Martes Santo en Sevilla | Con Turina en Gamazo


Caía el frío en la noche del Martes Santo cuando la Virgen de los Dolores de Santa Cruz caminaba a los sones de “Margot” de Joaquín Turina, construyendo un momento sublime entre Castelar y la Plaza Nueva que llenó de Semana Santa lo que se había quedado vacío a mitad de la tarde. Destacamos esto para que la lluvia y el granizo no queden como los protagonistas principales de la jornada cofradiera de ayer, aunque lo fueran. Los dos pasos de Santa Cruz, exquisita elegancia andando en la calle, no cerraron sino que presidieron lo que quedó del Martes Santo tras sufrir, una vez más, la inclemencia meteorológica.
Inicio mañanero
Poco antes del mediodía se echó a la calle la hermandad del Cerro del Águila. A pesar del riesgo de lluvia que había para la tarde, la cofradía inició su periplo por el barrio entre calles abarrotadas por el deseo emocionado de contemplar a su Virgen. El Señor de la Humildad estrenaba un nuevo juego de potencias de plata de ley sobredorada realizado por Ramón León, una obra excelente de orfebrería ofrenda de los devotos al Señor en el vigésimo aniversario de la bendición de la imagen. Tras el paso del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono era novedad el acompañamiento musical de la Centuria Macarena, donde destacaron las nuevas composiciones que ha incorporado esta banda. La Virgen de los Dolores, primorosamente vestida y enjoyada lucía un antiguo puñal de Seco Velasco restaurado y enriquecido. El rostro de la Virgen parecía emerger con vida propia entre tanta belleza como la rodeaba. Recibió varias petaladas en las calles de los suyos. Además, estrenaba parte de la candelería y el juego de jarras, en plata de ley, labradas por los Hermanos Delgado dentro de un proceso de renovación total de la orfebrería de este paso.

Y antes de las tres de la tarde comenzó a salir la hermandad de San Benito. Los tres pasos lucieron bajo el tenue sol de esa hora en las primeras calles del recorrido buscando la Puerta Carmona. A su paso por la calle Santiago, la dolorosa de la Encarnación entró en el templo de Santiago para honrar a la hermandad del Redención en el año de la coronación canónica de la Virgen del Rocío.



