La plaza Mayor de Osuna (VIII)
El inicio de la Segunda República, un periodo histórico de tratamiento todavía delicado, supuso una nueva rotulación de la mayoría de las calles y plazas españolas, actos simbólicos propios de cualquier cambio de régimen. Osuna no fue una excepción. Las Actas Capitulares del Ayuntamiento recogen decisiones sobre estos cambios desde el 30 de abril de 1931. Según acuerdos tomados en la sesión celebrada ese día —espero que la enumeración no resulte demasiado tediosa—, la calle «Marqués de la Gomera», la actual Gordillo, vuelve a llamarse «Evandro»; «General Primo de Rivera», la actual Carretería, pasa a denominarse «Pablo Iglesias»; Alfonso XII pasa a llamarse «García Hernández»; el «Paseo del Marqués de Estella», la actual plaza de Rodríguez Marín, pasa a rotularse como «Paseo del Capitán Galán»; etc. Apenas transcurrido mes y medio, el 17 de junio, la corporación municipal renombra más calles y plazas: «Plaza de la Constitución», la actual plaza Mayor, comienza a llamarse oficialmente «Plaza de la República»; San Cristóbal pasa a «Olivares Plaza»; San Pedro recibe el nombre de «Fernando de los Ríos»; el Carmen pasa a «José Nakens»; Cristo a «Largo Caballero»; San Agustín a «Indalecio Prieto»; Cueto a «Tamarit Guzmán»; Albareda a «Arcadio Moreno Ruiz»; etc. Los nuevos nombres pertenecen a personajes relacionados con ideas socialistas o republicanas, la mayoría de relevancia nacional y algunos de importancia local, como son los casos de Tamarit Guzmán y Arcadio Moreno Ruiz. Vuelve a haber cambios de nombres de calles en sesiones celebradas los días 6 de enero, 12 de febrero y 1 de abril de 1932, el 25 de mayo de 1934, etc.
Todo esto, como pueden suponer, no servirá para nada: la gente seguirá llamándolas como siempre las había llamado. Aún hoy, muchos de nosotros, por la inercia de tantos años, llamamos plaza de España a la plaza Mayor. Pero todavía no hemos llegado a esos otros cambios, que tendrán lugar en enero de 1937.
En la parte inferior de la fotografía que contemplamos se lee «Avenida de la Libertad», nombre que recibió oficialmente la Carrera de Tetuán a partir del 17 de junio de 1931. Por lo tanto, cabe asegurar que esta foto es posterior a esa fecha y anterior a julio de 1936. Atendiendo a otros detalles —la orientación de las sombras, el follaje de los árboles y el cierre del comercio textil de la derecha—, puede aventurarse que la imagen fue tomada durante la tarde de un domingo de primavera. O también, por supuesto, un día de diario a primera hora de la tarde. Son solo hipótesis. Llama la atención la presencia del quiosco de la esquina de la plaza, teóricamente desaparecido «por razón de ornato» a comienzos del periodo republicano, como ya vimos en entregas anteriores.
La imagen posee varios puntos de interés. Fijemos nuestra atención en el grupo de hombres que aparece ocupando la acera. Parecen parroquianos del café de Galerón, establecimiento muy popular que tenía su entrada al comienzo de la calle Luis de Molina, más o menos donde hoy la tiene una sucursal bancaria; parece que ese inmueble tuvo vocación hostelera en diversos momentos históricos, como también hemos visto en entregas anteriores. El aspecto de los clientes —llevan gorras y visten ropas humildes— presentaría un acusado contraste con el de los habituales del Casino, que ocupaban su lugar a sólo unos metros. De hecho, en el ángulo inferior derecho de la fotografía se observa un hombre tocado con un sombrero que formaría parte del otro grupo. Esta gran diferencia es una pequeña muestra de la existente en la sociedad de la época, notable en localidades de larga tradición señorial como Osuna, donde las desigualdades eran, quizá, más acusadas. El Paleto, longevo periódico ursaonense dirigido por don Manuel Ledesma Vidal, está salpicado durante estos años de noticias sobre disturbios y hechos violentos, como el explosivo colocado en la portada del palacio del marqués de la Gomera la noche del 29 de febrero de 1932 o el apedreamiento sufrido por el Casino y la «Peña de los Cazadores» el 15 de marzo del mismo año. También hay constancia de un intento de incendiar la iglesia de Santa Clara en junio de 1932, hecho recogido por Fernando Pascual Cevallos en Luchas agrarias en Sevilla durante la Segunda República (Sevilla, 1983; página 141). Esa ansiada libertad, de la que habla el nombre oficial de la Carrera de Tetuán en 1931, desembocará en una sistemática represión a partir de 1936, estudiada, para el caso de Osuna, por Felix J. Montero Gómez. Una ola de inhumanidad recorrió Europa entre 1930 y 1945: fue como una noche interminable durante la que ningún territorio estuvo a salvo.
