Lobato, el fantasma de la Torre del Oro
Amanece el viernes sevillano de una semana intensa. Los rayos del sol se reflejan en el escaso caudal del Guadalquivir y deslumbran los ventanucos de la Torre del Oro. Allí se esconde un fantasma que no canta ópera, uno que ni si quiera un equipo de peli de los 90 puede cazar, uno que no tiene a un hijo Hamlet que vengue su muerte. Uno cuyo único aliado es el paso del tiempo que pone las cosas en su sitio y separa la decencia de la ignominia. Un fantasma de nombre Juan y de apellido Lobato.
El hasta el miércoles líder de los socialistas madrileños sí estará en Sevilla, en esa ciudad centenaria de magia incalculable elegida por Sánchez para salir reforzado de los casos de supuesta corrupción que asfixian a un presidente capaz de sobrevivir a un naufragio con unos manguitos de Bob Esponja. Estará presente desde el Supremo, desde su declaración sin obligaciones políticas, desde su verdad sobre la filtración de un fiscal cuya obligación es defender la ley y cuyo cometido romperla para servirle los manguitos en bandeja a Sánchez.
Estará en cada onda radiofónica, en cada notificación del periódico que salta al móvil, en cada sonrisa cómplice al sucesor designado por Moncloa, en las miradas resultonas entre López y su mano derecha. El fantasma no cogerá el micrófono, no será enfocado por las cámaras, no será el protagonista de la historia oficiosa reescrita en tinta dictatorial de una formación de supuesta democracia interna. Pero estará rondando por las conciencias de los dirigentes socialistas.
Esos que llevan dos años jactándose de que Casado fuese expulsado de la séptima planta de Génova 13 por, según ellos, denunciar la corrupción de Ayuso. Los mismos que ahora han empujado a Lobato al borde de un precipicio del que ha acabado saltando para hacer suyo aquel lema de Juego de Tronos que sustenta la valentía de los hijos del Hierro —Lo que está muerto no puede morir—. Los semejantes que han expulsado a Lobato para designar a aquel que sirvió de enlace entre el fiscal de las revelaciones de secretos ante ese al que echan porque no quiso utilizarla hasta que se publicó en los medios.
Para alzar al ahora ministro para la Transformación Digital pero que en su momento era el Director de Gabinete de Sánchez. El que ordenó a su mano derecha que le enviase al secretario general del PSOE de Madrid la verdad de la negociación entre la pareja de Ayuso y la Agencia Tributaria cayendo en la mentirosa trampa de Miguel Ángel Rodríguez (MAR). A la jefa de gabinete del jefe de gabinete —que me recuerda a aquello de la parte contratante de la primera parte considerada como la parte contratante de la primera parte— que va camino de ser imputada junto al fiscal.
En los pensamientos de todos ellos estará Lobato. Estará paseando por la sevillana Plaza de España preguntándose si al final los madrileños tenían que pagar para entrar. Entre los comentarios de las personas de acentos encorsetados que colmarán la capital andaluza. Desfilando por los jardines del Alcázar. Tomándose una caña de Cruz Campo en el Barrio de los Remedios. Observando cómo sus compañeros se felicitan por haberlo crucificado. Mirando desde los ventanucos de la Torre del Oro.
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.