Mientras se coge el sueño
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.
Hace calor de sudar después de ducharse. La almohada es un flamenquín recién sacado de la freidora. Mientras se coge el sueño se activa el teletexto de la cabeza. Se me ocurren muchas ideas tumbado, pienso que es porque fluyen mejor los pensamientos, porque el silencio y la oscuridad asientan lo que han filmado los ojos durante el día. Seguro que si entro en internet y pongo algo cómo ‘¿por qué se piensa mejor al estar tumbado?’ habrá una entrada en Yahoo! respuestas dándole una justificación a mi teoría. Será verdad o mentira, pero alguien habrá soltado su parrafada. Google es una enorme biblioteca en la que se permite hacer ruido.
Me hace gracia nuestra relación con el buscador, están quienes meten las palabras clave de lo que les interesa, sabiendo que le saldrá lo de ‘quisiste decir’ en letras moradas y los reconducirá, y gente que pone literalmente dos párrafos. Se reían mucho mis padres cuando de pequeño, en la época del Emule y eso, en el cajón de la lupita metía: «quiero ver episodios de Oliver y Benji online y gratis en castellano no en español latino». Así, todo junto, sin comas. Alguna vez creo que llegué hasta añadir un «gracias». Ante todo, educación. Pero lo peor es que salían cosas, había resultados.
El insomnio es un viejo amigo al que suele invitar el bochorno. Conecta pensamientos, recuerdos, dispara la imaginación. Nos hace saltar de liana en liana por nuestro subconsciente. Ya íbamos por Oliver y Benji. No veas si eran largos los campos, más que ese libro que tengo en la mesilla y que me da pereza solo de mirarlo. Soy defensor del legítimo derecho a mandar a la mierda lo que no se aguanta, lo que no está hecho para ti. Hay lecturas que no enganchan, que son una tortura, somníferos instantáneos. Lo he intentado, pero hoy ni por esas me sobo.
Relleno la botella de agua en el grifo del baño, me miro en el espejo y me quedo mirando fijamente cara a cara. En verdad es una paranoia escrutarse a uno mismo. Bebo agua y cuando me vuelvo a tumbar siento que tengo una charca que suena en las tripas. Pongo la radio y escucho voces amables, vuelvo a pensar que la oscuridad es el rímel de las palabras, que adquieren sentidos más profundos. Hablan de cosas interesantes, hay gente que llama o que va camino de su currelo, oyentes que siempre terminan sus intervenciones felicitando al programa y agradeciendo la compañía que le hacen. Carajo, qué grande es España, cuántos pueblos, cuánta gente, cuántos tonos.
Al hacer la croqueta hacia un lado, la parte de la cama sobre la que ha estado mi cuerpo arde. Se me pasa por la cabeza poner el aire y dormir tapado hasta los dientes, pero sé que acabaré resfriado. Hay un momento en el que se empasta la radio y el monólogo interno, y uno cae rendido. Se apagan los fusibles hasta nuevo aviso. Si Dios quiere, que dirían los abuelos. Última ocurrencia: uno crece cuando esos ‘Si Dios quiere’ empiezan a darle más miedo que paz. Dormir es el simulacro de la muerte. Vivir es una realidad efímera. Mientras se coge el sueño uno no solo cuenta ovejas, también las esquila. Afortunadamente este insomnio era de calor, ya hablaremos de otros más jodidos, menos divertidos.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.