También llama la atención en la fotografía el aspecto que presentaban los edificios de la acera de la derecha de la Carrera, en la actualidad muy cambiados. Destaca la casa de altos cierros blancos, de la familia Calle, cuya fachada, de vanos amplios pero bien proporcionada, hoy no existe. Según testimonios de personas que la conocieron, había sido construida siguiendo en su distribución modelos de antiguas casas palacio. Poseía un patio muy espacioso y una gran escalera doble que se unía en un rellano. Puede observarse la puerta de la farmacia de los propietarios en la planta baja, una entrada de madera de color oscuro situada después del tercer cierro. En el piso superior figuraban miradores de forja acristalados, del mismo estilo de otros que hoy podemos contemplar en inmuebles de la Carrera y la calle San Pedro.
Es la misma fachada que se observa parcialmente en esta fotografía, tomada desde el centro de la plaza a tres jóvenes amigos. Tiene que ser anterior a 1943, cuando en ese mismo lugar se coloca el busto de don Francisco Rodríguez Marín. De la observación de la imagen se pueden inferir detalles importantes, como la forma que tuvo durante décadas la entrada a San Francisco desde la plaza Mayor, después de la caída de la espadaña, y el tipo de suelo que tenía la plaza en la época, menos atractivo visualmente pero más cómodo para pasear. Esas losas serán reemplazadas por guijarros, los mismos que cubrían el suelo de la cuesta de San Antón y cubren todavía la plaza de la Encarnación y otros lugares de la zona monumental. Aunque no tengo el dato exacto de cuándo se construyó la fachada a la que nos referimos, perdida en los años setenta del siglo XX, debió ser en la década de los veinte o a principios de los treinta, época en la que Osuna, transformada por lo común durante intensos impulsos urbanísticos, tuvo una gran actividad constructora. De aquellos años datan también, entre otras obras, la ampliación del Casino, la casa «del rincón» de la plaza Mayor, la antigua clínica veterinaria de la plaza Cervantes, el inmueble conocido popularmente como «casa Gaona» —al fondo de la primera fotografía— y la «caseta» del parque de San Arcadio, esta última fácilmente fechable gracias a una lápida conservada en su interior: «Siendo alcalde de esta villa D. Antonio de Castro Tamayo y maestro de obras D. Diego Jiménez se edificó este edificio en 1927». En cuanto a la casa «del rincón», muestra excepcional de estilo regionalista, parece que el responsable de su construcción fue un procurador muy impopular por el rigor con que ejecutaba los embargos judiciales. De hecho, y según recoge El Paleto nº 1304 (10 de octubre de 1931) en su página 3, en aquellos días recibió un disparo de una persona sujeta a uno de ellos. La tragedia que estaba por venir, y pocos imaginaron, comenzaba a avisar.
Volviendo a la primera imagen, podemos observar la presencia de automóviles aparcados frente al Casino, seguramente taxis. También podemos reparar en el aspecto que presentaba el alumbrado público: una bombilla con pantalla circular suspendida sobre la calle. En la imagen se ven varias. Resulta imaginable la penumbra de las calles principales en noches sin luna y la oscuridad casi completa de las secundarias. La empresa proveedora de electricidad de aquellos años se denominaba “Sociedad Hidro-eléctrica del Genil”, propiedad de empresarios ursaonenses hasta 1913, cuando fue vendida y tomó ese nombre. En sesión celebrada el 15 de julio de 1931, el Ayuntamiento de Osuna acuerda dirigirse a ella para pedirle, por motivos de seguridad, el soterramiento de los cables que pasaban junto a la Colegiata. La compañía eléctrica tardó un mes en responder y lo hizo diciendo que la línea existía tal cual estaba desde 1904 y aún no había ocurrido nada lamentable, algo que era falso: según se recoge en las Actas Capitulares, en 1928 había fallecido electrocutado un niño.
Aunque el porcentaje de domicilios particulares con instalación eléctrica sería muy pequeño, ya entonces las compañías de generación y transporte de energía eléctrica resultaban imprescindibles para el correcto funcionamiento de fábricas, edificios de la administración y alumbrado público. Hubo poblaciones muy adelantadas, como Puente Genil, que, gracias a sus recursos naturales, pudieron hacer de la generación de energía eléctrica una importante fuente de riqueza. La primera iluminación de la localidad pontanense se inauguró en 1889; en Osuna lo fue seis años después. Entre 1895 y 1913 se crearon varias empresas ursaonenses dedicadas a la generación y suministro de electricidad, pero unas adolecieron de una evidente falta de profesionalidad, atentas solo a la ganancia rápida, y otras fueron víctimas de los impagos del Ayuntamiento y tuvieron que cerrar. Los interesados en conocer los pormenores de estas empresas tienen a su disposición el libro Osuna durante la Restauración (1873-1931) —tomo II, páginas 723 y siguientes—, donde el profesor Ramírez Olid trata el tema por extenso.
Las eléctricas, como vemos, siempre han sido empresas decisivas en la marcha de la economía.
(Continuará).
Imágenes provenientes del Casino de Osuna y de una donación particular.
Víctor Espuny
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CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.