La taumaturgia y el médico de pueblo
Recientemente, un vecino en una conversación me recordó cómo hace años, su madre, aquejada de una enfermedad crónica, experimentaba una notable mejoría simplemente al verme cuando iba a su casa a visitarla. Sus palabras me llevaron a reflexionar sobre un concepto que, aunque a primera vista parece ajeno a la medicina moderna, sigue presente en la relación entre el médico y su comunidad: la taumaturgia.
A lo largo de mis décadas de ejercicio en la medicina rural, he sido testigo de cómo las expectativas en torno a la medicina han evolucionado. Los avances científicos han revolucionado diagnósticos y tratamientos, pero la confianza que los pacientes depositan en su médico ha permanecido sorprendentemente constante. Aquí es donde deseo conectar mi experiencia con algo tan antiguo como la humanidad misma: la taumaturgia.
La taumaturgia, que etimológicamente significa “facultad de realizar prodigios o milagros”, ha estado históricamente asociada a figuras que, en tiempos remotos, sanaban a las personas de maneras inexplicables, casi mágicas. Santos, curanderos y líderes espirituales eran considerados taumaturgos cuando sus intervenciones parecían anticiparse a la ciencia de su época. No es casualidad que, en el pasado, los médicos fueran vistos no solo como hombres de ciencia, sino también como figuras casi míticas con la capacidad de obrar “milagros”.
Aunque hoy en día nos apoyamos en la ciencia médica, los avances farmacológicos y la tecnología, aún persiste un eco de esa antigua taumaturgia en la práctica médica, especialmente en el ámbito rural. La relación que establecemos con nuestros pacientes y la profunda confianza que se genera son fundamentales. El médico rural, a menudo el único profesional disponible, forja vínculos más profundos con sus pacientes. Una palabra amable, una escucha atenta y simplemente estar presente en momentos difíciles pueden marcar una diferencia significativa en el bienestar del paciente.
No pretendo afirmar que los médicos rurales obremos milagros, ni mucho menos. Sin embargo, creo que hay algo especial en esa relación cercana y duradera con los pacientes que, de alguna manera, puede parecer milagrosa. En este sentido, lo que la taumaturgia representaba en tiempos antiguos se refleja hoy en cómo la presencia y el acompañamiento del médico generan un impacto psicológico y emocional en los pacientes. A veces, esa simple cercanía, la confianza de que “el médico está siempre ahí”, otorga a las personas una sensación de seguridad que contribuye a su proceso de sanación.
He visto pacientes que, tras recibir un diagnóstico desalentador, encuentran fuerzas no solo en los tratamientos que les indico, sino en el hecho de sentir que alguien los acompaña en cada paso del camino. ¿Es eso taumaturgia? Quizá no en el sentido tradicional, pero hay algo poderoso en la empatía, en el apoyo emocional y en esa relación médico-paciente que, en las zonas rurales, adquiere una importancia mucho mayor.
Después de tantos años, he aprendido que la medicina no se limita a curar cuerpos; también se trata de sanar mentes y almas. En el entorno de los pueblos, el papel del médico se asemeja, en ocasiones, al del taumaturgo de antaño. Nuestra “magia” no proviene de lo sobrenatural, sino de nuestra capacidad para establecer lazos profundos con las personas, ofreciendo un sentido de esperanza, compañía y seguridad en medio de sus problemas de salud.
Por lo tanto, el médico rural, en su quehacer diario, puede parecer a veces un taumaturgo a los ojos de sus pacientes. No porque cure con milagros, sino porque su presencia constante, su trato cercano y su apoyo incondicional pueden, en algunos casos, obrar pequeños “milagros” en la vida de aquellos a quienes atiende.
QUIERO CURARTE
Médico de pueblo. Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Médico Ilustre del Real e Ilustre Colegio Oficial de Médicos de la provincia de Sevilla.
Autor del Blog: www.medicorural.es