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La plaza de Santo Domingo (II)

La plaza de Santo Domingo (II)

Puede que esta fotografía, felizmente conservada, sea la más antigua de la plaza. En ella se aprecia un espacio urbano presidido por una fuente rodeada de animales y personas y, en general, caracterizado por la irregularidad del terreno y la ausencia de arbolado. De la iglesia de Santo Domingo llama la atención el hecho de tener blanqueada la parte inferior de sus muros, llegando la cal, según parece, hasta donde se alcanzaba con una caña de blanquear bien larga. No existe unanimidad entre los historiadores a la hora de explicar esta costumbre, muy extendida en la época y fácilmente comprobable en otras fotos antiguas. Para unos las razones serían de orden sanitario —se trataría de eliminar con la cal los microorganismos que pudieran transmitir enfermedades— y para otros de orden arquitectónico, pues la cal serviría de recubrimiento fortalecedor de los sillares, un material cuya superficie es porosa y, por tanto, poco resistente a las inclemencias del tiempo.

Sin embargo, suponiendo también como muy visibles diferencias con la actualidad como el desnivel del terreno —en pendiente y descendiendo hacia la Carrera—, quizá lo más llamativo de la fotografía sea la existencia de una fuente rodeada de pequeñas columnas unidas por cadenas. Se trata de la Fuente Nueva. Fue inaugurada en 1529, fecha determinada por Rodríguez Marín, y clausurada alrededor de 1966, dato este último contenido en la obra del profesor Ramírez Olid Osuna durante la restauración. 1875-1931, libro de lectura obligada para quien quiera acercarse a la Osuna de las fotografías más antiguas. Muchos de los elementos de esta fuente fueron reutilizados, como las cadenas y sus pilares, que, según parece, tenían la misión de impedir el paso a las bestias sedientas, para las cuales existían pilones en las entradas de la población, que se llenaban con los sobrantes de esta y de otras fuentes de menor importancia.

Las generosas proporciones de aquellos abrevaderos —en la imagen contemplamos el que existía en la calle Écija— respondían a la gran importancia que tenía en aquella época el ganado, imprescindible para casi cualquier trabajo. Tanto los pilares como las cadenas que rodeaban la Fuente Nueva servirán después para rodear el espacio próximo a la puerta de la iglesia de Santo Domingo, donde aún no se habían levantado los muretes con cancela ni estaban plantados los naranjos; el cuerpo superior de la fuente forma parte hoy día de la fuente de la Plaza Mayor; incluso algunas de las losas de piedra por las que durante siglos se deslizó el agua fueron reutilizadas y en la actualidad, aunque dispersas, se encuentran formando parte del pavimento del espacio delimitado por las cadenas y los pilares ya citado, en la entrada principal de Santo Domingo.

Esta es una de ellas. En la fotografía se advierte la huella dejada por el paso ininterrumpido del agua durante más de cuatrocientos años. El paseante interesado en la historia de Osuna puede encontrarla a la sombra de los naranjos. Aunque puede necesitar unos minutos, vale la pena buscarla y contemplarla un rato en silencio. En la última reforma de aquel espacio las piedras fueron levantadas y vueltas a colocar para nivelarlas correctamente y puede que algunas sufrieran un cambio de posición, pero podemos tener las seguridad de que son las mismas que formaban la antigua fuente. Nada como observarlas para ser conscientes del poder de la voluntad y del trabajo constante. Gota a gota se horada la piedra, página a página se escribe un libro y beso a beso se afianza un amor para siempre. Nunca subestimen el poder de la constancia.

(Continuará).

 

Las imágenes antiguas proceden de la Fototeca Municipal de Osuna. La moderna fue realizada en febrero de 2006; agradezco a don Eloy Reina Sierra el señalamiento de estas piedras venerables.

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Víctor Espuny

 

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