La plaza Mayor de Osuna (XIII)
Esta otra imagen, tomada de la revista de feria de 1965, resulta útil para apreciar el aspecto de la plaza anterior a su última gran reforma, en particular cómo eran los bancos del perímetro. Desde el primer momento llama la atención su altura con respecto a la acera, característica disuasoria para los amigos de sentarse en el respaldar y poner los pies en la piedra, costumbre incívica, antihigiénica y peligrosa cuando la altura es tanta. Observen también, si lo desean, las desmesuradas proporciones de una especie de farola visible cerca del ángulo de la plaza más cercano al fotógrafo. Llama igualmente la atención la presencia de una humilde mula, noble y paciente animal, cargada de cerones de esparto donde transportar todo tipo de materiales. Su presencia al lado de una motocicleta nos habla de aquellos años de transición y desarrollo. Para los nacidos después de 1970, sobre todo en una gran ciudad, puede resultar complicado formarse una idea acertada de la importancia que ha tenido el ganado equino durante siglos —en realidad, milenios— en el mundo del trasporte. Su manejo, reproducción y cuidado estaba a cargo de una parte vital de la sociedad, los arrieros, practicantes de un oficio que permitía una libertad de movimientos y una independencia impensables para cualquier jornalero. Algunos de estos arrieros llegaron a poseer pequeñas fortunas y gran influencia por el carácter esencial de su trabajo. En ápocas anteriores a la extensión del ferrocarril —muy tardía e incompleta según qué zonas— y, más tarde, de los vehículos a motor, la feria del ganado de Osuna, una importante cita anual —su celebración en el mes de mayo favorecía el comercio de animales de tiro, imprescindibles en las faenas agrícolas de verano que estaban a punto de iniciarse—, atraía compradores y vendedores de ganado de media España. Según el legajo 319 del Archivo Municipal, en 1922, cuando ya la competencia de medios modernos de transporte se hacía notar, realizaron transacciones de ganado en la feria ursaonense personas procedentes de Tetuán, Madrid, Valencia, Alicante y todas las provincias andaluzas, en total de cerca de setenta localidades. En 1935 se llegaron a pagar 1.300 pesetas por mulas de tres años. La arriería ursaonense, destacada sin duda, es otra parcela de la historia local merecedora de atención por parte de los historiadores. Hay que insistir en ello. Aquellos hombres —era un mundo esencialmente masculino—conocían como nadie los caminos, las trochas de montaña y los puntos para abastecerse de agua. Trataban con los hombres y las mujeres de las ventas y los cortijos creando una red de relaciones equiparable, en cierta forma, a aquella de los transportistas actuales pero a un ritmo de marcha mucho más lento, en grupos —generalmente familiares— y con una percepción mucho más profunda del viaje en sí. Alguien con los contactos y el empuje necesarios la escribirá alguna vez.
Nos hemos movido al otro lado de la plaza. De esta fotografía sabemos seguro que fue tomada a principios de febrero de 1954, pues el día 3 de ese mes y año cayó en Osuna la mayor nevada que se recuerda. En el diario de un señor de la época, puede leerse: «Una intensa nevada jamás conocida cayó sobre esta población; desde las alturas de la Colegiata la perspectiva era maravillosa, gozándose de un espectáculo, con el blancor de la nieve, jamás conocido. La altura de la nieve en algunos sitios alcanzó más de medio metro, fenómeno no conocido ni recordado, por las personas más ancianas». De aquellos días se conservan también fotografías de calles nevadas en poblaciones como Écija o Sevilla, donde la nieve era un fenómeno aún más extraño. Las personas de la imagen posan para la foto a la entrada de Los Caminos, comercio textil cuyo interior presentaba en la época este aspecto.
Siento no poder disponer de una versión de la imagen con mayor definición. A destacar el abundante comercio de telas, hoy casi perdido como resultado de la proliferación de la venta de trajes y vestidos ya realizados. Existen, por supuesto, comercios donde aún se venden piezas de telas por metros pero su número es una pequeña muestra del existente a mediados del siglo XX. Hace setenta años el precio de la ropa ya confeccionada —la ropa de sastrería— sólo estaba al alcance de personas acomodadas. La gran mayoría heredaba la ropa, normalmente de familiares directos, o vestía trajes y vestidos de confección casera realizados con técnicas muy antiguas, conocimientos que pasaban, y aún pasan, de generación en generación. Osuna posee un importante comercio textil desde el siglo XIX, reflejado en los últimos años en la creación de una marca, Álvaro Moreno, de proyección internacional. En el antiguo comercio de Los Caminos, y en otros como Los Nuevos Caminos —situado donde hoy abre sus puertas el café Tetuán—, aprendieron el oficio grandes profesionales. Esas tiendas, tan luminosas a la luz de la tarde, pueden contarse entre los recuerdos de los lectores: alguno retendrá en su memoria la visita a la tienda de la mano de la madre y el tacto y el brillo de las telas, que se desplegaban, como olas de paño, sobre los largos mostradores.
(Continuará)
Imágenes provenientes de la Revista de Feria y de donaciones de particulares.
Víctor Espuny
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CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.