Los muertos de segunda
Siempre los ha habido. Me refiero a los muertos de primera y de segunda. La lista continúa por debajo: tercera, cuarta, quinta… Hay muertos que ni ellos mismos saben que se han muerto. Esto evidencia que todas las vidas humanas no valen lo mismo. No se le reconoce la misma dignidad a la vida de un pobre que a la de un rico. El rico muere y abre las portadas, el pobre muere y no se entera nadie.
A mí, personalmente, me importa más mi familia que la gente que no conozco de nada. Prefiero que se muera otro, eso está claro. Pero no pongo en duda la dignidad ni el valor de la vida de nadie. Y si yo recelo de esto porque tenga bulanicos en la cabeza, que al menos el Estado y la ley me lo cuestionen.
Hasta hace un par de décadas se preguntaba en España qué problema nos preocupaba más y generalmente encabezaba la lista el terrorismo de la ETA. No era un problema baladí, ciertamente. Desde 1968 se sucedieron 853 asesinatos, a cual más cruel, incluyendo civiles y niños. En esos mismos años el número de muertos en las playas de la Bahía de Cádiz era infinitamente mayor. Llevamos más de 7.000 muertos en 30 años, pero estos apenas son noticia. Y si preocupan no es por ellos, sino por la presión migratoria, el inexorable cambio de paradigma cultural, el miedo a la inseguridad y otras cuestiones que nada tienen que ver con el drama de convertir el Estrecho en la mayor fosa común de toda Europa.
¡Muertos de segunda!
Ustedes imaginen por un momento la siguiente situación. Es ficticia, por supuesto. Un problema informático en el SAS impide que se cruce informeación con los centros de salud sobre la medicación que se prescribe a pacientes de oncología, ELA o esclerosis múltiple. Como los médicos de atención primaria no tienen acceso a las pautas de estos programas específicos, aplican a dichos pacientes una farmacología que, por desinformación, provoca más de 100 fallecimientos al año. ¿Se lo imaginan? Los Telediarios y portadas de periódicos se llenarían de titulares, mientras cualquier oposición política decente exigiría responsabilidades, dimisiones y consecuencias penales. Fin de la macabra ficción.
Pues bien, esto es lo que viene ocurriendo por una laguna informática del SAS con pacientes en programa de metadona. La Sociedad Médica Andaluza de Adicciones confirma que hay más de 100 fallecimientos al año porque en los centros de salud se prescriben benzodiacepinas a pacientes que toman metadona, provocando reacciones agudas como depresiones cardiorrespiratorias. ¿Alguien ha puesto el grito en el cielo?
¡Muertos de segunda!
Si me pregunto por los motivos de este desconocimiento general por parte de la opinión pública, por su falta de presión política y repercusión mediática creo que las respuestas serían extremadamente duras. ¿Importan lo mismo? Acudí al tanatorio por la muerte de una mujer relativamente joven, casada y con dos hijos (camuflo datos). Una delineante que no colgó el rotring ni durante la crisis de 2008. Su hermana, en cambio, se busca la vida de aparcacoches en la calle y casi no le quedan dientes. “Se debería haber muerto la otra”, decía casi todo el que salía por aquella puerta. ¡La otra! La vida de segunda.
Si continuamos considerando la adicción como un vicio y no como lo que es, un trastorno psiquiátrico sensible a la predisposición genética, las experiencias traumáticas, la educación recibida, la vulnerabilidad psicológica o la presión ambiental, entonces mantendremos este tipo de pensamientos. El vicio es un defecto moral, y se reprende: “La que se merece morir, es la otra. Ella se lo ha buscado”.
El equipo de investigación de una importante productora española de TV realizó un trabajo muy concienzudo sobre la crisis del fentanilo en EE.UU. Hablaron con adictos, familias, instituciones involucradas en la prevención, sanación y también en la persecución del tráfico de esta sustancia. Todos les filtraban un mensaje: esto no interesa a nadie porque limpia las calles de indeseables, es una droga de pobres.
Un vacío informático en el SAS es el responsable de la muerte de más de 100 personas cada año en Andalucía. Cada año. ¡Ya van cientos! Un único caso de cualquier otra enfermedad habría tronado en Madrid. Pero solo era un adicto que tomaba metadona. “Esa pobre madre habrá descansado”, dirá algún alma caritativa. Descanse en paz y a otra cosa.
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.