Mecenas


Durante la semana que acaba hoy domingo se han recordado, entre otros, los nacimientos de Pier Paolo Pasolini, Emilio Prados, Gabriel García Márquez y Ramón J. Sender. También se han rememorado los fallecimientos de José Martínez Ruiz (Azorín), Marguerite Duras y Nikolái Gógol. Todos fueron creadores de obras que merecen la atención de los lectores: en nuestros días, cuando la oferta cultural es tan numerosa y variada, bien está que ciñamos nuestras búsquedas a lo que realmente merece la pena en el mundo de las letras. También durante esta semana, exactamente el cinco de marzo, se ha recordado la muerte de Ramón de la Cruz.
Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla (1731-1794) fue un autor muy prolífico. Vivió más de sesenta años, larga vida para su época, y tuvo tiempo de escribir, adaptar y traducir más de quinientas obras de teatro, la mayoría muy cortas, las llamadas sainetes. Interesado también por el teatro musicado, sus creaciones ayudaron a consolidar la zarzuela, esa variante española de la ópera seria, a menudo más entretenida y siempre más ligera e inteligible que las obras que venían de fuera. Además, y aunque con ello se ganase la animadversión de los autores más puristas, partidarios únicamente de asuntos elevados, comprendió la conveniencia de reflejar en las tablas el lenguaje y las preocupaciones de la gente de la calle, dando lugar en los escenarios a tipos muy castizos y logrando con sus obras gran popularidad. A pesar de sus éxitos, y de un puesto obtenido en la administración de Justicia, nuestro protagonista estaba siempre apurado económicamente, necesitado de un mecenas que lo socorriese y le permitiera dedicar su tiempo a escribir. Casó pronto y tuvo hijos a los que sostener, circunstancias que hacían sus necesidades aún más perentorias. Uno de sus protectores fue Fernando de Silva Álvarez de Toledo, XII duque de Alba, abuelo de Cayetana, la duquesa pintada por Francisco de Goya, pero a la muerte de aquel, en 1776, volvió a verse en apuros. Entonces fue acogido por Faustina Téllez-Girón y Pérez de Guzmán, hermana y suegra de duques de Osuna y madre de María Josefa Alonso-Pimentel y Téllez-Girón (1750-1834), condesa-duquesa de Benavente, señora cuya generosidad con los artistas y apertura mental en muchos asuntos —en otros, como en los que concernían a la desaparición de los tradicionales señoríos jurisdiccionales, no tanto — ha llamado la atención de personas de todas las ideologías, aun de las menos propensas al esnobismo o a la admiración por la aristocracia, como la ex alcaldesa de Madrid doña Manuela Carmena. A la muerte de Faustina, que ayudó a Ramón de la Cruz hasta el final de sus días con una pensión de seis reales diarios, cantidad exigua pero suficiente al parecer, su puesto como protectora y mecenas fue ocupado por María Josefa. La pensión del escritor había sido conservada tras su fallecimiento, pasando a ser beneficiarias su viuda y su hija. (Para que el lector no se pierda demasiado —realmente el conocimiento de estas relaciones familiares puede resultar arduo para el no iniciado—, María Josefa, la señora principal de las que hablamos, estuvo casada con el IX duque de Osuna, primo hermano suyo, y fue abuela de Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna, célebre por su estancia en Rusia y otras cuestiones que no vienen al caso porque extenderían este artículo hasta llegar a cansar al más entusiasta). María Josefa protegió a Ramón de la Cruz como también promovió las carreras de Luigi Boccherini, Francisco de Goya, Tomás de Iriarte o Leandro Fernández de Moratín, por nombrar solo a los artistas más famosos de su corte particular. De la Cruz logró por fin, entre 1786 y 1791, y gracias a la generosidad de los Benavente-Osuna, la impresión, en diez tomos, de sus obras seleccionadas, empresa que perseguía desde hacía veinte años. Entre los textos que escribió en agradecimiento a sus protectores se encuentra su Comedia escrita […] para que la representen el Excmo. Sr. Marqués de Peñafiel y su hermano el Príncipe de Anglona, en presencia de su abuela materna, […], siendo dichos señores de tierna edad. Es una obrita de muy corta extensión que debió ser redactada a principios de los años noventa, poco antes de la muerte del dramaturgo, cuando los niños mencionados, hijos de María Josefa nacidos respectivamente en 1785 y 1786, habían alcanzado edad suficiente para memorizar los textos.
Sobre todos estos personajes —y disculpen la autopromoción— tengo escrito un libro, El príncipe de Anglona y su época (1786-1851), que espera el momento oportuno para ser presentado con las deseables garantías sanitarias y la asistencia de todas las personas interesadas. Ha sido publicado gracias a la Asociación Cultural Usûna, autora de una labor de mecenas que le honra y por la que estoy muy agradecido. Siempre es un placer, y una señal de progreso, encontrar personas, empresas y asociaciones defensoras de la cultura.
Imagen: La marquesa de Santa Cruz, de Francisco de Goya (1805). Museo del Prado. Se trata de Joaquina Téllez-Girón y Alonso-Pimentel, hija de María Josefa y esposa del primer director del Museo del Prado.
Los lectores curiosos tienen también a su disposición El mecenazgo musical de las Casas de Osuna y Benavente (1733-1844). Un estudio sobre el papel de la música en la alta nobleza española (Granada, 2005), de Juan Pablo Fernández González, obra imprescindible para entender el destacado papel desempeñado por los Téllez-Girón y los Alonso-Pimentel en el mundo del arte.
Víctor Espuny
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CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.