La plaza Mayor de Osuna (IX)

Han pasado unos años desde aquella fotografía de la Carrera titulada «Avenida de la Libertad». La época de avances sociales y reformas profundas en todos los aspectos ha terminado de manera traumática. Parece una constante en la historia. El poder llega, por una u otra vía, a manos de personas de buenas intenciones que intentan lograr un cambio sociopolítico. Este se va radicalizando, se les va de las manos y acaba siendo anulado por una reacción de índole conservadora apoyada por el ejército. Ahora, toda aquella libertad que parecía anunciar el nombre de la Carrera ha desaparecido. El final de la Guerra Civil, que en Osuna puede considerarse el mismo mes de julio de 1936 —cuando la población queda definitivamente en poder de los militares sublevados—, trae consigo los fusilamientos, los procesos de depuración, los trabajos forzados, el ostracismo y el exilio interior. Son años muy sombríos. Sin embargo, desde el punto de vista del dinamismo intelectual, tan mermado a escala nacional desde el final de la guerra, aquellos años tienen su lado positivo para la localidad. Varios profesionales liberales, como médicos o profesores, de gran preparación pero depurados por sus ideas —a veces solo por haber sido alumnos de la Institución Libre de Enseñanza—, son obligados a establecerse en Osuna. Con ellos y su palabra llega la semilla de futuras y brillantes vocaciones humanísticas. Entre ellos cabe destacar al conquense Alfredo Malo Zarco, alumno de don Miguel de Unamuno en Salamanca, políglota y gran docente, y al castellonense Eduardo Díaz Ferrón, neuropsiquiatra y humanista de prestigio. Ambos, acompañados de otros colegas, dinamizaron la vida cultural de Osuna en una época en la que se hacía necesario ver algo de luz al final del túnel. Ellos supieron aportarla.

Como no podía ser menos, las calles vuelven a ser bautizadas para disgusto de vecinos y carteros. El cambio tuvo lugar en fecha tan temprana como enero de 1937. Ahora, «Avenida de la Libertad» pasa a «Avenida del General Franco», «Plaza de la República» pasa a «Plaza de España», Sevilla se rebautiza como «Avenida de José Antonio Primo de Rivera», La Cilla pasa a «General Queipo de Llano», «Evandro» se renombra como «General Mola», Capitán se rotula «General Sanjurjo», Tesorero pasa a «18 de Julio», «Pablo Iglesias» vuelve a Carretería, etc.

Esta fotografía pertenece claramente a esos nuevos tiempos. Recoge las fachadas principales del Ayuntamiento y del Casino. Fue escaneada de la Revista de Feria de Osuna de 1976. En dicha publicación no aparecía acompañada de fecha alguna, pero todo apunta a que debió ser tomada poco después de acabar la Guerra Civil. Los detalles que apoyan esta afirmación son, principalmente, dos. En primer lugar, la imagen propagandística de Franco. El dictador aparece aún muy joven y en una disposición inspirada directamente en modelos hitlerianos. En segundo lugar, la decoración de los edificios. Se advierten numerosos símbolos falangistas y tradicionalistas cuyo uso decayó paulatinamente cuando empezó a vislumbrarse la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese momento, el régimen franquista, necesitado de reconocimiento exterior, decidió abandonar, o al menos suavizar, el uso de la parafernalia fascista.

Si analizamos de arriba a abajo los distintos símbolos que llenan la fachada del edificio del Ayuntamiento, en primer lugar —y ocultando el reloj municipal— encontramos el escudo oficial del régimen. La poca calidad de la fotografía, ya deficiente en la revista de feria, impide advertir claramente la versión del escudo, si es la fijada en 1938 o la adoptada en 1945, detalle que ayudaría a situar la foto. A su derecha, dos banderas: una que parece la nacional sin escudo y otra perteneciente al partido o facción carlista, la cruz de Borgoña, dos troncos rojos cruzados sobre fondo blanco. Las banderas colocadas a la izquierda del escudo son inidentificables.

