Miguel Vadillo, psicólogo: “Ojalá encontremos un punto medio entre un distanciamiento tan alejado como el que tenemos ahora y la cercanía exagerada con la que nos hemos relacionado anteriormente”
Ansiedad, nerviosismo, agitación, tristeza o ira, son algunas de las muchas emociones que nos deja esta nueva forma de convivir para intentar hacer frente a la pandemia. Nos enfrentamos a situaciones extremas, y es que la etapa pasada de confinamiento nos ha hecho vivir situaciones inusuales y de grave crisis que generan niveles extremos de incertidumbre y estrés. Según algunos expertos, aseguran que experimentar cierto nivel de ansiedad es necesario para no bajar la guardia para así poder hacer frente a las medidas de seguridad establecidas desde las administraciones.
Para profundizar más sobre el tema, hemos entrevistado a Miguel Vadillo, psicólogo y gerente del Centro de Psicología ‘Alegra’ y que está viviendo muy de cerca todas las secuelas que la pandemia ha dejado en nuestra sociedad:
-El miedo a la enfermedad del COVID-19, ¿está cambiando nuestra psicología?
No nuestra psicología en sí, sino la intensidad con la que se viven determinadas situaciones. Ahora, en general, somos más precavidos y tomamos más medidas de seguridad tanto físicas como psicológicas. Pero no ha cambiado en el sentido de que las personas que antes eran tendentes a padecer ansiedad, lo siguen siendo. Las que eran tendentes a padecer tristeza, lo siguen siendo. Y aquellas con fortaleza mental por encima de la media, lo viven con una mejor adaptación. Sí que ha cambiado, y será algo pasajero, el cómo el ser humano está interpretando los días y que hace que nuestro comportamiento sea diferente a hace unos meses.
-El confinamiento y el miedo a la enfermedad, ¿cómo ha afectado a pequeños, adolescentes, adultos y mayores? ¿Hay algún caso concreto o algún tipo de situación que por su especial particularidad se pueda destacar?
Podríamos decir que ha afectado a la población de diferentes edades, de forma diferente. Los mayores lo han vivido muy intensamente. Recordemos que esta población viene de vivir una vida dura, con restricciones, miedos,… algo que se ha vuelto a repetir, aunque en esta ocasión haya sido por causas sanitarias. También el hecho de que, en medios de comunicación, apareciese de forma continuada que las personas más mayores eran el grupo más perjudicado por esta crisis, no ayudaba a su tranquilidad.
Con los más pequeños nos hemos encontrado con dos situaciones: los niños/as que sabían con demasiada información lo que era el coronavirus y han desarrollado cierto miedo o rechazo al salir a la calle o a las simples relaciones sociales; y los niños/as que no comprendían que estaba pasando, sus padres preferían ocultarles la información y han pasado un duelo por pérdida de libertad. Creo que la situación idónea era la que englobaba una línea media entre estas dos anteriores. La explicación, en lenguaje infantil de la situación actual así como de las medidas que deben tomar a la hora de relacionarse, sin infundir miedo, sería la forma más adaptativa de transmitirles la situación.
Los adolescentes quizás vivieron dos etapas: la primera de rebeldía por no poder con su vida normalizada, sin llegar a ser conscientes de la importancia que suponía la situación; pasando a una segunda de concienciación, en la que han tenido un comportamiento, en general, acorde al tiempo que nos ha tocado vivir.
Los adultos por su parte, han sido los más preocupados: inestabilidad laboral y económica, preocupación por los más pequeños y los más mayores, teletrabajo con conciliación familiar en el mismo espacio físico. Han estado al tanto de todas las noticias, de las estadísticas, la famosa curva, siendo sobreinformados y, con una agitación mental tan alta que, en muchos casos, lo han vivido con altos niveles de ansiedad.
Aunque más allá de las franjas de edad, las personas que más se han visto limitadas por toda esta situación, han sido aquellas que, previamente, tenían ya relación con la ansiedad o la tristeza, personas con hipocondría, ansiedad generalizada, que han visto como su mecanismo de alerta se ponía de nuevo en alerta y, en este caso, fundamentado por algo real como era la probabilidad de contagio.
-Esta pandemia, de cara hacia el futuro, ¿podría hacernos más fuertes como especie? ¿Qué consecuencias podríamos tener?
Si lo miramos desde el punto de vista darwinista, imagino que sí, al menos en lo que refiere a este virus. Pero no creo que haya cambios de fortaleza a nivel psicológico. Si nos estamos encontrando en clínica, con personas que nunca habían tenido problemas de ansiedad, que han desarrollado algún trastorno de ansiedad por todo lo vivido.
