
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.
La palabra religión viene del latín religare, que es reunir, una parte de su definición; otra parte tiene que ver con creer, tener fe. Lo social, formar parte de una hermandad, con sus ritos y formas de comportamiento: el tener fe, un asunto personal, que se tiene o no se tiene, como el ángel, el arte o la gracia que viene de fuera, aunque forme parte de nuestra intimidad y, en eso no mandamos, conforman la religiosidad.
En mi columna anterior propuse que: “cada religión es fruto de una sociedad, es étnica, nace unida a un pueblo, a una comunidad.” La pregunta que hoy me hago, y quiero apuntar alguna respuesta, es ¿cuál puede ser la religión de los andaluces?
Alguno dirá pues la católica, apostólica y romana, la verdadera. Yo quiero ir un poco más allá, mi tesis es que los sentimientos y comportamientos religiosos nacen con la humanidad, son un fenómeno psicológico y social inscrito en nuestra biología y trascienden los problemas teológicos. La religiosidad es un fenómeno psicosocial, con una base psicológica, la tendencia a creer en algo que nos trasciende y a unirnos al grupo.
Hay religiones sin dioses, religiones laicas, como puede ser el comunismo. Se originó no desde el amor, sino desde el odio a los opresores, por eso triunfó en la Rusia zarista que los tenía muy buenos, mejorando a Vladimir Putin. Una religión tiene sus dogmas y tabúes, ambos son cuestión de fe, nos ahorran trabajo mental. Son la base de lo que une, más allá de lo racional, incuestionables, fundamentos sentimentales. Como la afición a mi equipo de fútbol. Tener o no tener fe, que se construye en la experiencia de lo absoluto, que se puede encontrar de muchas formas, cada uno en la suya, vaya usted a saber.
Intentaré cernir cuál es esa religión andaluza que nos une, y que va más allá de la teología. Una religión que incluso hace conversos a foráneos que ya creen en ella. Esa religión se relaciona con el alma andaluza, pues los pueblos también tienen alma, como pueden tenerla los árboles o los animales.
Del alma andaluza habló Ortega y Gasset, destaca la participación de los ciudadanos y su protagonismo en los actos sociales, es decir, tendencia al happening; dice que es el pueblo más viejo del Mediterráneo y lo compara con la cultura china, sin una visión heroica de la vida; ha sabido convivir con los dioses que le ha tocado vivir históricamente. Sobrevive dejándose conquistar, para después conquistar al conquistador seduciéndolo. No ha sido un pueblo guerrero y conquistador, como el castellano. Hace presente la máxima de trabajar para vivir y no a la inversa.
Le pregunté a la IA (inteligencia artificial) sobre el carácter andaluz y dice cosas bonitas: hospitalidad, alegría, sentido del humor, disfrute de la vida, creatividad, pasión por música y baile, por la comida y el vino.
Es un alma con unos altos índices de tolerancia, con el no creyente o con el miembro de otra religión. Religiosidad que encuentra su esencia más en el cultivo de la liturgia que en el dogma. Relativista, que respeta al diferente más que defender la exclusividad de una interpretación de lo sagrado, ante otras.
Pregunté por los defectos de esta alma andaluza a la IA y me contesta: tendencia al sesteo, impuntualidad, improvisación, crítica envidiosa, chulería prepotente. Aunque advierte que no todos somos así.
La religiosidad en Andalucía ha sufrido un profundo proceso de secularización de lo religioso, permaneciendo la funcionalidad de lo religioso en la construcción de la identidad colectiva. Esto permite que hasta los ateos puedan participar y disfrutar de sus procesiones de Semana Santa.
Es una cultura que traduce a escala humana todas las cosas, cualquier relación de roles sociales tiende a convertirse en una relación personalizada. Cultiva el espíritu y la emoción más que la fuerza bruta. Está más del lado de la vida que de la muerte.
Toca ir terminando, un par de ejemplos de esta religión. Un milagro que ocurrió el 22 de noviembre de 1994, lugar: el Parlamento de Andalucía. En medio de una agotadora lucha política, tras horas y horas sin llegar a ningún lado, se produjo el milagro: un ataque de risa, que contagió a derechas e izquierdas, obligó a interrumpir la sesión. Los jóvenes o los que no se acuerden de la pinza, consulten la hemeroteca. Una situación extrema, que en otros parlamentos lleva a puñetazos o a tiros, aquí mató a todos de la risa. Fue primera página en todos los noticiarios del mundo. Ejemplo para nuestros políticos actuales que apenas tienen sentido del humor para criticarse unos a otros. Así que santa religión la nuestra.
Otro ejemplo: nuestro santoral laico, con andaluces como San Camarón de la Isla, venerado por payos y gitanos. En mi altar particular está el beato sevillano, el rockero Silvio, con varios milagros en su haber que he glosado en un libro y que dijo una sabia sentencia con la que me despido de ustedes, estimados lectores. La verdad, si no tiene gracia, no le interesa a nadie. Menos mal que Andalucía la tiene, digo yo.
