolvidable. No hizo frío, no corrió una gota de aire. El único protagonista de la noche fue Él.
Por la cuesta de los Cipreses emergió la medida saeta de un Eduardo Rodríguez a quien le volvió a imponer tanto la Misericordia de ese cuerpo enjuto que tuvo que cambiar la letra sobre la marcha cuando el capataz ordenó a sus costaleros detener la marcha. El remate de la saeta fue conforme al momento que allí se vivió. A quienes amamos esta oración en forma de cante se nos escaparon varios olés en nuestro interior.
Ni una sola nube hubo que tapase a la luna, que no quiso perderse a una plaza de la Asunción engalanada con la multitud de fieles que aguardaban o acompañaban al Cristo.
El cortejo marcaba un ritmo elegante y casi sin pausa. El presidente del Consejo tuvo que acercarse a la presidencia para avisar al Vicario de que la cruz de guía estaba a punto de llegar al palco de autoridades. Oración en el mismo y subida.
El tambor ronco de Manuel Aranda marcaba un compás de una cuadrilla en una soñada estación de penitencia que su hermano mayor querría no haber acabado nunca.
A las 2:35, sí, no me he equivocado, el Santísimo Cristo de la Misericordia pasaba bajo el dintel tras los rezos de algunas monjas mercedarias que estaban asomadas para ver a quien tiene el inmenso poder de abrazar a toda la humanidad.
Una estación de penitencia sencillamente monumental.
Álvaro Reina
Fotografía: Clara Espuny