Aparece la lluvia
Pero sobre las 17,30 de la tarde apareció la temida lluvia en el centro de Sevilla, llegando a tomar tal intensidad que cayó hasta granizo, sorprendiendo a estas dos hermandades que eran las que estaban en la calle. La del Cerro del Águila, cuyo cortejo ocupaba casi toda la carrera oficial, aligeró lo que pudo hasta refugiarse en la Catedral, donde permaneció unas dos horas, aunque los tres pasos se mojaron. Estremeció la belleza del paso de la Virgen de los Dolores por la Campana a golpe de tambor, estampa de una Semana Santa antigua. A partir de las ocho de la noche regresó a su barrio por la puerta de San Miguel, entrando al filo de las dos de la madrugada en medio del fervor popular.
La hermandad de San Benito sufrió la lluvia entre la plaza del Duque, donde estaba la cruz de guía y la calle Santiago donde la Virgen de la Encarnación giraba para Santa Catalina, resistiendo el fuerte aguacero con dignidad. Continuó su estación de penitencia con normalidad. En Campana, ya había escampado y se lucieron los tres pasos. El Señor de la Presentación a los sones clásicos de su agrupación musical, se le veían gotas de agua cayendo de las imágenes. El Cristo de la Sangre, espléndido en su canasto restaurado en el dorado por el artista Paco Pardo, que realzaba el gran paso que es este segundo de San Benito. Y la Virgen de la Encarnación, impecablemente vestida para acompañar su trágica belleza, brillaba a los sones del “Ave María” de su marcha que cantaba toda la plaza. Luego, los sones macarenos de “Coronación” levantaron los ánimos para hacerla entrar en Sierpes con alegría renovada. El recorrido de regreso por el centro de la ciudad fue abarrotado de público, especialmente en la zona de Francos, Cuesta del Rosario y Alfalfa, al ser la única cofradía en la calle en esos momentos.
Cuatro cofradías suspenden su salida
A raíz de este aguacero comenzó una serie de suspensiones de las estaciones de Penitencia. Pasadas las cinco y media de la tarde lo comunicó la hermandad de la Candelaria cuyos pasos, hermosos como siempre, quedaron sin levantarse en ese joyel que es la iglesia de San Nicolás de Bari. En el de la Virgen de la Candelaria era novedad la restauración de las bambalinas azulada bordadas por Rodríguez Ojeda en el taller de Cyrta.
Antes de las 18 horas la hermandad de San Esteban anunciaba que no efectuarían a estación de penitencia, después de un amago de salir, en que abrió y al instante cerró la puerta por el aguacero que caía. Estrenaba el guión de San Juan de Ribera y la bandera asuncionista, según diseños de Rafael de Pineda y ejecutados por el Taller de Bordados Soldán.
La del Dulce Nombre lo anunció a las 19 horas, tras unos mensajes contradictorios en redes sociales, aspecto que se debe cuidar para evitar trasladar al gran público los entresijos de esos difíciles momentos que se viven en el seno de una hermandad. Lucieron los pasos de esta hermandad por la mañana en San Lorenzo, el Señor ante Anás con lirios morados exclusivamente, y el de la Virgen del Dulce Nombre con su clavel rosa pálido característico, pura sevillanía.
Y por último, lo hizo la de Los Estudiantes. No saldrían este año, lo que aumentaría el desgraciado número de las veces que no lo ha hecho en el siglo XXI. Al filo de las diez de la noche realizó el traslado de sus pasos a la capilla universitaria, poniendo de manifiesto, aunque fuera por unos minutos, la tremenda belleza de ambos pasos de esta cofradía. Posiblemente sea la última vez que salieran las andas del crucificado de la Buena Muerte, pues está en proceso de ejecución uno nuevo en madera noble y bronce. La Virgen de la Angustia, delicadeza en las flores blancas, perfección en el atuendo, grandeza de una paso de palio singular e insustituible en la Semana Santa de Sevilla.
Frío en el final de la noche
Ante la mejora de la meteorología del día, la hermandad de Santa Cruz retrasó un poco su salida y acortó el itinerario pero pudo realizar su estación completa. El Cristo de las Misericordias recuperaba el aro dorado de la primera salida, y la imagen de Santa María de la Antigua lucía el manto restaurado por Cyrta, que le ha devuelto su aspecto original y ha atribuido a Patrocinio López. La dolorosa presidía su paso de palio, pequeño en proporciones pero hermoso en su disposición. Si a la salida el crepúsculo le dio el piar de los pájaros y el rumor de la fuente de la plaza de la Alianza, de noche por Castelar y Gamazo la cofradía adquirió una dimensión solemne, majestuosa. El andar de las Misericordias, espléndido paso dorado con los candelabros completamente encendidos, llamas que llaman en la oscuridad y el silencio a mirar hacia arriba el dulce rostro del Señor. Y la Virgen de los Dolores, primor floral en su alrededor de rosas blancas, excelencia musical detrás con la banda del Maestro Tejera, poniendo música a la mirada alzada de la Madre andando cansada tras el Hijo moribundo. Magistral la interpretación allí de “Margot”, el regionalismo musical de Joaquín Turina junto al regionalismo cofradiero que impregna a esta hermandad, nada menos que del barrio de Santa Cruz de Sevilla.


Y quedaban Los Javieres, que también retrasó algo su salida, pero también pudo realizar su recorrido completo, a pesar del intenso frío que fue cayéndole a la noche. El crucificado de las Almas salía tras la reciente restauración de la imagen por Laura Pérez Meléndez. Imponía al espíritu verlo andar en la madrugada ya del Miércoles Santo, paso acompasado y racheado que se escuchaba y mandaba respeto, contención y oración a las almas de quienes lo contemplaban. Ese es el fin de una imagen procesional y de una cofradía en la calle y aquí, en los Javieres, se cumplía a la perfección. La Virgen de Gracia y Amparo iba exornada con lirios blancos colocados con esmero; ponían la dulce nota floral a este paso no muy grande de tamaño pero de enorme sabor y delicadeza. La música excelente de la banda Julián Cerdán, de Sanlúcar de Barrameda, era el complemento ideal. Si exquisito fue todo el repertorio, hubo espacio a la vuelta de dar sitio a nuevos valores contemporáneos de la música procesional, solemne y clásica. De Amor de Dios a Feria, frío en los cuerpos, levantás al cielo que dolían, el paso andando como antes Dios mandaba, se interpretaron piezas como “El Mayor Dolor” de Daniel Albarrán, “Lágrimas de Amargura” de López Gándara y “Madre de los Javieres” de Rubén Jordán, que nos unieron con lo mejor de la Semana Santa. Sonó después “Virgen del Valle” cuando la Virgen se encaminaba a Omnium Sanctorum, quizás la última vez que recorría la calle Feria, adonde llegó en 1977. Así se escribe la historia viva de las cofradías y de la Semana Santa de Sevilla, asi escribimos este Martes Santo de 2025 que la lluvia dejó nada más que en la mitad.


Galería fotográfica
El pase de diapositivas requiere JavaScript.
