Los del parking
Hace un tiempo que a un hombre mayor con barba que pensaba largo y tendido —era largo de pensar— se le encendió la bombilla, o el fuego, y se inventó la teoría aquella de la caverna y las personas que vivían atoradas en una realidad que no era tal. Creían que aquello de las sombras proyectadas era la vida misma y nadie iba a contarles que aquello de las sombras proyectadas eran sombras proyectadas. Si eso fuera así, si saliese alguien de esa cueva maltrecha para divisar el sol y los verdes prados y bajara a contárselo a sus colegas de cegada prisión ideológica, serían los mismos hombres del fuego y las sombras los que apalearían al portador de la palabra verídica. Lo despellejarían hasta despojarlo de su nueva sabiduría y lo convertirían en aquel gato muerto de curiosidad al que le mereció la pena encontrarse con la verdad, a pesar de ser esta su homicida. Aquel hombre con barba era Platón y ha llegado el momento de reinventar su mito de la caverna.
Ahora, la caverna es un parking enfangado hasta las trancas al que los hombres bajan cansados de la verdad y la lógica para llenarse de barro hasta las rodillas —como cierto colaborador de televisión que yo me sé— y, ya puestos, lanzarse de cabeza hasta ahondar en la miseria ajena a costa de un par de likes, un bulo bien difundido y una crispación galopante. Ahora, el parking inundado de Bonaire es el caldo de cultivo de aquellas personas que, hartas de una verdad menos dolorosa de lo que pensaban, se zambullen en la mierda más absoluta y se regocijan de destapar una supuesta verdad que es mentira mientras los familiares de los desaparecidos lloran, buscan y desesperan con el rezo en el cielo porque su padre, su madre, su hijo o su hermana no sea uno de esos 43 cuerpos que las autoridades no han sido capaces de identificar.
Estos sacan el barro ya solidificado con picos y palas de los garajes, intentan recomponer sus vidas, llorar a sus difuntos, buscar a los arrastrados por la maldita riada. Todo ello, con el soniquete lejano de anónimos y conocidos sinvergüenzas que difunden informaciones sin contrastar en las que te apelan para decirte que tu padre, tu madre, tu hijo o tu hermana no han sido encontrados porque se hallan escondidos en el fondo de un parking junto a cientos de supuestos muertos que el Estado intenta esconder. Y, claro, tú que no eres de piedra, te cagas en la madre que parió a nuestra nación y lanzas lo que tengas a mano, un palo o lo primero que pillas de tu destrozada ciudad, a los políticos —incompetentes donde los haya— que se pasean por allí como si su presencia fuese a devolver la vida de nadie.
Y le comentas al Rey, que ha tenido la valentía, el derecho, el coraje o el honor de quedarse ante la lluvia de barro, que hay cientos de muertos en un parking. Y él, que todavía se encuentra fuera de la caverna, te pide prudencia “porque hay muchas personas interesadas” en difundir informaciones tóxicas que provoquen linchamientos y polarización, más si cabe. Mafiosos de la filosofía, reyes de las informaciones sin contrastar, líderes de la sin moral, fugados de la verdad. Humanos sin humanidad.
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.