Ya en el segundo piso, y acompañados por las palabras «Arriba España», vemos el yugo y las flechas, símbolos del reinado de los Reyes Católicos adoptados por el partido falangista. Junto a ellos, el retrato de Franco ya mencionado y, junto a este, un panel o telón con su apellido en el centro de una bandera de difícil identificación.

Para acabar con la fachada del Ayuntamiento, en los pisos inferiores aparecen emblemas de diversos cuerpos del ejército español. En el primer piso, y de izquierda a derecha, los de Caballería, Regulares, Infantería, uno irreconocible —que puede suponerse de Ingenieros, de Artillería o del Ejército del Aire— y la Legión. Por último, ya en el bajo, el perteneciente a la Armada. Su posición, en el lugar menos elevado, y menos visible por tanto, puede relacionarse con el menor apoyo que el bando golpista recibió de la Armada durante la guerra, contingente militar que tuvo mayor proporción que otros de mandos partidarios de la República. Es sólo una hipótesis. Cabe suponer que toda la parafernalia iconográfica que aparece en la foto estaba perfectamente normalizada, y se montaba siguiendo instrucciones claras que nadie se atrevía a desobedecer. No creo que la posición de cada emblema fuera aleatoria.

Si fijamos nuestra atención ahora en la fachada del Casino, en el piso superior vemos un cartel de «Auxilio Social», organización dependiente de Falange que intentaba paliar el hambre que se padecía en la época, principalmente el hambre infantil. Aquellos fueron años de grandes privaciones. Esta situación provocó tiempo después una emigración masiva de andaluces a la búsqueda de condiciones de vida más dignas. Por el momento no dispongo de datos fiables para el año cuarenta pero, según las cifras contenidas en la página web de la Diputación de Sevilla, Osuna pasó de tener  23.250 habitantes en 1950 a 16.047 en 1981. Uno de cada tres ursaonenses se vio obligado a abandonar su lugar de nacimiento y primera juventud. Siempre según dicha página —consultada en junio de 2004—, y teniendo de referencia los mismos años, entre 1950 y 1981 Carmona pasó de 27.115 a 22.887 habitantes, Écija de 41.679 a 34.703 y Marchena de 20.326 a 16.159. Fenómenos parecidos, más o menos intensos, se observan en casi todos los pueblos de la provincia y aun de Andalucía, con la salvedad de las poblaciones de la Costa del Sol a partir de los años sesenta. El poco trabajo que había era estacional y la mecanización del campo hacía muchos brazos prescindibles. Al mismo tiempo, el despegue económico de Cataluña y el País Vasco —cuyo sector industrial (el mayor generador de empleo) era favorecido por el régimen— atraía a las personas con deseos de prosperidad. 1975 arroja datos escalofriantes. En relación al año anterior, Écija perdió el 10.11 % de la población, Carmona el 11.05 %, Marchena el 12.25 %, Morón de la Frontera el 14.16 % y Osuna el 14.49 %. El efecto llamada fue muy poderoso. Esta emigración masiva constituye un drama humano que ha recibido poca atención por los historiadores, quizá por ser muy reciente. Las poblaciones mencionadas se vaciaron de muchos de sus individuos más jóvenes y activos. A los que se sientan alejados de estas experiencias les recomiendo, si me permiten, la lectura de Espuelas de papel (Alfaguara, 2004), novela de Olga Merino. La autora es hija de emigrantes ursaonenses a Cataluña. En esta novela queda reflejada la vida en las numerosas casas de vecinos que había en Osuna y los problemas de adaptación de los emigrantes a la vida en una población como Barcelona. Osuna aparece en la novela como «Puebla del Acebuche», aunque se reconoce perfectamente la Villa Ducal de los años treinta y cuarenta. Frutos de esa verdadera diáspora son también personajes como el cantante Antonio Orozco, el cineasta Juan Antonio Bayona y muchos otros brillantes descendientes de emigrados de Osuna que, en lugares más dinámicos, encontraron apoyo y estímulo para sus potencialidades creativas. Igualmente, resulta muy emotiva e iluminadora la visita o pertenencia a grupos de redes sociales formados por ursaonenses emigrados, los cuales se sienten muy orgullosos de sus raíces y sueñan con volver a pisar las calles de Osuna, que guardan fosilizada e idealizada en su memoria. Recuerdan comercios y personajes populares desaparecidos hace años. La emigración supuso para ellos la pérdida casi absoluta de hábitos sociales y la asunción más o menos afortunada de códigos ajenos. Muchos conservan el pueblo guardado en su corazón. Son sus mejores embajadores.