-El distanciamiento social, ¿será algo pasajero o ha venido para quedarse?
No creo que, a día de hoy, nadie pueda responder a esa pregunta. Por el tipo de sociedad que somos, la forma en cómo nos relacionamos y lo que nos dice nuestra historia, votaría más porque será algo pasajero. Necesitamos de esa cercanía, ese roce. A nivel psicológico, la cantidad de endorfinas que produce un contacto físico, una simple caricia, no lo libera nada más. Por lo que se echará de menos y, a medida que vaya pasando el tiempo, nos acomodaremos y volveremos a nuestras rutinas anteriores.
Ojalá que mientras llega ese momento, hayamos aprendido a relacionarnos de una forma diferente y seamos capaces de encontrar un punto medio entre un distanciamiento tan alejado como el que tenemos ahora y la cercanía exagerada con la que nos hemos relacionado anteriormente.
-La situación de la pandemia, ¿ha podido crear un aumento de la discriminación en cuanto a los prejuicios y la xenofobia?
Estoy seguro de que sí y, creo, que ha ello han ayudado los medios de comunicación, los cuales, por su labor informativa, han estado buscando continuamente el foco inicial, dónde comenzó, dónde se produjo, quién lo transportó,… este tipo de mensajes, la sociedad los capta como: “buscando al culpable”. El ser humano necesita impartir justicia, lo que ocurre es que cada uno imparte la suya. Y cuando se produce una situación que se considera injusta o que nos gusta que esté ocurriendo así, solemos buscar al “culpable”. Por ello, ha corrido el discurso de que las personas de ciertos países, que hasta ahora no habían presentado problemas de convivencia, se les rechacen por la posible relación de su país con un primer brote. Eso es xenofobia.
-Pertenecemos a una cultura de calle, de acercamiento, ¿nos cuesta que a otras el distanciamiento basándonos en esta particularidad?
Creo que nos va a costar lo mismo que a otros países. Cada uno tiene una forma de relacionarse con sus iguales, pero esa forma ha cambiado para todos. El ser humano es un ser relacional, independientemente de la forma que utilice. Al cambiar la forma de relacionarnos para todos, la dificultad será más o menos la misma para todos los países.
-En cuanto a la tecnología, ¿preocupa el aumento y su uso excesivo?
Depende de las franjas de edad y el uso que se le dé. El teletrabajo autoimpuesto durante los meses de confinamiento nos ha descubierto la posibilidad de poder realizar nuestro trabajo de una forma diferente y, para muchos, más cómoda. Creo que esto sí ha sido un descubrimiento para la sociedad española, que si aprendemos a usarlo bien, puede ser un gran avance en la conciliación de la vida laboral y personal. También la tecnología nos ha ayudado a pasar con menos dificultad dos meses encerrados en casa, por lo que creo que le debemos estar agradecida en parte. Sí que es verdad que, como cualquier usabilidad, el exceso es contraproducente. Eso es lo que debemos controlar bien. Las horas que se le dedican a las nuevas tecnologías, las cuales deben ser compaginadas con un trato personal y otro tipo de actividades más vivenciales.
-Aunque a priori parezca complicado, ¿ha habido algo de positivo con esta nueva situación?
Se han visto situaciones muy positivas durante todo este tiempo: hemos vuelto a darnos cuenta de cómo una sociedad unida por una misma causa, es muy fuerte, hace que sintamos pertenencia al grupo y que seamos más responsables y empáticos con el que tenemos al lado. Lástima que esos sentimientos encontrados duren tan poquito. Nos hemos visto obligados a parar en una sociedad que iba muy rápido, se han mejorado relaciones familiares, hemos dedicado tiempo a realizar tareas que, habitualmente, las tenemos en la lista de tareas pendientes… En general, creo que nos ha ayudado a reencontrarnos con nosotros mismos y dar a valor a las personas que verdaderamente tenemos cerca y son nuestros apoyos.
-Por último, ¿han aumentado los casos de consulta psicológica con la llegada de la pandemia?
Han aumentado los casos de ansiedad, eso sí es cierto. Casos de diferentes problemáticas pero con una base de agitación mental y motora importante. Al igual que aquellos antiguos casos tendentes a padecer ansiedad, han vuelto a un retoque, ya que nunca habíamos trabajado una situación tan particular como esta.
Rubén Delgado
Periódico joven, libre e independiente.
Fundado el 24 de noviembre de 2006 en Osuna (Sevilla).