Los Téllez-Girón y los inicios de la fotografía (y 3)


Según nos descubre la historiadora de la fotografía Helena Pérez Gallardo, hasta fechas muy recientes, sus colegas, incapaces de relacionar el principado de Anglona con España, consideraban a este personaje presente en Roma un noble francés o, incluso, un personaje ficticio. La propia inercia cultural de los investigadores les impedía considerar como posible la existencia de un español entre los pioneros de la fotografía artística. Siempre según Pérez Gallardo, se tiene perfecta constancia de la estancia en Roma en los años finales de la década de 1840 tanto de Pedro Téllez-Girón y Fernández de Santillán como de su hermano Tirso, posiblemente animados por sus padres a viajar allí para enriquecerse culturalmente. Anglona tenía unos excelentes recuerdos de sus estancias en Italia y querría dar a sus hijos al menos las mismas oportunidades que él había tenido. Además, los relevantes cargos ocupados por Anglona en la directiva de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, institución que becaba estudiantes a Roma, le permitían ampliar los ya de por sí importantes contactos que poseía en Italia, garantes de una mejor y provechosa estancia de sus hijos en el país transalpino. Los lazos con el mundo artístico romano, establecidos por el padre y fomentados por el hijo, fueron fuertes y duraderos. También lo fueron aquellos entablados con los representantes artísticos españoles. Muestra de ello es la asistencia de Pedro Téllez-Girón y Fernández de Santillán a una misa rogatoria por la salud de Isabel II en la Iglesia de Montserrat de Roma en 1853, ya fallecido Anglona, en compañía del escultor Antonio Solá, tutor de los artistas españoles pensionados en Roma por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Precisamente, los lazos mantenidos por el primogénito de Anglona con otros pensionados de dicha academia han posibilitado la identificación de la autoría de calotipos suyos tomados en Roma, conservados hoy en el Museo del Prado. Entre ellos cabe destacar el tomado a la fachada principal de la iglesia de Santa María in Cosmedin, imagen que demuestra las reformas realizadas en el exterior del templo, principalmente la desaparición del revestimiento marmóreo y el cambio de configuración de las ventanas, reformas, en general, muy poco afortunadas. La fotografía, firmada «P T Giron.», aparece en el original de este artículo, accesible en dialnet.unirioja.es.
La afición de Pedro Téllez-Girón y Fernández de Santillán por la fotografía de espacios monumentales comenzó en Cuba. Su estancia en la isla supuso, por supuesto, un alejamiento momentáneo de los centros de innovación cultural, pero también un enriquecimiento de su sensibilidad estética y su visión del mundo. La luz del Caribe, plana pero vibrante, debió quedar instalada para siempre en su memoria visual. Con el paso de los años, su faceta artística eclipsaría todas las demás. En 1868, tras la instauración del Gobierno Provisional, abandonará la vida pública, venderá el palacio de la madrileña calle de Segovia y se instalará en su residencia construida en Biarritz —conocida por «Villa Javalquinto» o château Ossuna—, donde vivirá rodeado de valiosas obras artísticas y dedicado a la creación hasta el final de sus días. Él impidió que parte de la pinacoteca ducal se dispersara a la muerte de Mariano Téllez-Girón comprando los cuadros y colgándolos en su residencia de Biarritz. Su cuerpo reposa en la cripta de la Colegiata ursaonense desde 1901. A su viuda y su hija se debe la última de las reformas de ese espacio funerario.
La «Villa Javalquinto», construida en estilo gótico de fantasía según planos dibujados por su dueño, albergó en el parque que la rodeaba un edificio concebido ex profeso para estudio de fotografía. Tras la muerte del duque, y después de pasar por varias manos, la propiedad acabó siendo adquirida por el ayuntamiento de Biarritz, que instaló en ella su sede principal en 1924. El edificio, medianamente conservado, es en la actualidad sede de la Oficina de Turismo y Congresos. Solo puede visitarse la planta baja, lugar de recepción de los turistas, donde se aprecian suntuosas chimeneas, aunque no de grandes dimensiones, como corresponde al suave clima biarrota. En la fachada trasera, sobre una puerta enmarcada en un falso arco conopial, aún campea el escudo de los Téllez-Girón. Del parque, de media hectárea, y de sus frondosos y viejos árboles, apenas quedan unos metros cuadrados en una de las esquinas del edificio, junto a una fuente decorada con una escultura femenina de inspiración clásica. Muy cerca se encuentra una calle rotulada como Avenue d’Osuna en honor del duque, primer fotógrafo cubano y uno de los integrantes de la escuela romana de fotografía. Este humilde artículo intenta contribuir a la recuperación de su memoria, sepultada bajo décadas de olvido.
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