Memento mori, Pedro
Te he visto salir a hombros de la Maestranza, en volandas del Benito Villamarín tras un derbi con triunfo en el descuento, llegar a Ferraz como levitando entre la muchedumbre, al Congreso como dueño y señor del Parlamento. Te he visto resurgir cuando todos te daban por muerto, arrebatarle la vida a los que creyeron que serían tus asesinos, embriagarte de éxito en debates televisivos. Pero en todos esos momentos, Pedro, siempre te vi rodeado de los tuyos. De los que te aclaman y te adoran como el líder supremo e inmortal que les has hecho creer que eres. Como a un rey que no puede ser destronado, como a un general que sólo puede ganar batallas.
Y esa, por mucho que te lo digas frente al espejo, no es la realidad. Te olvidaste de llevar en tu séquito de lacayos al siervo más imprescindible de todos. Ese que debía susurrarte al oído aquello de memento mori. “Recuerda que morirás, Pedro, mira tras de ti, recuerda que eres un hombre”, debía haberte dicho alguno de esos pajes reales que tienes como directiva. En los capotazos de la Maestranza, en los goles por la escuadra del Villamarín, en las comitivas receptoras en Ferraz, en las adulaciones parlamentarias. En todos esos momentos tendrías que haber designado como buen capataz a ese incómodo asistente que hasta al César le avisaba de que era humano durante los recibimientos principescos que le aguardaban tras cruzar el Tíber.
No lo hiciste y ahora la más mínima traición te cae como un jarro de agua fría. Te molesta que Junts haya comenzado a hacerle guiños al PP echándote para atrás el impuesto a las energéticas que has pactado con los insumisos de la izquierdona. Que la planta séptima de Génova 13 tenga preparado en un cajón el argumentario por si algún día los astros se alineasen y los de Puigdemont hiciesen el amago de volver al constitucionalismo. Por si se planteasen una moción de censura contra la persona que les prometió una amnistía que el poder judicial no ha llegado a cumplir del todo.
Te da miedo que en algún momento Ábalos cambie de estrategia en 180º y, en lugar de escupir hacia abajo, hacia Koldo, lo haga hacia arriba, hacia a ti. Que Aldama tenga una mínima parte de pruebas de las que dice tener que demuestren sus acusaciones. Que llegue el momento en que aquello de la persecución política, mediática y judicial ya no cuele. Que los rumores se conviertan en certezas y las imputaciones en condenas. Que aquellos a los que ahora les duele las palmas de aplaudirte utilicen esas mismas manos para acuchillarte por la espalda si ven que tu liderazgo les lleva hasta el filo del precipicio.
Y, por eso, repites eslóganes pasados de moda. Antiguos éxitos del sanchismo como un grupo de música que ya se ha quedado sin ideas nuevas y hace un disco recopilación en lo que se le enciende la bombilla. Sacas a Franco a pasear y creas el precedente de conmemorar la muerte de un dictador en lugar del inicio de la democracia, que no fue en el 75 —por si a alguien se le escapa—. Celebras el fallecimiento en cama de plumas de un señor muy malo galante de los extraños síntomas de un Alzheimer que te permite rememorar con detalle lo sucedido hace medio siglo pero te impide recordar quién era el “personaje” de Aldama y qué hacía en la zona VIP de tu mitin.
Sigo pensando que tenemos las de ganar los analistas que hemos apostado el sueldo en nuestra particular porra nacional —como si todo esto no fuera con nosotros— a que tu reinado seguirá una legislatura más. Pero, ten cuidado Pedro, hasta el rey de la selva es devorado por las hienas cuando las cosas se ponen feas del todo.
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.