Más escuchar y atender, menos notas
Hace unos días se publicaban los resultados de la Selectividad de 2022 y con ello, miles de alumnos están a punto de realizar sus primeras matrículas universitarias. Algunos llevan muchos años esperando este momento y, al fin, tendrán la oportunidad de ingresar en esas carreras que siempre han soñado. Sin embargo, otros, no han alcanzado la nota que necesitaban para hacerlo, sintiéndose muchas veces mal por ello. Es totalmente comprensible y normal este sentimiento, no obstante, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad en la que se premian los resultados y no el esfuerzo, el malestar provocado por no haber logrado nuestro objetivo se ve incrementado con creces. Pues más a menudo de lo que creemos, el resultado no es un fiel reflejo del esfuerzo realizado.
Sin darnos cuenta hemos ido construyendo una sociedad en la que lo importante es un número y no las cualidades desarrolladas por los alumnos o la puesta en práctica de las competencias adquiridas durante el curso. Si además es este número, el que determina que, en un primer momento, podamos acceder a poder cursar la carrera que nos gustaría, ¿cómo entonces no vamos a sentirnos frustrados cuando no obtenemos dicha nota? Intentamos que no se frustren, hablamos de la necesidad de aprender a tolerar dicha frustración y de aprender a regular las distintas emociones, y obviamente todo ello es importante, pero quizás en este tema, tratar estos aspectos simplemente sea poner un parche en la piscina. Una piscina que cada vez está más llena de pinchazos y que nadie se encarga de sustituir por una nueva. Pues, quizás no se trate tanto de aprender a tolerar esta frustración, sino de reformar la educación, realizando en ella los cambios necesarios para premiar y fomentar valores como el esfuerzo, el sacrificio y el deseo de aprender. Tal vez, culpar y recriminar a los jóvenes el no saber regular sus emociones se trate solo de echar balones fuera para eludir la propia responsabilidad de las personas encargadas de dirigir la educación.
¿Cuántos profesores en sus exámenes, únicamente valoran el resultado final del ejercicio sin tener en cuenta si el proceso seguido estaba siendo el adecuado?.¿Y si además de la “nota” del examen, valoramos el proceso seguido por el estudiante?, ¿Y si intentamos conocer a los alumnos y a las circunstancias que los rodean, y no nos limitamos únicamente a impartir “la clase que toca”?. Quizás no se trata tanto de “mandar callar” en clase, sino de que nosotros también intentemos escucharlos a ellos y tengamos en cuenta sus necesidades. ¿Te has planteado que puede que haciéndoles sentirse escuchados sea la forma de que consigamos que nos atiendan de verdad?
Paula Morales Olivares
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