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Marilyn y Belmonte

Marilyn y Belmonte

El cartel me lo acabo de inventar, y no es una terna, es un dueto en el coso de la fama; un mano a mano en la plaza adulatoria de la memoria. La memoria es servil y pirotécnica con los personajes e implacable y severa con las personas. El cartel proverbial, convencional, previsible y manido era Joselito y Belmonte, pero he seguido la recomendación de los expertos de la cosa, que afirman que en tiempos de crisis hay que ser creativo, imaginativo, emprendedor, de ahí que haya apostado por el cartel del título.

Hace cincuenta años que Marilyn y Belmonte contrajeron matrimonio con la muerte por la vía rápida y sin testigos: el suicidio. Causa: el hastío y la desesperación. Marilyn le dijo no a la vida, cuando al otro lado de la aduana de la carne y de los sentimientos, verificó que la soledad es el resultado no erróneo de haber querido a tanta gente con la inocencia de un ángel. La única cita sincera era inexorablemente con los barbitúricos. Belmonte le dijo no a la vida en su finca de Utrera y selló su compromiso con un tiro en la sien, cuando no pudo demostrarse a sí mismo su virilidad y su ímpetu dionisiaco. Se aniquiló con la misma mano y en las mismas sienes con las que creó la piedra filosofal del toreo moderno. Las bodas de oro con la parca se van a estar celebrando durante este año con los preceptivos y diversos presentes: reportajes, libros, documentales, artículos, panegíricos y un etc pesaroso y orgiástico a partes iguales. La mitología, como la macroeconomía, tiene debilidad por las cifras redondas (cincuentenarios, centenarios, bicentenarios, ah, este es para las constituciones liberales). La gente corriente y moliente, que anda lampando y en rabioso despecho entre la macroeconomía y la mitología, todavía tiene derecho, si no le siguen matando de un bajonazo infame la ilusión, a contemplar y a creerse la piel eterna de Marilyn como una sábana de sensualidad con la que cubrirse el desnudo mediocre de nuestros días de desasosiego. Ojalá el feminismo recalcitrante no se quede en la estructura superficial y me condene al infierno del machismo. Ante la fealdad de la enclenque realidad busco una gatera exuberante para la belleza. -No se me ocurre mejor fórmula de huida que ser avestruz y esconder la cabeza en el escote de Marilyn-. La gente común todavía tiene derecho a que le bulla la sangre de los sueños, que es una carta magna no escrita. Derecho a que le rebullan las emociones olvidadas al compás de las incertidumbres y la precariedad viendo un muletazo templado, belmontino, ocupando asiento en la Real Maestranza de Caballería al lado de los recortadores profesionales de este país y del puro impertérrito y duradero de un aristócrata de postín. La gente común, que pisa por las aceras y la hacen levitar por los nubarrones más oscuros, es la depositaria incondicional de los pilares de la democracia, y tiene pleno derecho a elegir de otro modo sus propias inseguridades y su carencia de certezas, es decir, sus sueños legítimos. Los sueños son igualmente una duda, pero una duda nutritiva. El nutriente necesario para ponerse en marcha cada mañana. El derecho a soñar no se puede recortar ni derogar por decreto y hay coyunturas históricas en que soñar es sinónimo de luchar. Aunque sepamos que el cuento nace del lodo y se desvanece como un sueño putrefacto en el lodo. Aunque sepamos que Norma Jean Baker se acostaba sola y apenada en el triste dormitorio de star system de Marilyn Monroe, a la que detestaba, porque ya solo la comprendía el Nembutal. Aunque sepamos que Juan Belmonte García recibió honras fúnebres catedralicias y cristiana sepultura en el cementerio católico de San Fernando gracias a la intervención del Pasmo de Triana. Aunque hayamos tocado las raíces últimas de la verdad y desflorado los argumentos más coloridos y aromáticos, la gente común escarba en las síntesis, remueve las escombreras del desencanto y los cuentos enfangados para garantizarse que una niña de centros de acogida alcanza el estrellato y la celebridad cinematográfica y un chiquillo que conoció la miseria de los corrales de vecinos llega a la cima del reconocimiento artístico.

El 4 de abril de 2012 un jubilado griego se pegó un tiro belmontino en la Plaza Syntagma de Atenas. Causa: la plutocracia intransigente y el tedio de vivir le comieron el corazón al alimón. Estoy de suerte suprema y voy a conseguir rizar el rizo y darles la razón definitivamente a los expertos de la cosa. Me he superado y he subido un grado en mi escala particular de creativo, imaginativo y emprendedor para salir airoso de la crisis porque he podido formar una terna eterna: Marilyn, Belmonte y Dimitris Christoulas, vestidos de esplín y oro. Enfrente, mirándonos de hito en hito, el morlaco viejuno del hastío con el hierro de la desesperanza.

 

Francis López Guerrero


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