Volviendo a la fotografía, por la fachada del Casino aparecen repartidas más banderas falangistas y tradicionalistas y, a nivel de la calle, se ve una tribuna para autoridades adornada con la bandera nacional, detalle por el que debemos deducir que ese día se había celebrado o se iba a celebrar un desfile de algún tipo, seguramente militar. Habría que descartar que todo este despliegue decorativo se debiera a una visita de Franco. Aunque estuvo en Osuna en varias ocasiones, y una de ellas fue a principios de los años cuarenta, en esos años su seguridad estaba tan amenazada por posibles atentados que sus viajes no se anunciaban con antelación suficiente para montar toda esta decoración. Se tiene constancia de su paso por la Iglesia de la Victoria. Así lo refleja una lápida existente en la capilla de Jesús Nazareno. En ella se lee: «El día 8 de mayo de 1943, y a su paso por esta villa, oró ante la peregrina imagen de N.tro Padre Jesús Nazareno S. E. el Generalísimo Don Francisco Franco, caudillo de España y Hermano Mayor Honorario de esta cofradía». El hecho de que Franco fuera hermano mayor honorario de Jesús no debe extrañar: se realizaron homenajes similares al Jefe del Estado en todo el país.

Un dato fundamental para datar esta fotografía es la ampliación del edificio del Ayuntamiento. En todas las imágenes de finales del siglo XIX y principios del XX aparece una arcada con solo cuatro arcos, no con los siete que contemplamos. No he hallado en las Actas Capitulares del Archivo Municipal de Osuna la referencia exacta a la fecha de la ampliación del edificio, que fue proyectada durante la Segunda República, exactamente a principios de 1934, siendo alcalde Manuel Rodríguez García, como ya vimos en una entrega anterior; puede que se conserve entre los expedientes de obras. Es probable que la reforma del edificio —su ampliación a costa de inmuebles vecinos adquiridos por el Ayuntamiento años antes— fuera llevada a cabo en plena guerra o en los años siguientes, pues en este periodo de tiempo se realizaron numerosas obras públicas en Osuna, como puede leerse en las Actas Capitulares a partir del 29 de enero de 1937.

A falta de una prueba definitiva, puede concluirse que la fotografía, tomada en uno de los primeros años de la posguerra, corresponde a la celebración del «Día de la Victoria», el 1 de abril, fecha en el que se conmemoraba el final de la Guerra Civil, o bien del «18 de julio», aniversario de su comienzo. Desde luego, no es un día de invierno. Las personas que mejor se ven en la imagen, como esos dos niños cogidos de la mano, van vestidos con ropa ligera, y los adultos del fondo se mantienen a la sombra. Podría ser un 18 de julio, uno de aquellos días calurosos, y de memoria imborrable. Los niños que aparecen de la mano, dos hermanos pequeños, son la viva imagen de la inocencia: caminan completamente ajenos al significado de todo lo que les rodea, felices por el día de fiesta.

 

(Continuará)

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Fotografía escaneada de la Revista de Feria de Osuna de 1976.

 

Víctor Espuny

 

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