La razón morada


Las sociedades occidentales, esa pequeña parte del planeta donde nació y llegó la Ilustración, han desarrollado un modelo de razón que ha estado condicionado por la evolución de la civilización. Y en ese modelo social, el patriarcado se ha erigido como un sistema que ha favorecido la represión emocional, la desconexión con la naturaleza y la subordinación del individuo a normas rígidas y a un estilo fuertemente identitario, territorial y competitivo.
Parece que el ser humano primitivo tenía un carácter más integrado y espontáneo y que, sin ser los navis de Avatar, vivían sintiéndose parte de un todo, no por encima del resto. Pero con el advenimiento de sociedades organizadas, especialmente con el surgimiento del Estado y la religión, se instauraron sistemas de control que moldearon el carácter colectivo. La familia patriarcal, la educación autoritaria y la represión del placer fueron generando estructuras represivas en los individuos, perpetuadas generación tras generación.
En este sentido, el psiquiatra Claudio Naranjo advierte cómo la Modernidad supuso incluso una crisis del carácter humano, en la que el modelo de razón y el estilo de sociedad favorecieron la desconexión de las personas de sus emociones y auténticas necesidades. A partir de esta “mente patriarcal” se desarrollaron múltiples aspectos neuróticos del carácter humano, el cual vive a partir de una comprensión racional del mundo, la sociedad y de sí mismo en permanente desconexión con aspectos realmente importantes para la vida humana.
“Pienso, luego existo”, he aquí el consagrado modelo cartesiano. Pero nos han faltado, entre otros, el “siento, luego existo”, el “te siento, luego existo”, el “tengo hambre, luego existo”, “anhelo, luego existo” o el “te amo, luego existo”. Al Estado le interesaba que olvidaras las necesidades del cuerpo y la religión prefería hablar de almas en vez de personas, porque las almas no comen y pueden ser felices con poco. Y de este modo, la mente patriarcal ha ido perpetuando su estrategia de sometimiento y de ceguera colectiva, como si la gente comiera banderas o ideas, o esas banderas y esas ideas tuvieran más valor que una sola vida humana…
El extremo de la mente patriarcal es la ley del más fuerte hecha política de Estado. Eso no solo ha pasado con Trump, sino que tiene precedentes históricos contínuos y, pese a estrellarnos una y otra vez, no vemos otra alternativa que seguir arremetiendo contra el mismo muro. Pura testosterona.
Pero ayer fue 8M, el Día de la Mujer. Del mismo modo que la mente patriarcal tiene sus propias luces y sus sombras neuróticas, la “mente femenina” posee también sus características definitorias. En efecto, la existencia de diferencias neuronales y conductuales tan sustanciales entre hombres y mujeres es fruto de la especialización de roles durante la evolución.
Por un lado, los hombres cazaban, defendían al grupo y fabricaban herramientas. Por este motivo, los hombres tienden más a la sistematización, es decir, a analizar y predecir sistemas mediante procedimientos y reglas. Del mismo modo, los hombres poseen una facilidad especial en tareas espaciales que implican rotar mentalmente objetos o manipularlos. También tienden a orientarse y aprender rutas más rápidamente. Su desempeño defensivo los hizo fuertemente territoriales, afianzando alianzas más estratégicas que emocionales con aquellos que contribuyen a afianzar la seguridad del clan. Además, su orientación a la caza los hace físicamente más resistentes, con visión en tubo para focalizar mejor a las presas, y también más precisos en tareas motoras que requieren guiar o interceptar objetos.
En cambio, las mujeres recolectaban alimentos, cuidaban de los niños y gestionaban el hogar, actividades que también generaron distintas presiones selectivas. Gracias a esto, desarrollaron una mayor capacidad multifunción conectando y compensando mejor los dos hemisferios del cerebro. Lograron mejorar el desempeño en tareas relacionadas con el habla y las habilidades manuales. Además, las mujeres muestran mayor uso del hipocampo en tareas de memoria emocional. Esta organización cerebral explica por qué los hombres pueden tener mayor dificultad para expresar emociones, al separar lenguaje (hemisferio izquierdo) y emociones (hemisferio derecho), mientras que las mujeres integran ambos hemisferios en el procesamiento emocional. De hecho, ante situaciones difíciles, duras o calamitosas, las mujeres son más resistentes que los hombres al estrés crónico. Por último, el hecho de que los bebés no puedan comunicar sus necesidades más que mediante gestos y diversas formas de llanto, hace que las mujeres hayan desarrollado eso que llamamos un “sexto sentido” para identificar y responder a los estados emocionales de otros. Por este motivo, se inclinan más hacia la empatía, adquiriendo de modo natural una mayor habilidad social y un anhelo de paz y seguridad más desarrollado.
Quizás por eso, el camino hacia la sanación de nuestro modelo social implica una necesaria integración de los aspectos reprimidos o negados a nosotros mismos, recuperando la espontaneidad, la inteligencia emocional y el contacto con la realidad profunda del ser que están tan presentes en la mentalidad femenina.
La Biblia, nacida en una cultura patriarcal, no pudo escapar de una evidencia histórica: cada vez que los hombres se metían en un atolladero, ellas tenían que arreglar las cosas. Desde la prostituta Rajab y su contribución en la caída de Jericó hasta Esther evitando el holocausto de su pueblo. Desde Débora, la jueza y profetisa que lideró al pueblo sin rey y le dio 40 años de paz, hasta Judit cortando la cabeza de Holofernes para poner fin al asedio de Betulia. Todos los nuevos comienzos en cada capítulo de la historia sagrada vinieron de manos de una mujer en profunda conexión con su verdadero ser. Sara fue madre de un pueblo numeroso como las estrellas; Ana concibió al profeta Samuel, el más sabio de sus jueces; la madre de Sansón le dio al pueblo el héroe que trocaría el dominio filisteo; con María llegó la plenitud de los tiempos…
Necesitamos integrar la “razón morada” en nuestro sistema de pensamiento y en nuestro modelo social. Este sistema y este modelo están a punto de colapsar y, si no se integran ellas y desde su feminidad nos ayudan a conectarnos con nosotros mismos, entonces tendrán que volver mañana a salir de su ostracismo para sacarnos de un nuevo callejón sin salida.
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.