Marilyn Monroe: otra más
Leí hace semanas en El Pespunte, la exquisita colaboración de Francis López Guerrero acerca de Marilyn Monroe, y con motivo de la misma, me vienen a la memoria la cantidad de documentales, reportajes, artículos, etc. que se han escrito sobre esta pobre mujer y el drama de su vida, su infelicidad y sobre todo de su muerte.
Su historia es la de una persona desgraciada hasta decir basta.
Parecía el personaje de una tragedia griega, en la que el destino no le diera oportunidad de escapar de la misma.
Pero mirando con cierta distancia “terapéutica”, su caso sólo fue otro más entre los miles y miles de personas a las que la genética y la educación en forma de “drogas” químicas y no químicas (una escala de valores equivocada), les juegan la mala pasada de arruinarles la vida.
Sobre la primera no tenemos nada que hacer, cuando nacemos la llevamos puesta.
Pero la educación podemos controlarla. Claro está que para esto, lo primero es revisar la escala de valores.
Esta mujer se debatió entre Norma Jean y Marilyn, entre la esencia y la apariencia.
Cualquiera que conozca minimamente el proceso de deshabituación y rehabilitación de un paciente de este tipo, lo primero que debe aprender es a decir NO.
Ante todo y sobre todo No a la doble vida, No a la cultura del escaparate, de la apariencia.
Buscaba amor y tenia que conformarse con sexo compulsivo.
Todos la adulaban, pero nadie la quería.
Necesitaba la autoafirmación diariamente. Todos sus actos les eran insatisfactorios, y todos conducían a las drogas, legales (barbitúricos, benzodiacepinas, neurolépticos), pero drogas al fin y al cabo, que sólo la evadían mientras estaba somnolienta.
La espiral ya estaba más que avanzada, aunque aún había posibilidades de salvación, con la condición sine qua non de salir de Holliwood y su personal.
Aquí en España hemos tenido ejemplos de famosas, calcados del de Marilyn, tanto en desarrollo como en desenlace.
Pero queremos “teta y sopa”. Y eso no puede ser.
El final lo conocemos todos. Los pormenores son solo minucias.
Fue la crónica de otra muerte anunciada.
Por lo que escribo esto, es para señalar que en el tratamiento de las drogodependencias si no cambiamos los hábitos, si no rompemos con la vida anterior, si no eludimos las personas, los lugares y las situaciones de riesgo, de nada sirven las desintoxicaciones ni los psiquiatras.
¡Y se puede! ¡Con ayuda, que la hay, se puede!
Ya de camino, me gustaría señalar que a mi entender, los suicidios tanto de Juan Belmonte como de Dimitris Christoulas, fueron fruto de decisiones libres y conscientes.
No así el de Marilyn, si es que no le “ayudaron”.
Amigo Francis, huelga decir que admiro tu creatividad al rematar un cartel de este calibre y más con la prosa con que lo haces, pero siento decirte que a los españoles no se les pude dar un postre así, máxime cuando están degustando un “gazpacho sopeao” marca “La Roja”.