Memorias de un estudiante amnésico (24)

El edificio de la Fábrica de Tabacos fue construido en un terreno muy inestable, lleno de lodo y cercano a varias corrientes de agua. Es por ello que posee unos cimientos únicos en España, basados en arcos invertidos que delimitan paralelepípedos vacíos; para construirlos fue necesario vaciar de tierra hasta una profundidad de cinco metros una superficie aproximada de doscientos por doscientos metros. Y a pico y pala. Imagínense. Gracias a esta particularidad, el edificio posee una solidez excepcional y unas condiciones de temperatura y humedad constantes todo el año, ideales para la conservación del tabaco. Sus pasillos principales poseen una longitud cercana a los doscientos metros y, visualmente, parecen acuchillados por las fuentes de luz que los iluminan desde los costados, a menudo provenientes de patios bellamente ornamentados. Por su arquitectura y su actividad industrial, tan singulares, el edificio fue observado con agrado e interés por los artistas, que dedicaron tiempo a su reflejo. A los más conocidos, como Armando Palacio Valdés —creador de La hermana san Sulpicio (novela de 1889)— y Gonzalo Bilbao —autor de Las cigarreras (óleo sobre lienzo de 1915, conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla)—, hay que añadir el belga Constantin Meunier, a quien dediqué un artículo publicado en este medio en 2020. Pintor especializado en las condiciones de trabajo de mineros y obreros industriales, Meunier llegó a Sevilla a finales de 1882 para copiar El descenso de la cruz, de Pedro de Campaña. Obligado a retrasar su labor de copia varios meses por cuestiones burocráticas, el artista belga tuvo tiempo para posar su sensible mirada en el mundo de las cigarreras y dejar para la posteridad su Fábrica de Tabacos de Sevilla (óleo sobre lienzo de 1883, conservado en Bruselas, en el Museo de Bellas Artes de Bélgica).La Fábrica de Tabacos es sin duda un centro universitario que los amantes del arte y la arquitectura visitarán con agrado. En 1987, cuando comencé a estudiar filología en él, albergaba otras dos facultades: Geografía e Historia y Derecho. Eran como tres países distintos.

La facultad de derecho ocupaba, principalmente, la zona este del edificio, la que mira al Prado de San Sebastián. En él se celebró la Feria de Sevilla hasta 1972. Hoy está adornado por jardines que enterraron el proyecto, semi construido y paralizado por el Tribunal Supremo en 2011, de una gran biblioteca universitaria; el popular Prado era zona verde y así ha terminado siendo. En 1987, sin embargo, el Prado solo era un gran aparcamiento dedicado en parte a la celebración de conciertos multitudinarios y llamado, pomposamente, «Auditorio Municipal». Por su escenario pasaron entre otros el ya fallecido Franco Battiato y los inefables La Pantojita y los Incansables de Torreblanca, presentados de manera estelar a todos los sevillanos por Jesús Quintero en los tiempos de su efímera Radio Romántica.

Las aulas de la facultad de derecho —volvemos a las clases— estaban llenas a rebosar. Era tanta la demanda que, aun siendo de gran capacidad las dedicadas a los primeros cursos, se hacía necesario llenar los pasillos de acceso a los asientos y los alrededores de la mesa del profesor con sillas plegables. Los alumnos de derecho tenían su bar particular, situado en la planta baja, y no solían frecuentar a los estudiantes de las otras dos facultades que ocupaban el edificio, considerados por ellos prescindibles, pobres soñadores sin futuro. Para entendernos, podríamos decir que la facultad de derecho parecía unos Estados Unidos de América de mayoría republicana: un país prepotente, soberbio y materialista.

La facultad de Geografía e Historia era otra cosa. Ocupaba, en líneas generales, la zona noroeste del edificio y era vecina de la facultad de filología. Con sus estudiantes compartíamos bar y muchos de aquellos largos pasillos adornados con solitarias réplicas en escayola de estatuas clásicas. En su territorio se hallaba la Dante, una biblioteca donde este que les escribe pasó muchos meses de su vida, entregado a la salvadora lectura. No sé si seguirá existiendo. Estaba situada en el piso superior de uno de los patios cercanos al ángulo noroccidental del edificio. Tenía su entrada justo al lado del despacho de un profesor de Historia del Arte, un señor alto, moreno, de aspecto impoluto, barba muy cuidada y maneras exquisitas, que recibía a los alumnos y departía con ellos sobre asuntos de su materia. Creo que se apellidaba Palomino. Era un modelo de persona refinada gracias al contacto con los libros y la cultura. Recuerdo su amabilidad y su capacidad de empatía. También tenía cerca aquella biblioteca—se accedía desde el mismo patio— el legendario Departamento de Historia de América. La nómina de profesores-investigadores de la facultad de Geografía e Historia hispalense de aquellos años impresiona. Por los pasillos podías cruzarte con José Luis Comellas, Francisco Morales Padrón o Antonio Domínguez Ortiz —este último ya de edad avanzada (Ramón Carande había fallecido en 1986)—, personajes difícilmente reconocibles por los estudiantes y hoy considerados autores clásicos. En el piso bajo del edificio, y con acceso por una puerta abierta en la fachada de la calle San Fernando, se encontraba otra de las pequeñas bibliotecas disponibles dentro del territorio de geógrafos e historiadores. Se trataba del llamado «Laboratorio de Arte». Se entraba a ella desde uno de los pequeños y coquetos patios del edificio universitario, humanizado gracias a los grandes ficus y costillas de Adán que crecían en él. También esta biblioteca era un lugar tranquilo e inspirador.

Los estudiantes de Geografía e Historia de aquellos años eran dados a huelgas, campañas de solidaridad y barriladas, estas últimas organizadas en los jardines que dan al hotel Alfonso XIII. Eran los estudiantes más jipis de la Fábrica de Tabacos, los más creativos y libres de modas. Se distinguían de los de derecho desde lejos. Para entendernos, podríamos decir que la facultad de Geografía e Historia era una mezcla de Italia y Suecia, si es que ello es imaginable, personas muy concienciadas de los problemas de la sociedad pero cálidas, espontáneas y comunicativas.

(Continuará).

 

Lee también
Lee también

La imagen, tomada de bib.us.es, corresponde a uno de los coquetos patios menores de la Fábrica de Tabacos.

 

Víctor Espuny

View Comments (0)

Leave a Reply

Your email address will not be published.

© 2023 COPYRIGHT EL PESPUNTE. ISSN: 2174-6931
El Pespunte Media S.L. - B56740004
Avda. de la Constitución, 15, 1ª planta, Of. 1
41640 Osuna (Sevilla)