Las leyes calladas del toreo en el Otoño Cultural del Casino

El Pespunte

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De triunfo rotundo la conferencia que el pasado viernes Fernando Fernández – Figueroa impartió a los asistentes que abarrotaron el salón de usos múltiples de la sociedad Casino de Osuna. Un salón que fue engalanado con motivos taurinos como merecía la ocasión y en el que el conferenciante departió sobre el compendio legislación – tauromaquia para finalizar haciendo ver que hay aspectos del toreo a los que «la administración no ha llegado, ni llega, ni llegará». Una conferencia que habría de servir «para hacer profundizar al aficionado en su conocimiento y hacer que el profano entienda una vertiente más de la fiesta que muchas veces pasa por alto».

Tras las palabras que la señora alcaldesa, quien también quiso estar presente, dirigió a los asistentes, el presentador Jesús Sánchez hizo una somera introducción del conferenciante, no sin antes pedir un minuto de silencio por «dos grandes aficionados a la fiesta» como Manolo Vargas y «el torero de toreros», José María Manzanares.

Fernández – Figueroa quiso dejar claro que las leyes a las que se referiría solo son aplicables al toreo en contraposición a la lidia, que es la que se encuentra regulada. «El toro de ley, el torero de ley y el aficionado de ley» son fácilmente reconocibles por cualquiera que se acerque a la fiesta. En cuanto al estado actual de la tauromaquia, el conferenciante dijo que no se podía ser negativo pero si cauto y que su principal problema podía venir causado por el posicionamiento de los toros en la oferta lúdica actual, ya que antes era la opción básica de divertimento y hoy día en la sociedad priman espectáculos como el fútbol o servicios como las redes sociales o internet. «El futuro va a depender mucho del respeto al aficionado, por la manutención de una fiesta auténtica y verdadera. Si camuflamos o disimulamos el riesgo, dilapidamos la fiesta». La fiesta, permite «al animal escribir su nombre en la historia y no morir anónimamente en un matadero». Todo esto suena a utopía, y Fernández Figueroa reconoció que son muchos los intereses implicados en toda esta vorágine, «intereses que

 habría que aunar» por el bien común.

Pero entonces, ¿cuáles son esas leyes calladas del toreo? Son las máximas en las que nunca ninguna legislación podrá entrar a regular lo más mínimo: el miedo, el sufrimiento, la selección del toro, la torería, la ortodoxia y heterodoxia, los adornos y colores de los trajes, el hecho de que la fiesta sirva de fuente de inspiración para tantísimos artistas, los ritos y supersticiones, la tensión en todos los protagonistas de un festejo, las emociones, las sensaciones o los tiempos del toreo. Podríamos resumir todas estas leyes en decir que la intrahistoria de una tarde de toros nunca podrá ser regulada por ninguna ley, detalles y aspectos que quizás solo el aficionado capte y que como buen aficionado «tendría que transmitir a otros».

Para terminar, lanzó una reflexión acerca de la adecuación de la tauromaquia al siglo XXI, algo que como en todas las épocas, «no sería bien vista por los puristas» pero que sin duda redundaría en una mejora sustancial de la misma y, quizás, en un mayor acercamiento por parte del gran público.