Manuel del Arco
El pasado domingo 13 de Enero murió Manuel Caro Moral, “Manuel del Arco” para la gente de Osuna: Un hombre bueno.
Ante la noticia de su muerte y en un momento, se me agolparon en la memoria años y años de mi vida, y a juzgar por las palabras recogidas a los que habían ido a despedirlo, no fui el único.
Con Manuel se había ido parte de la vida de mucha gente; gente de campo y del campo; gente de la calle Écija, del Lejío y en general gente que tenía su trabajo conforme se salía camino de El Rubio, Écija o Lantejuela.
Manuel Caro era de El Rubio como muchos agricultores de Osuna, los cuales tienen la costumbre de reunirse preferentemente donde haya un paisano. Y ese era el bar del Manuel.
Una cochera con un mostrador, una mini cocina y unos cuantos veladores, mitad de tijera, mitad de propaganda. Pero con sabor y olor a campo.
Su casa, el “Bar El Arco”-no confundir con el actual situado en frente- era una especie de oficina donde se “fichaba” antes de ir al tajo y al volver del mismo.
Allí se contrataban las labores: la limpia, el entresaque, la siega, la cogida de aceituna…
Allí se compraban y vendían ganado, casas, grano…
Era una especie de lonja agrícola cordial y amable, bajo la cordial, amable y aparente indiferencia de Manuel, que como buen tabernero ni veía, ni oía, ni se metía en nada.
Allí se dejaban los recados que, siempre llegaban a sus destinatarios. Allí también se dejaban flotando bulos con “animus jocandi” que de vez en cuando algún cachondo de los que por allí paraban, se encargaba de soltar para regocijo de todos.
En este arte, era figura muy destacada mi querido y añorado D. José Ruiz Jiménez, el inefable “Maestro Fatigas”, una singularidad, cargado de una inteligencia y un humor fuera de lo corriente, y que gustaba de leer el ABC por la mañana temprano, antes de echar mano en su taller de Ribera de la Pastora, momento que aprovechaba para contar unas “historias” -que darían envidia al mismísimo Pericón de Cádiz- que a veces contaban con la colaboración de alguno de los presentes y que solían ser “de efecto retardado”, ya que esperaban a la tarde para ver el resultado de la broma.
Manuel asistía imperturbable y con cara de póker, a todas y cada una de las jugarretas que con el mejor humor se gastaban.
Fueron especialmente sonadas la de las ovejas y tren en el paso a nivel de Malverde, o la incluso escenificada gastronómicamente, del “gato de Lebrón”, que trajo cola.
Cualquiera de ellas da para una historieta aparte.
Otros que por razones profesionales dejaban la cerveza, y por vocación dejaban sus trolas eran los hermanos Tirilla, los cuales conectaban a la primera con cualquier bola de las que allí fraguaban los “cachondos de guardia”.
En su época y en broma, los hermanos Tirilla “mataron” más gente que los hermanos Dalton.
Aquel barrio y aquel bar harían las delicias de cualquier guionista de TV, dado el cúmulo de personajes y situaciones que se vivían.
Tenía vínculo por cercanía y por personajes comunes, con el que para mí ha sido uno de los santuarios del arte de Osuna: el Bar del Chicha, al que algún día habrá que hacer justicia y contarle a quienes no lo conocieron, qué y cómo era. Ahora no es momento.
A mi vuelta al pueblo tras mucho tiempo fuera, años después de haber cambiado la ropa de campo por otra más blanca, volví a encontrar a Manuel Caro y a Carmen su mujer tal cual les dejé; sólo que con el bar cerrado. Pero el aire era el mismo.
Nos saludamos como si no hubiésemos dejado de vernos: con gran cariño y sin ningún aspaviento.
Ya en alguna ocasión, comentando con él aquella época, evocamos a muchos de los que se fueron de este barrio para el otro: Chocolate, Manolo Calvo (padre e hijo), Pepe Fatigas, mi tío Juan, mi padre… volví a darme cuenta, que cuando se van los nuestros, nosotros también morimos un poco.
Ahora le ha tocado irse a Manuel.
Curiosamente, encontré -por separado- a dos jóvenes de Osuna, ambos de la generación de mis hijos, de los que una había venido desde fuera, y que al no ser ninguno, ni de campo, ni de su familia, les pregunté qué hacían allí. La respuesta fue la misma: “Ese hombre fue para mi como mi abuelo”.
Descase en paz el que fue un hombre bueno.
Querido Manuel:
Ya nos veremos en la otra vida, si es que la hay.
Pero tú, no tengas prisa.
Ya se sabe que, las prisas no son buenas consejeras.
José Mª Sierra
Fotografía: Curro Pérez
Periódico joven, libre e independiente.
Fundado el 24 de noviembre de 2006 en Osuna (Sevilla).