María Josefa, la duquesa de Osuna, una gran pionera en su tiempo
La historia que nos ha hecho llegar hasta aquí está tejida por hombres y mujeres que, con su empeño, han ido hilvanando los hilos que hoy nos toca a nosotros trenzar. Entre esos hombres y mujeres, los ha habido discretos y fatigosos, los que Unamuno llamaba figuras de la intrahistoria, aquellos que con su hacer diario y su esfuerzo silente construyeron un mundo mejor para sus hijos. Sin embargo, también ha habido otros: personajes fabulosos con vidas de película, estrellas de rock de siglos pasados, adalides de la moda, ilustres pensadores y visionarios de la ciencia. En definitiva, individuos cuya vida y legado podrían ser el argumento de la mejor de las películas.
Una de esas mujeres está indisolublemente ligada a Osuna. Es María Josefa de Borja Pimentel y Téllez-Girón, IX duquesa de Osuna. Si hubiera sido estadounidense, francesa o inglesa, ya habría sido protagonista de una serie de Netflix. Dentro de mis posibilidades, me gustaría honrarla hoy aquí, retratando la luz que esta mujer, extraordinaria en su época y también en la nuestra, emana contra la oscuridad del olvido.
La duquesa de Osuna, junto a la reina María Luisa y la duquesa de Alba, formó el trío de mujeres más influyentes de España en el Siglo de Las Luces. Era, en mi opinión, la más fascinante de las tres. Como expresó Carmen Iglesias en la biografía que le dedica en el Diccionario Biográfico Español: “la duquesa reunió todo para irradiar luz propia en ese mundo brillante: nobleza, gracia física, cultura, inteligencia, conocimiento perfecto de varias lenguas, encanto y fidelidad a sus amigos, generosidad como anfitriona, una curiosidad y una viveza que le acompañaron hasta la víspera de su muerte, a los ochenta y tres años, cuando recibió encantada el telescopio que había pedido a sus fieles amigos-editores y proveedores de París.”
De sus múltiples facetas, una es fascinante por encima del resto: su acción incansable en la Junta de Damas. María Josefa fue su impulsora principal y su primera presidenta. Se fundó en 1787, con el apoyo del rey Carlos III, poniendo fin a la polémica sobre si las mujeres debían o no ser admitidas en las Sociedades Económicas de Amigos del País. A la Junta se apuntó lo más selecto y lo más valiente de las mujeres de la aristocracia española de la época, entre las cuales, la condesa de Montijo, la condesa de Trullás, la marquesa de Sonora, la marquesa de Fuerte-Híjar y, por supuesto, nuestra duquesa. Juntas, y gracias a otras muchas colaboradoras, desarrollaron una serie de actividades que cambiarían el rumbo del país, siendo pioneras en la atención social moderna y en un modelo de mujer ilustrada y de acción capaz de mejorar su sociedad en profundidad. Destacan especialmente tres actuaciones que Carmen Iglesias ya apuntaba en su biografía:
En primer lugar, la Junta de Damas, con María Josefa al frente, jugó un papel muy destacado en la mejora de la Inclusa de Madrid, el orfanato creado en 1567 del que se hicieron cargo estando en lamentables condiciones. Las Damas sustituyeron a los gestores, se mudaron a un mejor edificio y adoptaron mejoras en relación con la alimentación, la higiene y la atención sanitaria de los pequeños y consiguieron una mejora tal que, si bien en el momento de hacerse cargo de la inclusa, ésta sufría según datos oficiales una tasa de mortalidad de los niños acogidos de en torno al 80%, al año de haber asumido la responsabilidad, la mortalidad infantil se situaba en torno al 50%, salvando así de la muerte a muchos niños inocentes.
En segundo lugar, María Josefa lideró la Junta de Damas de tal forma que ésta asumió la administración de las llamadas Escuelas Patrióticas, fundadas en 1776 para instruir e integrar en el mercado laboral a sectores excluidos de la población, especialmente mujeres, de conformidad con lo dispuesto en la Real Cédula de 1783 de Carlos III que revolución la instrucción al establecer la obligatoriedad de la enseñanza gratuita a todas las niñas. La acción de las Damas, con María Josefa a la cabeza, se centró en cuatro escuelas gratuitas -San Ginés, San Sebastián, San Andrés y San Martín—, donde superaron los problemas habituales de falta de medios y lograron un doble éxito: por un lado, que las niñas de familias pobres adquirieran un oficio (por ejemplo, el de hilanderas) y, por otro, que recibieran una instrucción primaria gratuita, enseñándolas a leer, escribir y sumar. Con su esfuerzo, la duquesa y sus amigas mantuvieron a cerca de trescientas alumnas pioneras de una suerte de FP vanguardista que las salvó de la pobreza, adelantándose a las posteriores corrientes reformistas en materia de instrucción pública de las Cortes de Cádiz.
Por último, María Josefa y la Junta de la Damas desarrollaron también una acción estelar en la cárcel de mujeres de La Galera, famosa por sus condiciones lamentables. Llevaron a cabo reformas en la gestión, las condiciones de alimentación e higiene así como de la formación y reinserción de las presas, hasta tal punto positivas que fueron imitadas en otras cárceles de mujeres de Madrid primero, y en el resto de provincias después: fueron las primeras en brindar atención médica a las mujeres presas durante sus enfermedades y sus embarazos, en enseñarles oficios, en pagarles por su trabajo y en procurar su reintegración social, así como en defender la pobreza, y no la maldad, como el origen de muchos de los delitos cometidos por las mujeres más pobres, siendo nuevamente pioneras.
Podrían destacarse más aspectos de esta mujer fuera de serie, madre del primer director del Museo del Prado, como hacen la Condesa de Yebres,Carlos Valera Fernández, Mónica Luengo en sus obras escritas y sus conferencias la duquesa ligada a Osuna. Sin embargo, los que ya he resumido bastarían para hacer de esta mujer, y sus amigas, las protagonistas de cómics, podcasts, películas, series y hasta un buen videojuego; que se diseñen juguetes -¡los quiero todos!- de esta pionera en la lenta conquista del espacio intelectual, social y político de las mujeres; o que, cuando se cumplan 250 años de la fundación de la Junta de Damas, se declare acontecimiento de excepcional interés público. La batalla cultural puede hacerse en beneficio de todos. Mientras, sirva como una piedra en el camino este modesto homenaje a esta mujer pionera en el día que la vio nacer, 26 de noviembre de 1752.
Licenciada por el Instituto de Estudios Políticos de París. Pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado habiendo desempeñado diferentes puestos en el Ministerio de Cultura.