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Libertad 8

Libertad 8

No puedo ver Madrid con otros ojos, que no sea desde el punto de vista de plasmarlo todo en negro sobre blanco. Camino por la ciudad consciente de que todo aquello con lo que me tropiezo por el camino formará parte de algún texto medio escrito, las réplicas de algún personaje, o el intento de un artículo. En los primeros meses necesitaba de la soledad para poder echar al zurrón aquello que me interesaba. Hoy, ya un poco más curtido en el oficio, puedo prescindir de dicha soledad. Con o sin compañía tomo aquello que me interesa y de lo que no, paso. Y la otra noche, fue una de ellas. De las que se quedan grabada para siempre en la memoria. Y clavada en el gaznate.

Clavada porque sé que debería haberme ciscado en sus muertos allí mismo, al instante y en su asquerosa cara, pero no lo hice. Tragué saliva, como pude, miré a mis dos acompañantes, que conocen al tipo de detrás de la barra, y callaron. Uno miró al suelo y el otro salió a fumar un cigarro. Y el tipo siguió a lo suyo. De un lado a otro de la barra recogiendo y colocando botellas. Como si no hubiera pasado nada. De vez en cuando, al sentir mis ojos en su nuca, echaba una hojeada por si el andaluz al final se rebotaba, sonaba la música y comenzaba el baile. Pero, al igual que ellos, callé; tal vez por Amparo, que estaba con nosotros y era su primera noche aquí, la capital del Reino; tal vez porque no era el barrio ni el día adecuado: 6 de julio, Chueca, día del orgullo Gay, 02:30h y la calle y los garitos a reventar de gente; o tal vez por cansancio, porque son ya tres los años que llevo por estos barrios «progres», «modernos» y «multiculturales», y las piernas me tiemblan cada vez más ante tanta basura y demagogia.

Se llama Libertad 8, el garito. Situado en pleno corazón de Chueca. Concretamente en el número 8 de la calle Libertad, de ahí el nombre. Famoso por sus editoriales de poesía y sus conciertos de cantautores. Un rollo en plan cultureta bohemio que te rilas. Ya saben. Uno de estos sitios en donde se congregan los nenes con carita del nórick ultra suave ultra sensible, y las nenas que necesitan que el chico tenga algo especial. Algo así como el Di Caprio en el Titanic pero sin tanto frío y sin que se hunda. Llevo más de una década viendo cómo a mis primos les funciona el rollo de la guitarra, las gotas de lluvia que resbalan sobre los cristales de la habitación y mi almohada que aún guarda tu perfume. Y bueno. Si la cosa funciona, pues por ellos me alegro. Pero no era de mis primos sobre lo que quería hablar, si no de cómo rascando un poco, se encuentra la mierda. Porque mierda es precisamente lo que voy encontrando en esos sitios que se la dan de libertarios, de progresistas. Y no es que me esté volviendo un facha. Pero si así está ocurriendo, es por culpa de contestaciones como la que recibió Amparo tras pedirle al tipo de detrás de la barra de si, por favor, y ahora que va quedando menos gente, podía poner algo de flamenquito, que vengo de Andalucía y es la primera noche que estoy por los madriles con mi gordo. El flamenquito lo vais a tener que buscar los andaluces en menos de un minuto en otro sitio, contestó. Y siguió a lo suyo. De un lado a otro de la barra recogiendo y colocando botellas. Y se llama Libertad 8, el garito. Situado en pleno corazón de Chueca. Concretamente en el número 8 de la calle Libertad. De ahí el nombre.

Pero claro. Pones la TV, o abres un periódico por la sección de CULTURA, y lo ves. Ves a qué llaman ellos CULTURA (lo ponen así, en letras grandes). La Paulina Rubio, la Chenoa o el Justin Bieber y la última serie americana de moda, ocupan sus páginas. O el fútbol, también. Después, cuando estás tomando un par de copas con los amigos en el Libertad 8, o en el Bibendum, los escuchas hablar y tienes que callar. Tienes que callar porque hoy en día resulta que ver y estar al tanto sobre la programación de la MTV, o saber qué grupo o cantante ha sido premiado con un Gramy, es tener CULTURA (también así, en letras grandes).

Defender la Cultura como Memoria, como herramienta para conocer nuestro pasado y poder así comprender en algo nuestro presente. Valernos de la Cultura como vehículo que nos acerque al significado y valor de palabras como honradez, honor o decencia, deberían estar entre los principales objetivos de los políticos, y en el día a día de todo ciudadano. Pero éstos, los políticos, no hacen otra cosa que evitar tales palabras en sus mítines y apariciones por TV, sustituyéndolas por el buen rollito, el todo vale y lo socialmente correcto. Rebajando la Cultura a un nivel en el que ellos se sienten cómodos, tranquilos y seguros. Llevando a toda una generación prácticamente analfabeta a sentirse y ser clase dominante, siendo en realidad, debido a su analfabetismo, la clase dominada (gracias señor Quintero). Un generación moldeada por unos medios de comunicación que los cuida, los mima, haciendo las programaciones televisivas y radiofónicas a su medida. Una generación en la que cualquier impresentable puede colocar la palabra Libertad en la puerta de su casa, y después fumarse un puro.

Han pasado un par de semanas desde aquel 6 de julio. Son las 01:30, y los camareros de los restaurantes comienzan a recoger las terrazas. Cada noche, tras pasar la tarde dándole a las teclas del ordenador, vengo a Plaza Mayor a descansar y a leer. Estas últimos noches, he estado leyendo algunos artículos de don Pedro Garfías, reunidos bajo el título «La voz de otros días», publicado por Renacimiento. En uno de ellos, titulado «Posdata a un medallón», dice así:

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«No se improvisa una conciencia. Tampoco una sensibilidad ni una cultura. Sería yo el más necio de los hombres, si pretendiese de estas gentes que comprendieran el valor del espíritu, su razón de ser y de perdurar. Pero me creo con derecho a exigirles respeto, fervoroso y humilde respeto, a lo que no comprendan.»

(El eco de Osuna, n. 109, 2 de noviembre 1924)

Álvaro Jiménez Angulo

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