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Reportaje

La segunda vida de Rafael Maguillo: del accidente que lo dejó al borde de la muerte a repartir suerte con la ONCE en Osuna

14 mayo 2025
  • Siete años después de haber estado clínicamente muerto en un accidente laboral durante la Feria de Osuna, Rafael Maguillo reparte suerte, y esperanza, por las calles de su pueblo.
Rafael Maguillo, de repartidor de suerte con la ONCE en Osuna
Rafael Maguillo, repartidor de suerte con la ONCE en Osuna.
Lucía Palop

Redactora de El Pespunte

Hay historias que parecen escritas por el destino. La de Rafael Maguillo es una de ellas. Hoy, cada vez que alguien le compra un cupón de la ONCE en las calles de Osuna, compra también un trozo de milagro. Y de memoria.

Porque antes de repartir suerte, Rafael la necesitó toda.

Entre la vida y la muerte

Fue el 8 de mayo de 2018. Martes de Feria de Osuna. El pueblo se preparaba pero en un cortijo la jornada no era de fiesta, sino de trabajo. Rafael manejaba una grúa pluma para instalar una bomba hidráulica en una balsa de riego, un trabajo que conocía como la palma de su mano. Pero lo que ocurrió en los segundos siguientes marcaría el resto de su vida. “Estaba manipulando la bomba en una balsa y cuando se hundieron las patas del camión, se volcó el camión y la grúa me golpeó y me arrojó a la balsa”, nos cuenta.

El golpe lo dejó inconsciente. El agua lo tragó. “Estuve diez minutos enterrado en agua y en cieno”, recuerda. Su cuerpo quedó atrapado, sin posibilidad de salir a la superficie. A esa hora, las 10:20 de la mañana, una llamada al 112 alertaba de que un hombre se estaba ahogando. Llegaron los bomberos, la Guardia Civil, los sanitarios. Llegó la urgencia de salvar una vida. Sus compañeros, Francisco Jiménez Llamas y Rafael Buzón Rey, fueron los primeros en lanzarse a ayudar. “Fueron los que me salvaron la vida”, dice. “Siempre han estado ahí”.

Lo que siguió fue un combate contra la muerte. Lo evacuaron en helicóptero al hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Entró directamente en la UCI. “Estuve once días en la UCI y nadie daba un duro por mí. Todos los médicos decían a mis familiares que si tiraba para adelante quedaba en una silla de ruedas”, cuenta.

Pero Rafael tiró. Despertó. “los médicos en la UCI diciendo que era un milagro, un milagro de Dios”, dice.

Despertó, sí, pero con secuelas que aún le acompañan. “Dos palos de dos tarajes me atravesaron entero el cuerpo. Me entraron por el tórax y me salieron por el omóplato. Eso fue lo que más secuela me dejó: el hombro derecho y el oído derecho. Y también el cuello”, cuenta, señalándose la zona. A pesar de cientos de sesiones de rehabilitación y mucho esfuerzo, no logró recuperar su anterior vida. “Yo no quería dejar mi trabajo. Pero no pude. Ese trabajo sacrificado ya no lo podía volver a hacer”, lamenta.

El accidente no solo destrozó su físico. También lo arrastró a una depresión profunda. “Yo me veía en mi casa, solo, sin trabajo, sin salida. En un callejón sin luz. Creía que mi vida había terminado”. Pero había gente a su lado. Siempre, sin condiciones. “Mis padres, indiscutiblemente. Siempre han estado ahí”, confiesa. “Y también mis compañeros, los que me salvaron la vida. A ellos les debo muchísimo”.

La fe también ocupó un lugar importante. Y el pueblo entero, con ella. “Cuando tuve el accidente, Osuna se volcó conmigo”, dice con la voz entrecortada. Aquella mañana, primer día de feria, se paralizó la fiesta. Se abrieron las puertas de las iglesias. En su hermandad, la de la Virgen de Mayor Dolor, había personas rezando por él. “Hacían oraciones, le movían el manto a la Virgen… fue impresionante. Yo creo que Dios quiso que me quedara aquí para hacer feliz a la gente”.

Y lo ha hecho. No de la forma que imaginaba antes, pero sí de una aún más grande. Tras el accidente, se formó como auxiliar de enfermería y empezó a enviar currículums. Pero nadie le daba una oportunidad. “Yo, con lo que era en mi trabajo… y parecía que a nadie le valía”, señala.

Un no tras otro… hasta que llegó la ONCE

Hasta que llegó la ONCE. Seis años después del accidente, en enero de 2024, lo llamaron. “Me dijeron que querían que hiciera plantilla, y fue como si me abrieran las puertas del cielo”. Para Rafael, no es solo un trabajo es renacer, “la ONCE hace una labor increíble. Nos da vida a quienes tenemos alguna discapacidad. Yo ahora soy la persona más feliz del mundo”.

Hoy, Rafael reparte suerte en su pueblo. Y lo hace de verdad. Solo en el último mes ha entregado dos grandes premios: 400.000 euros repartidos entre sus vecinos. “Para mí eso ha sido lo más grande. Una gran satisfacción”. “Es alegría para todos, no solo para mí. Yo no me llevé nada, pero me tocó lo mejor: darlo”.

La noche que se enteró de que había vendido el número premiado fue una fiesta improvisada, recuerda entre risas. “Intenté volver a casa para dormir… pero qué va. Me fui con mis amigos a celebrarlo”.

La emoción no era solo suya. “Al día siguiente fui temprano a ver a los que les había tocado. Algunos me abrazaron llorando. Brindamos juntos. Eso no se me va a olvidar en la vida”, confiesa.

Rafael lo resume así: “A mí no me ha tocado la lotería, pero me ha tocado lo más grande. Hacer feliz a la gente”. Y su pueblo, que lo conoce, lo quiere y lo respeta, se lo devuelve cada día. “Yo siento el cariño de Osuna cada vez que salgo a la calle. Nunca podré olvidar lo que hicieron por mí”.

Hoy, siete años después de haber estado clínicamente muerto, Rafael Maguillo sigue caminando — con más fuerza que nunca— por las calles de su pueblo. Y mientras entrega sus cupones, entrega también una lección de vida. “Volver a empezar después de todo eso… eso sí que es un milagro”, dice. Y lo dice con la serenidad de quien sabe que ya está viviendo su segunda vida. Y esta vez, la está dedicando a repartir felicidad.

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Lucía Palop
Lucía Palop

Redactora de El Pespunte

Lucía Palop 14 mayo 2025

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