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Menstruación y baja laboral

Menstruación y baja laboral

Las mujeres para los fines de semana, dijo el dueño del pub. Y lo dijo así, sin temblarle el pulso ni nada. Era verano de 1998, afuera caía un sol de plomo derretido, y en el pub se necesitaban manos tras la barra. Manos, sí, pero no contrato mujeres. Tuve a dos chavalas en mi anterior local, y un par de días de cada mes no venían al trabajo porque estaban indispuestas. O tenían que irse antes de terminar la jornada. Conozco el cuento. Para las noches de los viernes y sábados, vale. Tienen buen cuerpo, bonita sonrisa, y atraen clientes a consumir. También tienen buenas piernas para aguantar toda la noche en pie. Ellas trabajan, yo pago, y todos contentos. Pero si preguntas por trabajo para toda la semana y con contrato, un tío. Los tíos no tienen días malos ningún mes.

Madrid. Sobre 1930, más o menos. Congreso de los Diputados. Clara Campoamor, abogada, feminista, política de izquierda y republicana, toma la palabra. En su discurso, una vez más, defiende el derecho de toda mujer a poder acudir a las urnas y votar. También el que las mujeres puedan acceder y ejercer cargos de responsabilidad y gobierno en igualdad de condiciones que los hombres. Tras terminar su discurso, unos aplauden y otros protestan. Un diputado de los que protestan se pone en pie y pregunta a la diputada Clara Campoamor si de verdad cree que las mujeres tienen capacidad para gobernar como gobierna un hombre. No espera respuesta. El diputado responde su propia pregunta diciendo que si aprobáramos lo que usted propone y una mujer llegara a gobernar este país, sería lo peor que puede ocurrir, ya que cada mes todo el sistema de gobierno se vería afectado durante cuatro o cinco días por una grave crisis de nervios y desconcierto.

Finales de marzo del 2022, mediodía, y la ministra de Igualdad, Irene Montero, hablando por la radio y dice: <<La propuesta de ley sobre el aborto incluye la posibilidad de otorgar bajas médicas por menstruación incapacitante.>> Subo el volumen, y lo dicho significa que las personas que tengan reglas dolorosas que les impida desempeñar su trabajo con seguridad, con salud, y con el mínimo de bienestar imprescindible, podrán solicitar la baja médica, y así no tendrán que andar ocultando, engañando o pidiendo disculpas en su puesto de trabajo por menstruar cada mes. La ministra se despide, apago la radio, y ya os estoy viendo sonreír. No os tengo delante y, aun así, os veo soltar ese leve suspiro antes de mencionar la palabra <<chiringuito>>. Pero esa sonrisa y ese suspiro vuestro, herencia de los hombres mencionados en los párrafos anteriores, no es otra cosa que la máscara con la que intentáis ocultar la profunda rabia e inquietud que os produce todo avance del feminismo en pos de los derechos de las trabajadoras.

Calambres, náuseas, diarreas, vómitos y fiebre son algunos de los síntomas que pueden sufrir algunas personas durante la menstruación, pero esto, es algo que nunca se ha tenido en cuenta en el mundo laboral. ¿Por qué no se ha tenido en cuenta? Por el sistema capitalista y patriarcal impuesto por una gran mayoría de hombres en el que se antepone el mercado, a la salud y el bienestar de las personas. Los mismos hombres que hoy andarán diciendo cómo vamos a saber si le duele de verdad. Respuesta: de la misma manera que cuando un hombre dice que se encuentra mal y que el malestar que sufre le incapacita para poder desempeñar su trabajo, y el jefe, mirando el papel firmado por un médico, lo cree. Los mismos hombres que hoy preguntan qué empresario va a contratar mujeres porque entre la maternidad, la crianza y los días de baja por menstruación, no salen las cuentas. Respuesta: cientos de hombres y mujeres han luchado en pos de los derechos laborales, en pos de unas condiciones de trabajo dignas, y siempre se encontraban con el mismo discurso: no salen las cuentas. Y es que, si por el sistema capitalista fuera, el único tiempo de descanso que tendrían los trabajadores y trabajadoras sería el mínimo que les permita no reventar trabajando.

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Era verano de 1998, afuera caía un sol de plomo derretido, y a lo largo de estos más de veinte años he entrado en muchos pubs y discotecas de distintas ciudades, países, y continentes. En ocho de cada diez, me he encontrado con un buen cuerpo y una bonita sonrisa al otro lado de la barra. Unas buenas piernas corriendo de un lado a otro durante toda la noche. Un poco más allá, un tipo bien vestido, su buen peluco en su muñeca derecha, con un ojo pendiente en los vasos de tubo que se sirven hasta arriba de hielo, y el otro en la caja. Y puede que tuviera razón, me digo. Puede que los tíos no tengan días malos ningún mes si se dedican al ramo de la hostelería, o de la política, la construcción, la agricultura o cualquier otro oficio… Pero sí estoy seguro de una cosa: cabrones misóginos ha habido, y habrá, durante mucho tiempo.

Álvaro Jiménez Angulo


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