La superioridad aplastante de Aarón Palacio
- Fuente Ymbro se desquita en su segunda comparecencia con una novillada interesante.

Empezaba ya el personal a secarse los sudores de este mayo tan tardío y asomaban esos calores veraniegos, que se esperaban antes y que tardearon hasta estos días. No nos creíamos el frío —así, con todas las letras— que nos calaba camino de la Feria al terminar cada tarde de farolillos. Esos tiempos ya pasaron, y los puros, claveles y demás elementos identificativos del público orejero mudaron a otros lares. Aquí era tiempo de ojear el escaparate de las promesas. Unas, ya confirmadas, y otras, por descubrir. En este domingo, un joven que tomaría la alternativa en su querida Córdoba; otro de Zaragoza que venía con ambiente de tomarla cuanto antes y el local, que de tapado, contiene en sus formas un toreo de excelente calidad. Gallardo había suspendido el fielato de corrales, pero el voto de confianza en la casta de su sangre era obligado.
Aarón Palacio, con su vitola de novillero puntero justificadísima, puso las cosas en su sitio en el segundo. Más cuajadito por delante, con un tren delantero superior, apretó los adentros del de Biota cuando este se disponía a terminar de cuajarlo a la verónica. Ordenado, pausado, atento a todo lo que hacían a su alrededor, Aarón dejó claro que pide más en esos detalles que residen en las esperas, en los tiempos o en las distancias. Apareció el temple desde el inicio, con esas suaves pasadas por arriba al abrigo de la Puerta del Príncipe. El embroque del torero aragonés es extraordinario, y eso es lo que Sevilla cantó desde el principio. Toreo hondo, más profundo con la mano derecha, lado más potable del novillo, Palacio mantuvo el hilo conductor de la faena en los pases de pecho tan redondos que ejecutó. Cuando la dimensión ofrecida ya era notable, tragó por el izquierdo las tarascadas que el mismo novillo regalaba. Dos embestidas en una. La oreja cayó de forma indiscutible tras la suerte suprema. Forma parte Aarón del selecto puñado de novilleros que están en un escalón superior al resto. Y no son más de tres o cuatro.
Cuando salió el quinto, con expresión de torito en su preciosa conformación de pitones, la novillada subió en presentación aunque tampoco era difícil. Aquí disfrutamos de una faceta que no es desconocida en Aarón Palacio, pero que se pierde entre sus torerías ya demostradas. La entrega. La entrega en dos largas de rodillas. El quite por chicuelinas, todo un muestrario de vuelos. Para la muleta, una mezcolanza de poder, capacidad para que la mansedumbre no ganara la partida y así poder enarbolar un hacer interesantísimo. Querer es la palabra y torear la que acompaña. Dejando la muleta puesta siempre, los naturales tuvieron una hondura apabullante y los derechazos un arrebato máximo. La faena transcurrió en multitud de terrenos, todos ellos diferentes, donde el novillo se entregaba y volvía a renegar de esa entrega constantemente. Terminó pasándose de faena incluso de lo a gusto que se encontraba el aragonés. Pinchó y parecía que se desvanecía el segundo trofeo, pero se tiró a morir para cobrar una estocada perfecta y que dio paso a la concesión de la oreja. Apabullante. Otro nivel.
De cara indecente e impresentable para una plaza de primera categoría, el primero tuvo en su embestida la bonanza de una monjita. Con fijeza a los estímulos de la propia lidia y bravito en el caballo, la clase que deslizaba de su embestida hacía presagiar algo importante hasta que subió hacia el tendido la desconfianza, el poco asentamiento y el nulo sitio que transmitió Manuel Román desde que salió del burladero de matadores. Todo eran pasos atrás. La ausencia de aplomo alarmó cuando acabó una labor en la que no hubo peso, no hubo ningún tipo de ajuste. No apretó nunca el buen viaje del castaño de Fuente Ymbro. Se esbozaron en las gradas de los tendidos ocho y diez unos pitos que confirmaban el disparate. Serias dudas, muy serias dudas en alguien que va a tomar la alternativa el próximo domingo delante de los suyos, en Córdoba, y con figuras y en categoría.
“¡Quédate quieto!”, gritaron desde el doce. A Manuel Román le habían escrito la sentencia cuando intentaba el quite al tercero. Como digo, la feria terminó y ahora están los que están siempre. Pasando al turrón, el tercero fue el más hecho de toda la tarde. Mariscal Ruiz quiso mantener encendida la mecha de la tarde en toriles, pero quedó a medio gas un saludo que se adivinaba vibrante. Siguió este tercer capítulo la senda de los buenos puyazos que se venían recetando desde el primero. Mejor se estaba picando que en todo el serial abrileño salvo honrosas excepciones. Saludó su espectacularidad Pedro Mariscal. Se dirigió el novillero al centro del ruedo y a partir de ahí todo se desmoronó como un castillo de naipes. De nula fortaleza, el buen aire del utrero se quedó en el deseo de embestir. Tardó en coger la espada Mariscal Ruiz ante tanta invalidez.
“¡No vas a correr ná!”, tocaron desde la grada del cinco. La realidad da cierto coraje porque los mimbres son buenos. Posee elegancia, gusto y sentido del temple, pero no se puede venir así a Sevilla. Siendo consciente de la situación personal que pueda atravesar el joven, a Manuel Román le transpiraron por el traje de luces las inseguridades de su mal momento. Con el sobrero que salió para sustituir al inválido titular, pudo dibujar un puñado de naturales, todos ellos al hilo del pitón y sin cruzarse. El novillo, pese a tener cierta tendencia a la huida, tuvo posibilidades si se le apretaba. Lo de la vuelta al ruedo es para replantearse muchas cosas. Ojalá remonte porque sí, hay un bonito proyecto de torero. ¿La alternativa? Podría pesarle mucho…
Mismo comienzo en el sexto que con el tercero propuso Mariscal Ruiz y con idéntico resultado. Sin redondear. También obtuvo la frialdad de Sevilla con el quite por gaoneras. El novillo, desagradecido y con una sosería mayúscula, no dio mucha opción. De nuevo se eternizó y Sevilla se lo hizo saber.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
17ª de abono. Algo más de 1/3.
Novillos de Fuente Ymbro: Desigual de presentación (mal presentado el 1º) y variados pero interesantes en su juego. Enclasado el 1º, encastado el 2º, inválido el 3º, enclasado aunque manso el 4º, manso el 5º y
Manuel Román: Silencio y vuelta al ruedo.
Aarón Palacio: Oreja y oreja tras aviso.
Mariscal Ruiz: Silencio en su lote.
Saludó Pedro Mariscal en el 3º.

Crítico taurino de El Pespunte