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La plaza de Santo Domingo (I)

La plaza de Santo Domingo (I)

La plaza de Santo Domingo es la ventana por donde entra la luz en la Carrera, calle de naturaleza luminosa pero inundada en este tramo por el sol. En los mediodías de invierno, o en las noches de verano, la plaza es lugar de encuentro de viandantes sabios, que tienen allí un punto de reunión, conversación e intercambio de ideas. Allí juegan los niños y allí las parejas se dan la mano, porque aún queda romanticismo en estos días acelerados. La plaza de Santa Domingo es lugar de tertulia y cruce de caminos. Por la calle Cueto, de curva tan caprichosa en su momento final —como si intentase refrenar el ímpetu de su carrera—, bajan de la parte alta de la población los ursaonenses más orgullosos, aquellos que tocan con la mano la veleta de la Merced y contemplan a diario el perfil de la Colegiata, fortaleza que planta cara con firmeza a un enemigo imaginario. Donde ahora se encuentra el busto de don Francisco Rodríguez Marín, ante la iglesia de Santo Domingo, hubo durante siglos, y hasta mediados del siglo XX, una fuente. Luego fue trasladada a uno de los laterales de la plaza, que pasó entonces a llenarse con los veladores de los bares cercanos. Eran tiempos, los de mi infancia, en los que la Carrera se cerraba al tráfico rodado los fines de semana y se transformaba en paseo, lugar de saludo y diálogo en toda su extensión.

A la plaza de Santo Domingo —cuyo nombre oficial es plaza Rodríguez Marín— también se la conoce como plaza del Bacalao, denominación popular originada en su forma, parecida a la de un bacalao salado. Esta semejanza ya fue señalado por Manuel Morales en el número 12 del periódico ursaonense La Razón (correspondiente al 27 de junio de 1929), cuando la plaza como tal debía llevar pocos años de vida; con anterioridad, en la época de las fotografías más antiguas, en su lugar sólo existía un espacio no urbanizado donde resultaba muy difícil delimitar forma alguna. Miguel Caballo también llamó la atención sobre el origen de este nombre en un texto publicado en el número 2 de la revista Horizonte (correspondiente a febrero de 1998). En su artículo, segundo de una serie titulada Osuna, ayer y hoy, establecía el mismo origen para la denominación plaza del Bacalao y, además, mencionaba otros nombres de la plaza menos conocidos: Plaza de San Sebastián, Plaza de la Fuente Nueva, El Llano, Paseo del Marqués de Estella, Paseo del Capitán Galán, Plaza de Pío XII, etc. En las Actas Capitulares del siglo XVI, la plaza aparece citada como “Plaza de San Sebastián”. Según Rodríguez Marín, de quien tomo prestadas unas palabras, «se llamaba así por estar en aquel sitio la antiquísima ermita de San Sebastián de los Ballesteros, ya existente cuando Osuna pertenecía a la orden de Calatrava».

En opinión de los especialistas, la ermita mencionada ocupaba la parte del solar de la iglesia de Santo Domingo más cercana a la calle Cueto. Situándonos muy cerca del comienzo de esta calle, podemos distinguir en el muro del templo, en un área donde varios muros parecen intentar solaparse, unos adornos en forma de cabezas de viga o falsas ménsulas antropomorfas cuyo estilo resulta mucho más antiguo y rudimentario del correspondiente al resto del edificio; podrían ser, por lo tanto, restos de la primitiva ermita, situada en una zona que en la época no estaba comprendida dentro de la ciudad amurallada. Si se observan de cerca esos elementos artísticos, de origen ancestral y posible función intimidatoria, al estilo de las gárgolas góticas, se comprenderá mejor a qué me refiero. Son obras de un estilo más próximo al existente en el momento del paso de la población a manos castellanas (siglo XIII) que al corriente en el siglo XVI, cuando se construye el Convento de los Dominicos. Quien quiera saber más sobre esa época de Osuna hará bien en leer Las murallas de Osuna, de Francisco Ledesma. Como curiosidad, añadiré que el IV Conde de Ureña, fundador del convento —de cuyo solar solo pervive la iglesia—, lo dotó con una renta anual de cincuenta mil maravedíes y cincuenta gallinas.

(Continuará).

 

Imágenes: Las fotografías que acompañan el texto fueron tomadas en invierno de 2006. En la actualidad ha desaparecido el cartel luminoso de Vilymoda —forma parte de la historia de la prestigiosa firma Álvaro Moreno— y está mucho más despejada la vista de la iglesia de Santo Domingo, felizmente restaurada.

 

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Víctor Espuny

 

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